Los vencejos sobrevuelan bien arriba sobre las cabezas de las personas, solos o en bandada, atravesando zonas urbanas, parques o las áreas de reserva de ciudades como Guayaquil y Quito.

Aparecen incluso entre las nubes como una masa negra que en forma de bumerán se mueven sin agitar las alas, suspendidos en las corrientes de aire alimentándose de los insectos que están a esa altitud sobre el nivel del mar, los que son imperceptibles al ojo humano. Los atrapan y se los comen al vuelo sin detenerse.

La circunstancia de que pasan la mayor parte del tiempo en el aire y al posarse se cuelgan de acantilados rocosos y altos, detrás de cascadas de difícil acceso, hace que su estudio sea complicado, coinciden los ornitólogos –especialistas en aves–.

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El repositorio científico y digital de especies de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), con sede en Quito, registra catorce especies de vencejos en el país. De cada una hay información ecológica con fotos en vuelo, mapas de los hábitats que cubren y sus principales características.

En sus travesías aéreas se topan con obstáculos como vidrios de ventanales colocados en lodges en medio del bosque, lo que provoca su muerte ya que se estrellan en pleno vuelo a gran velocidad.

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Manuel Sánchez, investigador asociado del Instituto Nacional de Biodiversidad, recibió uno muerto el año pasado que se había estrellado en un ventanal en medio del bosque y lo estudió.

En el interior dilucidó parte de su dieta, como escarabajos voladores. “Ningún ave tiene la capacidad de que el vidrio existe, entonces ven a través de una ventana el reflejo del bosque y creen que sigue al otro lado y se estrellan y se matan, se rompen el cuello. Estos lodges pueden ser en realidad un matadero de pájaros, entonces no son tan ecológicos. Hay formas de prevenir como colgar cosas como adhesivos que indican a las aves que por allí no es el camino”, señala.

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“Estudiar vencejos es completamente difícil. Primero por su ecología, ya que estas aves que son parientes de los colibríes duermen y anidan en sitios casi inaccesibles. Pasan colgados en paredes dentro de cascadas, cuevas, acantilados, en las paredes de (la cordillera de) los Andes, además son negros o grises con pequeñas zonas de color blanco o café, vuelan superrápido, se parecen casi todos entre sí. Entonces cuando no hay gente entrenada es complicado identificarlos bien, por lo general se hace a través de su canto. Los miembros de distintas especies vuelan muy alto juntos y mezclados en bandadas sobre nuestras cabezas, grupos de 100 a 500, entonces es difícil saber su número y diferenciarles. Es un reto que pocos deciden tomar”.

El vencejo barbiblanco (Cypseloides cryptus) vive en los bosques occidentales y orientales del Ecuador. Foto: TOMADA DE bioweb.bio DE LA PUCE

Cada 7 de junio se celebra el Día Mundial del Vencejo en los países que tienen colonias con sus nidos, como Ecuador, para concienciar sobre la importancia de esta ave insectívora y de todas las que se han adaptado a vivir en las zonas urbanas.

De las catorce especies existentes en Ecuador, doce están en la categoría de Preocupación menor, una, el vencejo frentipunteado (Cypseloides cherriei), en la de Datos insuficientes y otra que no ha sido evaluada, el vencejo de chapman (Chaetura chapmani).

“Algunas especies son fáciles de identificar y su población es alta cuando se los cuenta, entonces se piensa que no están amenazados. A trece de las especies de vencejos del país las tenemos todo el año (en las tres regiones terrestres del Ecuador), solo una tiene una estancia estacional ya que es migratoria y llega en el invierno boreal (diciembre-marzo) y luego retorna a Norteamérica”, dice Sánchez.

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Son animales extremos que pueden pasar hasta el 70 % de su vida volando, dice el ornitólogo Denis Mosquera, colaborador de la Fundación Japu. “Tienen una conducta alimentaria de comer insectos en el aire, entonces al ser insectívoros ellos controlan su población. De ahí que son importantes para la agricultura con el control biológico de algunas especies de insectos que provocan plagas, influyen en la vida de las demás especies y en el ser humano”.

Al ser difíciles de identificar en el cielo pues cuando se realizan los conteos el resultado de su población puede ser subestimado o sobreestimado, dice Mosquera.

Son especies que aprovechan lo que se conoce como explosión de insectos voladores, de ahí sus procesos de migración en busca de estos, según Juan Fernando Freile, uno de los investigadores de la Lista Roja de las Aves del Ecuador. “Justo en estos días se dio una en el valle de Tumbaco (en Quito), de insectos que son como hormigas o termitas con alas que tras parar la lluvia revientan y salen millones de estas, son enjambres de millones que los vencejos comen formando bandadas grandes”.

La población de los vencejos está en declive en el mundo. Las aves que migran entre Europa y África se han reducido drásticamente. Esto se conoce de forma más certera porque en las travesías descansan y duermen en las chimeneas de las casas de las zonas urbanizadas. “Allí se hace seguimiento de cuántos ya no regresan, cuántos se han reproducido cada año”, dice Sánchez.

