El aprovisionamiento de agua no es el único servicio ambiental que provee el páramo, un ecosistema en retroceso en Ecuador por el avance de la frontera agrícola y la amenaza de la minería.

Otra de sus funciones, concuerdan los especialistas, es la de dosificar el flujo de agua y garantizar un abastecimiento continuo.

¿Por qué es importante esta última función?

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Rodrigo Cisneros, docente investigador de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), afirma que cuando llueve estrepitosamente, sobre todo con la tendencia actual de que cae toda el agua de golpe, los ecosistemas naturales como el páramo dosifican o administran ese flujo. “De tal manera que podamos recibirlo en forma gradual y no se generen desastres naturales”, como los torrentes que dejan muerte y destrucción en el país.

El aluvión del sector de La Gasca, en Quito, es un ejemplo, por lo que la conservación del páramo es clave en la prevención de este tipo de riesgos.

“Lo otro es la regulación térmica. El planeta está regulado por la administración y distribución especialmente del agua y la biomasa que la retiene, en esos sitios del planeta donde no hay posibilidades de retener agua, las variaciones temporales de calor y frío son extremas entre el día y la noche, cuando se va el sol hay frío extremo y cuando aparece, calor extremo”, indica Cisneros.

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La aparición de cuerpos de agua o complementariamente biomasa que retiene agua, indica el especialista, ejerce un efecto de regulación térmica. “Entonces las variaciones se mantienen más estables y esto hace que en términos generales el sitio, la región donde ocurre está dosificación se pueda desarrollar más fácilmente cualquier tipo de actividad, la vida, pero también la parte agrícola productiva”.

Ahí radica la importancia de proteger la cordillera de Fierro Urco, páramo que cumple esa funcionalidad en las provincias de Loja, El Oro, Zamora Chinchipe, Azuay y Morona Santiago, donde ejerce influencia.

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Sobre esta área se contraponen seis concesiones mineras otorgadas a empresas australianas, canadienses y chinas, dice Pablo Piedra, abogado ambiental experto en derechos de la naturaleza.

Él es parte justamente del equipo jurídico que busca una acción de protección judicial interpuesta por no ejecutar un debido proceso en relación con las concesiones mineras en la zona de Fierro Urco.

El viernes pasado siguió la audiencia, la que fue nuevamente suspendida por la Unidad Judicial Civil con sede en Loja hasta el martes 22 de marzo próximo, informa Piedra.

¿Cuál es el problema de fondo de permitir la exploración minera en Fierro Urco?

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Cisneros asegura que se han destinado muy pocos recursos para conocer el funcionamiento, estructura y la composición del páramo. “Son como grandes cajas negras, sabemos que operan gracias a la presencia de ciertas especies. El problema de fondo es que esas especies, de las que conocemos con las justas más o menos cómo se llaman, dónde viven, son las que hacen posible que esos ecosistemas funcionen, ese es el medio del asunto”.

Hay osos o tapires tanto en la Reserva Ecológica Cayambe Coca, ubicada entre las provincias de Imbabura, Pichincha, Sucumbíos y Napo, como en el Parque Nacional Podocarpus, que cubre Loja y Zamora Chinchipe, agrega el especialista, pero la situación es que se necesita que esa fauna o plantas “que están en Fierro Urco permanezcan allí para que el ecosistema de Fierro Urco funcione y el servicio ecosistémico que se da a la región donde está se cumpla, eso es lo que debe entenderse”.

El criterio es a propósito de lo que se expone en el proceso judicial con la analogía de que si esas especies están en Podocarpus o en Cayambe-Coca, pues poco importa si se pierde en Fierro Urco. “Es como decir, si en el carro de mi vecino ya hay motor, no importa que el mío no tenga, es así de absurdo, tal vez con ese ejemplo se puede entender mejor. No se trata de ser un país que colecciona especies y ecosistemas, se necesita que esos ecosistemas funcionen en cada metro cuadrado en donde están, porque así como el conductor necesita el carro para su desarrollo personal, los habitantes de un sitio en concreto necesitan sus ecosistemas cercanos para un desarrollo integral”.

A esta situación se suma que se desconoce como reparar un páramo. “No sabemos cómo funcionan, no es como tener un carro convencional, es como que en nuestra región aterrice una nave extraterrestre de la que sabemos sale agua, comida, regula el clima, sabemos con las justas que se llama nave espacial, hemos metido literalmente herramientas rústicas para quererla abrir y más bien la hemos dañado, pero aún así sigue funcionando y no tenemos ni idea cómo operan, peor aún sabemos cómo repararla”.

De los ecosistemas templados de los países desarrollados, menciona Cisneros, se conoce de manera profunda. “Por eso allí se pueden planificar acciones y se aventura a impactar este ecosistema y luego más o menos se sabe cómo repararlo porque lo he dañado, sé cómo opera y hay bibliografía científica que registra el histórico de cómo reparar y como queda luego de equis años de haberlo dañado y reparado”.

Con el páramo no hay esa hoja de ruta. En los permisos de las licencias ambientales se trata al páramo como si fuera una selva tropical, de la que sí hay más información que permite de alguna forma abordar esos bosques, asegura Cisneros.

“De lo poco que se sabe y que es por sentido común, es que un clima tropical, bajo, húmedo de temperaturas promedio altas tiene una dinámica, un funcionamiento más acelerado que uno frío como los páramos que va lento, cualquier metabolismo, usted ingiere, mete energía, biomasa a ese ecosistema y el proceso de degradar esa biomasa es lentísimo”.

