Anotar los pasos para crear un huerto, conocer el tratamiento de la tierra, elaborar abono y realizar todo ese procedimiento es una de las actividades que realizan los estudiantes de la carrera de Agropecuaria de la Universidad Católica, en Guayaquil.

En esta carrera, al igual que en Agroindustria, creció el interés de los jóvenes por aprender prácticas medioambientales que son demandadas en el mercado laboral. Así lo asegura Alfonso Kuffó, docente titular auxiliar de la carrera de Agropecuaria de la Universidad Católica.

“Aquí los estudiantes ven lo que se puede obtener del campo y cómo se vuelve una tendencia alimentaria. En la pandemia crecieron los emprendimientos alimenticios, al igual que la industria casera”, explica Kuffó, y añade que las grandes empresas, al modificar sus prácticas, buscan a estos profesionales. Y ejemplifica que ahora hay ingenieros ambientales, ingenieros agroindustriales e ingenieros agropecuarios.

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Ambas carreras duran cuatro años y están relacionadas. Con la de Agropecuaria se aprenden las prácticas agrícolas ecológicas.

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Se enseña (sobre) abonos orgánicos, insecticidas de las mismas tendencias, ya mitigando el tema de los agrotóxicos. Todo está destinado a la ecología, porque hay que fortalecer el suelo, que esté libre de toxinas”, dice Kuffó.

Y con la de Agroindustria se aprenden a usar los recursos sin desperdiciar. “Con los cárnicos, se usan los huesos para hacer harina. Esa optimización de todo lo que el suelo nos da ya genera menos residuos hacia el ambiente”, indica.

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En el huerto de la Universidad Católica los estudiantes realizan prácticas ambientales. Foto: Cortesía Universidad Católica.

Kuffó ve estas dos carreras medioambientales como el inicio de conocimientos transversales para las demás.

Con esto concuerda René Rodríguez, director de la Escuela de Ciencias Ambientales, adjunta a la Facultad de Ingeniería de la Universidad Espíritu Santo (UEES).

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Rodríguez considera esencial que las prácticas ambientales se impartan en todas las carreras, sea la de Derecho, de Arquitectura y demás.

“Hoy, el que estudia Derecho está vinculado al medioambiente; el ingeniero civil, igual. El tema ambiental está formando parte de las consideraciones en el momento de emprender cualquier actividad dentro del desarrollo”, afirma.

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En esta universidad también ha ido en aumento la demanda en las dos carreras ecológicas que poseen: Ingeniería Ambiental, que surgió en 2008; y Biodiversidad y Recursos Genéticos, en 2020. Desde hace tres años han mantenido la regularidad de estudiantes.

En Ingeniería Ambiental aprenden a identificar problemas para darles solución. “Está enfocada en formar un profesional que sea capaz de identificar, delimitar y darles solución a problemas desde la ingeniería, como la contaminación. Aquí se basa en control, mitigación y restauración en diferentes fases: aire, agua y suelo”, explica.

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Mientras que la de Ingeniería en Biodiversidad y Recursos Genéticos se centra en el aprovechamiento de los recursos naturales.

En la UEES, de acuerdo con Rodríguez, la mayoría de estudiantes graduados de estas carreras labora en empresas públicas y privadas, lo que implica que estas profesiones están ganando demanda.

En la Universidad Casa Grande, también en Guayaquil, han notado una buena acogida de los jóvenes en las carreras relacionadas con lo ecológico.

Diseño Gráfico tiene un promedio de 40 estudiantes por año, y en Arquitectura han ingresado 30. Recientemente lanzaron nuevas carreras también con prácticas medioambientales, como Diseño de Producto, Diseño Textil e Indumentaria. Estas dos también tienen jóvenes inscritos y duran cuatro años.

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“Nosotros trabajamos con la metodología que es aprender haciendo. Tratamos de que los estudiantes se involucren en los proyectos y que vayan generando su propio conocimiento. Cuando uno viene y les da el discurso de ‘esto se hace así', la retención de ese conocimiento va a ser muy limitada, al poco tiempo se van a olvidar; pero todo lo que experimenten siempre les va a quedar y lo van a recordar”, apunta Lotty Palacios, coordinadora de la Facultad de Arquitectura.

Palacios también concuerda con Rodríguez y Kuffó en la demanda de los profesionales que salen con estas titulaciones. “Es muy buscado en el mercado (el perfil de) los arquitectos, diseñadores textiles e indumentaria o productos también (…). Entonces, poco a poco se va a requerir el servicio de estas personas que están especializadas o capacitadas en el diseño o en arquitectura verde”, argumenta.

En tanto, en Quito la situación es similar. En la Universidad San Francisco poseen tres carreras: Ingeniería en Biotecnología, Biología y Gestión Ambiental.

María de Lourdes Torres, coordinadora de la carrera de Ingeniería en Biotecnología, menciona que los estudiantes aprenden los conceptos y los procesos en los que se basa el funcionamiento de los seres vivos.

“A partir de este conocimiento se pueden desarrollar las herramientas necesarias para elaborar nuevos productos, mejorar plantas y animales, obtener microorganismos con usos específicos, contribuir al desarrollo sostenible y a la conservación de la biodiversidad”, señala.

Según Torres, la demanda ha ido creciendo. Antes contaban entre 10 y 15 estudiantes por año académico; ahora, el promedio está en alrededor de 65 estudiantes.

Resalta que el número de estudiantes no se ha incrementado por la pandemia, sino que es un movimiento sostenido antes del 2020.

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“El desarrollo biotecnológico ha despertado en el país en los últimos años, y cada vez más se busca biotecnólogos para desempeñar actividades en diferentes campos de trabajo”, asegura.

En cuanto a la carrera de Ingeniería en Biología, hay de 20 a 30 estudiantes por año, de acuerdo con Selene Escobar, coordinadora académica de esa carrera. Afirma que quienes se gradúan son “candidatos ideales para trabajar en empresas e instituciones públicas y privadas cuyas actividades se relacionan con la diversidad biológica”, dice, y agrega que puede ser en florícolas, zoológicos o farmacéuticas.

En cambio, en la Licenciatura en Gestión Ambiental el interés sí se notó durante la pandemia, y se mantiene, apunta Daniela Proaño, coordinadora de esa carrera.

Esta funciona con la modalidad semipresencial en la isla San Cristóbal, en Galápagos, y se enfoca en la gestión de proyectos y procesos dentro de organizaciones relacionadas con el manejo de recursos naturales y ecoturismo. (I)