La alfombra roja es un intercambio financiero, al menos la más importante de las alfombras rojas. Si la cadena E! tiene al menos un reportero con micrófono esperando, es porque hay mucho dinero sobre la mesa.

Pero, al igual que muchos intercambios financieros, sus transacciones suelen ser opacas. Las marcas de moda pagan cantidades de dinero no reveladas para que las celebridades sean “embajadoras”: usen sus vestidos, esmóquines, esmaltes de uñas y prendas moldeadoras (aunque no todas las marcas ni todas las celebridades).

Por eso ha sido tan notable el aumento constante y bien documentado de las prendas vintage en las principales alfombras rojas. Y es de esperar que continúe en esta temporada de premios, aun cuando todavía la última entrega de Globos de Oro no fue televisada.

Publicidad

Un ejemplo de lo más destacado: el otoño pasado, Olivia Rodrigo lució un vestido de corte sirena sin tirantes de la colección de Versace del 2001 para los premios de MTV. Zendaya lució un vestido de Roberto Cavalli del año 2000 para la ceremonia de entrega del Balón de Oro en París. Para la Gala del Met, Addison Rae eligió un vestido rojo encorsetado de Gucci del año 2003.

La actriz Zendaya y la cantante Olivia Rodrigo escogieron lucir en 2021 vestidos de colecciones pasadas.

“Cada vez más personas son conscientes de que a las celebridades les pagan por vestir lo que vemos en la alfombra roja, es una oportunidad de marca”, afirma Cherie Balch, coleccionista de ropa vintage y propietaria de la tienda Shrimpton Couture. Por ejemplo, en 2008, una demanda reveló que a la actriz Charlize Theron se le habían pagado 200.000 dólares por llevar joyas de Chopard en los premios de la Academia dos años antes.

“Así que cuando alguien elige llevar ropa vintage —dice— está diciendo en cierto modo: ‘Yo decido. Me lo pongo porque me encanta cómo me queda. No me importa que no esté patrocinado por alguien’. Eso le parece más auténtico a mucha gente en un mundo tan lleno de marcas”, afirma.

Publicidad

Las prendas vintage están presentes desde hace tiempo en la alfombra roja: recuerden el vestido de Dior de los años 50 que Reese Witherspoon llevó a los premios de la Academia en 2006; o Julia Roberts, que rompió las reglas de la moda de los Óscar al llevar un Valentino de 1992 a la ceremonia de 2001.

Reese Whiterspoon escogió un vestido de los años 50 para los Oscars 2006. Julia Roberts llevó un Valentino de 1992 a la gala del 2001.

Pero los coleccionistas, entre los que se encuentra Balch, afirman que la demanda actual nunca ha sido tan alta (incluso con los grandes eventos que todo el tiempo se posponen o se hacen en Zoom por la pandemia). Están llegando a nuevos consumidores, gracias en parte a que cada vez más celebridades y estilistas les dan crédito en las redes sociales, y están reconfigurando su forma de hacer negocios.

Publicidad

Aralda Vintage, que proporcionó a Rodrigo los pendientes de mariposa de brillantes que llevó a los VMA, así como el traje de Chanel de los 90 que lució en la Casa Blanca en julio, tiene una tienda en Beachwood Canyon, en Los Ángeles, un barrio tranquilo que dejó de serlo en 2020, después de que Harry Styles mencionara una cafetería local en una canción y atrajera a un flujo de nuevos visitantes entusiastas.

Brynn Jones, la propietaria, comenta que tratándose de conseguir atuendos de época en la alfombra roja, el mayor reto suelen ser las tallas. Tal vez sea necesario hacer alteraciones temporales para conseguir el ajuste perfecto, pero no sin arriesgar la estructura original de la pieza.

A Cherie Balch, que dirige Shrimpton Couture desde su casa en Canadá, le gusta proporcionar a través de su cuenta de Instagram las historias de sus piezas: quién las diseñó, quién las usó, por qué son especiales, historias con las que quizá todavía no cuenten los vestidos nuevos que se usan en las pasarelas de la alfombra roja.

Ya he dicho antes que, cuando alguien lleva un vestido vintage, es una especie de milagro”, dice Balch. “No estoy exagerando, es la verdad. Esta gente tiene acceso a todo”.

Publicidad

Más allá del reto de conseguir el ajuste adecuado, o de competir con marcas que pagan a las celebridades para que porten sus diseños —”y ya he perdido esa batalla antes”, dijo Balch— algunas prendas vintage pueden ser demasiado frágiles. Las piezas son inadecuadas para aguantar la cena y las copas en los Globos de Oro, por ejemplo, además del desfile previo al espectáculo y las fiestas después de la ceremonia.

La opinión pública sobre lo vintage también ha evolucionado, y esta oleada de coleccionistas se regodea en ello. “En mi época —dijo Balch— se les enseñaba a las mujeres que no se les debía ver con el mismo atuendo dos veces. No solo era una norma tácita, sino que estaba escrita en la portada de muchas revistas”.

“Ahora decimos: ‘¿Por qué no has llevado todavía algo vintage en la alfombra roja? ¿Qué te pasa?’”, afirmó.