El asunto es que se quita o degrada un suelo que lleva diez mil años continuos de formación. “Lo que tenemos claro es que al quitar vemos decenas de años sin una recuperación real”.

La cordillera de Fierrourco atraviesa las provincias de El Oro, Loja y Zamora Chinchipe y alberga una riqueza natural que se desconoce como reparar. Foto: CORTESÍA

La reparación es un proceso complejo, lo que se agrava con el vacío de información existente respecto al páramo y además, “por más tecnología hay cosas que no se pueden acelerar”, recalca Cisneros.

Lo otro que se asume es que el costo de reparación es igual a recuperar una porción de selva, pero tampoco hay certeza de esto. “¿Puedo desbaratar otro páramo, traer el suelo y ponerlo sobre la mina, pero va a funcionar? Claro que puedo intentar reparar, pero ¿estoy incluyendo esos costos en las facturas de ingresos y egresos que va a representar las utilidades de la actividad minera?, eso es lo que se debe analizar”.

El informe técnico titulado ‘Línea Base Biológica que caracterice el Área de Protección Hídrica del sur del país: Fierro Urco’ del 2021 da unas pinceladas preliminares del nivel de riqueza que alberga esta cordillera.

El inventario preliminar incluye 750 especies de plantas, de las que 121 están amenazadas y 24 en peligro crítico de extinción, 160 especies de aves, 60 de mamíferos, 17 de anfibios.

“No es un reservorio de acumulación de especies, pero muchas de ellas son propias de allí”, indica Cisneros.

Felipe Serrano, director ejecutivo de Naturaleza y Cultura Internacional (NCI), afirma que la cordillera de Fierro Urco, entre las provincias de El Oro y Loja, es el escenario de varios hallazgos científicos.

El conocido como colibrí estrella de garganta azul (Oreotrochilus cyanolaemus), distinto a todos los conocidos, fue observado en 2017 por el ornitólogo Francisco Sornoza y es una de las especies endémicas de esta cordillera amenazada por la minería.

Los científicos Juan Freile y Elisa Bonaccorso confirmaron el descubrimiento con los estudios científicos del caso y publicaron el hallazgo de esta especie, una de las novedades más destacadas de la ornitología mundial. “Estiman que solamente 750 individuos de esta especie sobreviven en estos páramos mágicos de la cordillera, pero están amenazados por la transformación de los hábitats y las concesiones mineras”, indica Serrano.

En Fierro Urco se necesita que esté ese colibrí, enfatiza Cisneros, para que la chuquiragua de Fierro Urco funcione.

El documento fue elaborado bajo el auspicio de la ONG Naturaleza y Cultura Internacional (NCI) y la Universidad Técnica Particular de Loja y en él se destaca las potencialidades paisajísticas de la zona “tales como el complejo lacustre Saraguro-Yacuambi, Cerro de Arcos por sus impresionantes formaciones geológicas y la laguna de Chinchilla, área de singular belleza natural”.

De este páramo rebrota la fuente de nacimiento de agua de seis unidades hidrográficas, distribuidas en las provincias de Loja, El Oro, Zamora, Azuay y Morona Santiago, incluso aportando en cuencas binacionales con Perú.

Fierro Urco y su zona de influencia abarca las demarcaciones hidrográficas del Jubones, Santiago y Catamayo-Puyango.

El informe citado reseña la manera de descripción que se trata de “una topografía muy irregular, de pendientes muy pronunciadas, el principal ecosistema es el páramo con vegetación arbustiva y pajonales, también se observan algunos remanentes de bosques nublados, se evidencia la presencia de algunos cuerpos lagunares de origen glaciar de diferente tamaño, los que se consideran claves en la regulación hídrica de la zona”.

Está comprendida entre los 1.800 y 3.800 metros sobre el nivel del mar “con una temperatura mínima de 6 °C en las zonas más altas y una máxima de 20 °C en las zonas más bajas, con un rango de precipitación comprendido entre 500-3000 mm”.

El cultivo de tonalidad morada es escancel, que se produce en la parroquia rural Gualel en Loja y es la base de la horchata. Foto: CORTESÍA PABLO PIEDRA

Dentro del Área de Protección Hídrica Fierro Urco propuesta “se registran vestigios del Qhapaq Ñan, Sistema Vial Andino incluido en la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), toda esta región ha servido ancestralmente como vía de conectividad entre la Costa, los valles interandinos y la región oriental del sur del país”, indica el documento.

Fierro Urco es también una zona rica en anfibios, al menos 16 especies potencialmente serían nuevas y fueron reportadas en un informe del Laboratorio de Ecología Tropical y Servicios ecosistémicos de la Universidad Técnica Particular de Loja, agrega Serrano.

“Asimismo, en esta misma cordillera se publicó en el 2020 el hallazgo de una nueva especie de árbol, Polylepis loxensis. Los árboles del género Polylepis son de los pocos que pueden crecer en condiciones extremas como las de los páramos andinos”, menciona Serrano.

La característica del Ecuador es que alberga una riqueza biológica cambiante palmo a palmo, en el que se van remplazando las especies. “Son unas en un lado, otras en otro, que cumplen roles ecológicos similares, pero son diferentes. En Podocarpus me muevo solo metros y ya las poblaciones de vegetación son diferentes, entonces con lo que se alimentan los animales va cambiando, con esas complejidades hay que lidiar y conservar”, afirma Cisneros. (I)