Un estudio con el uso de herramientas digitales determinó que la cobertura arbórea perdida (árboles con altura mínima de 5 metros) en la provincia del Guayas, en el periodo 2001-2021, fue de 46.000 hectáreas (ha), principalmente de ecosistema nativo.

Esta área de bosques talados en Guayas equivale aproximadamente a 60.800 veces la cancha del estadio Banco Pichincha de Barcelona y a 64.425 de la del George Capwell, de Emelec.

El cálculo se hace en función de la dimensión de la cancha que contienen ambos estadios ubicados en Guayaquil.

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En los años 2007, 2013 y 2012 se registró la mayor pérdida de bosque en ese periodo de tiempo, dice Cristian Barros, presidente de la Fundación para la Conservación e Investigación Japu y autor de esta investigación, con 5.361 ha, 5.055 ha y 4.573 ha, en ese orden.

El ecosistema más afectado es el bosque seco tropical (BST). “Queda menos del 10 % de lo que había en Ecuador, coinciden estudios”.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) declaró al BST en peligro crítico de extinción y pidió en su congreso de 2020 que se “establezca como prioridad el incremento de la superficie protegida de este ecosistema bajo diferentes figuras jurídicas” y que se dé una evaluación de su estado de conservación.

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En 2000 había una cobertura arbórea de 776.817 ha en Guayas, mientras que en enero de 2022 se registraron 753.017 ha.

Sin embargo, la pérdida real principalmente de bosque nativo en ese periodo, argumenta Barros, es de 46.000 ha, pero también se evidenció en ese mismo lapso de tiempo una ganancia de 22.200 ha que serían sobre todo plantaciones forestales con fines comerciales de explotar la madera.

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No hay un interés político para estudiar y conservar al BST ya que los fondos del exterior no ingresan con la misma dimensión que lo hacen en el caso de los bosques amazónicos que tienen una mayor biodiversidad y que Galápagos, indica Barros. “Hay que valorar más al bosque seco. Si bien su biodiversidad no es comparable con la de la Amazonía, en cambio, tienen un alto grado de endemismo”, agrega.

La legislación nacional sí contempla a los ecosistemas que son parte del Guayas como el bosque seco tropical y los manglares, indica Inés Manzano, experta en derecho ambiental. “Están en la misma categoría que cualquier otro bosque de protección”.

El art. 406 de la Constitución dice expresamente: “El Estado regulará la conservación, manejo y uso sustentable, recuperación, y limitaciones de dominio de los ecosistemas frágiles y amenazados; entre otros, los páramos, humedales, bosques nublados, bosques tropicales secos y húmedos y manglares, ecosistemas marinos y marino-costeros”.

Entonces están en el mismo nivel, agrega Manzano, porque el BST es uno de los ecosistemas más deteriorados. “Incluso en 1994 se establecieron las primeras políticas básicas de medioambiente. Allí había una determinación que está en el Texto Unificado de Legislación Ambiental Secundaria (TULAS), basado en ese entonces en estudios que indicaban las zonas de mayor riesgo que eran la desembocadura de los ríos Babahoyo, Daule y Guayas hasta llegar al mar y toda la franja continental desde Esmeraldas hasta El Oro por el tema del manglar”, asegura Manzano.

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Una de las problemáticas es que los intentos de conservación del BST están aislados lo que genera un ecosistema fragmentado, agrega.

Esto es contraproducente ya que se trata de áreas que en Guayas llegan a las zonas intermareales que se conectan a su vez con los manglares. Incluso hay interacción con especies de aves que se trasladan entre estos ecosistemas.

“Esto lo tenemos presencialmente en la vía a la costa, en Guayaquil, justo en el área destinada para la expansión urbana con desarrollo residencial, hasta el kilómetro 40 según determina una ordenanza”, asegura Manzano.

En esta franja de la vía a la costa se puede observar a estos tres ecosistemas muy pegados, agrega. Del lado derecho saliendo de Guayaquil está el BST, el ecosistema intermareal o de conexión es donde hoy están la carretera y las urbanizaciones y el desarrollo comercial. Y más allá hacia el oeste están los manglares costeros.

Los esfuerzos de conservación deben abarcar los corredores biológicos para preservar esta interacción entre ecosistemas y la movilidad de la fauna, coincide Barros.

El listado de fauna endémica de la zona incluye al venado de cola blanca (Odocoileus virginianus peruvianus) y al papagayo de Guayaquil.

“Hay otras normas que hablan de los bosques secos. Por ejemplo, el objetivo de reducir la deforestación es parte de un plan de acción estatal contemplado en un acuerdo ministerial en el que se habla del BST”, añade Manzano. (I)