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El problema es que atraviesan zonas en donde los insectos ya no están por factores como el cambio climático. “Los vencejos son incapaces de correr desde el suelo y alzar vuelo, necesitan estar colgados en una zona alta para dejarse caer y desde allí volar”, agrega Sánchez.

Al no poder alimentarse de forma suficiente, no tienen la energía que necesitan para seguir su travesía sobrevolando. Los vencejos quedan también atrapados en las aspas de las torres de energía eólica, que abundan en Europa.

“Hace poco cayeron unos cien vencejos al piso porque se dieron contra un edificio cubierto de ventanas en México, esto es lo que más afecta. Las ventanas y los gatos son los factores que más aves matan en el mundo”, indica Sánchez.

El vencejo de morete (Tachornis squamata) vive en los bosques húmedos tropicales de la Amazonía del país. Foto: TOMADA DE bioweb.bio DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR

Es una situación que se extrapola a Ecuador. Sobre Guayaquil sobrevuela el conocido como vencejo de Tumbes, considerado una subespecie del vencejo colicorto (Chaetura brachyura), que se lo puede observar en días despejados, pero también está en medio del cielo nublado con garúa.

En los troncos de los árboles más grandes del bosque seco, como la ceiba (ceibos), hay como aberturas oscuras, huecos en donde estos vencejos duermen y anidan, al igual que gavilanes y halcones. De allí se dejan caer y vuelan de nuevo”, afirma Sánchez.

Del vencejo de Tumbes hay una discusión entre los especialistas de aves sobre si se considera o no una especie diferente de la que vive en el lado oriental de la cordillera de los Andes.

El biólogo Freile también afirma que este vencejo de Tumbes anida en los huecos que se forman en los troncos de la ceiba, ceibos que sobresalen del follaje del bosque seco.

La condición de los vencejos de estar en movimiento rápido y constante dificulta el estudio de estas especies. ”Están sobre nuestras cabezas en condiciones de luz difíciles, se las observa por lo general en contraluz por lo que los patrones mínimos que distingue una especie de otra no se pueden apreciar bien ni fácilmente”, manifiesta Freile.

Un vencejo cuelliblanco (Streptoprocne zonaris) sobrevolando en el Parque Nacional El Cajas, en la provincia de Azuay. Foto: CORTESÍA Juan C. Sánchez-Nivicela

Entre las catorce especies registradas en el país está el conocido como vencejo cóndor (Streptoprocne zonaris), que vive en los valles andinos, bosques nublados y páramos, dice Freile. “Este anida detrás de cascadas, se los ve atravesando los chorros de agua”.

Verlos en bandada es un espectáculo. En la carretera que une Quito con Coca está el mirador llamado de la Virgen, uno de los accesos a la Reserva Ecológica Antisana. Allí, a las seis de la mañana, se ve sobrevolar a cientos de vencejos sobre las cabezas de los que se paran en el balcón. “Son como nubes de ellos que van sobrevolando bien bajito”, cuenta Sánchez.

Otro punto de avistamiento son las cascadas Coloradas en el cantón Taisha, en la provincia de Morona Santiago. “En un lapso de veinte minutos entraron varias decenas de vencejos y se colgaron detrás de la cascada. Entran tan rápido que uno apenas logra ver, pero se ven entrar las siluetas, incluso suenan sobre la cabeza de uno”, según Freile.

En la cascada de San Rafael, que estaba en el Parque Nacional Cayambe Coca y desapareció por los procesos de erosión, vivían vencejos, cuenta este especialista.

Una característica morfológica peculiar son los dedos de las patas, ya que a diferencia de las otras aves, que tienen dos adelante y uno atrás, los vencejos los tienen todos adelante con las uñas bien afiladas, porque necesitan estar colgados de las rocas, prendidos en la pared, para dormir.

“Sus patas son muy cortas parecidas a las de los colibríes, por lo que están clasificados en ese mismo orden apoliformes. Son torpes en el suelo, no pueden pararse o erguirse como cualquier otra ave, por eso necesitan sitios altos donde perchar y pueden únicamente volar desde allí, se les resultaría bastante difícil alzar vuelo desde el suelo”, indica Mosquera.

Otra peculiaridad es que se les atribuye la capacidad de inducir un sueño latente en el aire. “Se piensa que cuando empiezan a migrar o están volando y no pueden regresar se ponen en modo avión, es decir, se quedan como casi apagados, durmiendo en el cielo como estáticos, se piensa. Esto sí se confirmó con las fragatas, que han sido bien estudiadas. Estas desconectan la mitad del cerebro y duermen mientras vuelan”, dice Sánchez. (I)

Las bandadas de vencejos se ven desde la tierra como cientos de puntos negros sobrevolando el cielo. Foto: CORTESÍA DENIS MOSQUERA