El estilo educativo basado en la sobreprotección, es decir, en el miedo constante respecto a la integridad física y mental de nuestros hijos puede tener consecuencias muy negativas, pues genera ‘niños altar’ o ‘hiponiños’ con baja tolerancia a la frustración y baja autoestima.

En palabras de Boris Cyrulnik, “el exceso de afecto no es una plenitud, antes, al contrario, es una prisión que provoca una especie de carencia”, pues termina siendo una especie de prisión afectiva. Quien no puede desplegar sus alas queda incapaz de volar a ningún lado.

El embotamiento afectivo -sobreprotección- no es tan distinto de abandonar a un hijo dentro del propio hogar, dejándolo conectado, “funcionando”, pero sin sostén emocional. Este estilo educativo los adormece, les impide el deseo, echa por tierra el placer de explorar, asfixia los intentos de aprendizaje de la vida cotidiana y los hace creerse el centro del mundo, pero sin posibilidades de salir de sí para el encuentro con el otro. Luego también se les dificultará amar.

Al final esto deja un rencor e ira hacia quien impidió desarrollarse, los padres o el cuidador, por el impedimento de no saber desempeñarse en la vida como hubiese debido hacerlo.

Quienes han sido mal amados por esta sobreprotección terminan siempre por aumentar sus comportamientos autocentrados: balanceos, autoagresiones, masturbaciones, consumos de sustancias, promiscuidad sexual. Viven angustiados.

Ellos piensan: “no me han equipado para la vida… me lo han dado todo y no he logrado hacer nada con ello”. Además los padres suelen enrostrarles: “no te ha faltado nada y mira lo que has hecho con todo eso”. Aumentando el sentimiento de culpa por su “inutilidad”.

Y ante este sentimiento de devaluación de sí, actúan agrediendo a los que tienen cerca, a sus padres, quienes fueron los causantes de su falta de herramientas o a sí mismos, autoagrediéndose, por la frustración que les causa no salir adelante. Sentimientos de ira o rencor hacia sus padres o cuidadores aumentan esta angustia o agresividad que dificulta el despegar hacia la autonomía o hacia la plenitud emocional.

En vez de preparar a sus hijos para el camino, estos padres preparan el camino para sus hijos. Este estilo educativo es engañoso porque luce como protección, pero en realidad es una forma de maltrato. La sobreprotección no es una forma de amar sino de generar violencia. (O)