Después de levantar pesados troncos y hurgar entre las piedras, la bióloga Andrea Terán al fin puede decir ¡eureka!. En sus manos tiene una de las dos especies de rana que libran una singular batalla legal contra la minería en Ecuador.

Empapada por el agua helada que baja de una cascada cristalina, Terán estudia la frágil vida de la rana cohete resistencia (aún sin nombre científico) y de la arlequín hocicuda (Atelopus longirostris), que se creía extinta desde hace 30 años.

El hallazgo hace unos años de ambos anfibios, que miden hasta cuatro centímetros, causó alegría entre científicos y ambientalistas.

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Y se convirtió en un argumento para intentar frenar un proyecto minero de 4.829 hectáreas dentro de un bosque nublado con árboles de apariencia prehistórica en Junín, en la provincia de Imbabura, a tres horas y media de auto al norte de Quito.

Primero apareció la Atelopus longirostris en 2016. “Era una rana que regresaba de la muerte”, dijo emocionada Terán, a quien la AFP acompañó en una expedición para estudiar estos anfibios en una zona boscosa a la cual se llega tras casi dos horas de caminata.

Pero “si se contamina el agua (por la minería) la última población de esta rana se pierde”, explicó la bióloga del Centro Jambatu, dedicado a la investigación y conservación de anfibios.

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La arlequín hocicuda está extinta según la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Pero científicos volvieron a hallarla en un bosque entregado al proyecto cuprífero Llurimagua, a cargo de la estatal Enami y la chilena Codelco, cuya operación está prevista para 2024 con una producción de 210.000 toneladas anuales de cobre.

Andrea Terán, bióloga. Foto: AFP

La concesión encendió las alarmas. Y el descubrimiento de una nueva rana cohete en 2019 no hizo más que aumentar las acciones para salvar este hábitat.

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Terán encabezó en 2020 una querella en los tribunales para frenar la explotación. Aunque una jueza le dio la razón en primera instancia, perdió en la apelación.

En Ecuador -que incursionó en la minería a gran escala en 2019- hay al menos 12 proyectos en etapa avanzada con reservas de unos 43,7 millones de onzas de oro, 46.156 millones de libras de cobre y 183 millones de onzas de plata, según la consultora Grupo Spurrier.

Resistencia

Cuando científicos del Centro Jambatu hallaron la nueva especie de rana cohete, pensaron que se trataba de la nodriza confusa (Ectopoglossus confusus).

Sin embargo, una diferencia anatómica en su lengua y estudios genéticos determinaron en 2019 que era una especie totalmente desconocida del género Ectopoglossus.

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En un guiño optimista, llamaron a esta pequeña y ágil rana marrón “resistencia”.

“Las condiciones en las que vive son únicas, con el ruido de la cascada no sabemos cuáles son sus mecanismos de comunicación, no sabemos cómo es su biología reproductiva”, explica Terán.

En una segunda batalla contra la concesión minera, un grupo de habitantes de Junín y pueblos vecinos impulsaron una nueva acción de protección. Terán fue testigo en este proceso.

¿El argumento? Errores en los estudios de impacto y manejo ambiental en la primera fase de exploración avanzada, incluyendo la omisión de un plan de protección para las dos especies de ranas, dice el abogado Mario Moncayo, cuyo estudio jurídico apoya la causa.

“Hay tantos errores. Se vulneraron los derechos de la naturaleza, además los documentos jamás se socializaron de forma adecuada a la comunidad y no se realizó una consulta ambiental” a los pobladores, explicó Moncayo a la AFP.

Pero el juez que conoció este nuevo pedido declaró que no había tal vulneración.

Consultadas por la AFP, autoridades del gobierno y representantes de la estatal minera declinaron hacer comentarios.

30/05/2022. La rana cohete resistencia, nombrada así por las comunidades locales del Valle de Ïntag, en Ecuador. Foto: Diego Acosta

Decisiones “megarresponsables”

En el terreno legal, las partes esperan la decisión sobre una última apelación.

Ecuador, cuya Constitución consagra la protección de la naturaleza, tiene registradas 650 especies de ranas, de las cuales casi un 60% está en riesgo o en peligro crítico de desaparecer.

El país estima que este año la producción petrolera y minera representarán un 6% del PIB, según el Banco Central.

“Estamos en una zona megadiversa y las decisiones que se deben tomar deben ser megarresponsables”, sostiene la bióloga.

La piel de las ranas, que tiene gran potencial medicinal, las hace extremadamente sensibles a los cambios ambientales, por lo que son consideradas bioindicadores: si el ecosistema es afectado pueden empezar a desaparecer.

La batalla por las ranas es solo la última en tres décadas de lucha infructuosa de ambientalistas contra la minería en Junín.

En el pueblo están divididos.

Hugo Ramírez, un agricultor de 40 años, cree que el hallazgo de las ranas puede finalmente detener el proyecto de cobre.

“Si las autoridades dan valor a las especies que habitan aquí se debería parar”, dice.

Pero para Pedro Vallejos, un carpintero de 63 años, las acciones de los ambientalistas no incluyen opciones para paliar la pobreza.

“En el campo no hay empleo, no hay alternativas”, lamenta. (I)