Cuánto bien puede hacer un masaje cuando tenemos músculos adoloridos. Lo único que tenemos que hacer es acostarnos, relajarnos y dejar que el masajista haga su trabajo. Los resultados suelen ser inmediatos.

Pero cuando lo que nos duele son nuestras heridas emocionales o nuestras relaciones personales, necesitamos un tipo de terapia que requiere de nuestra participación para obtener el alivio y los resultados que esperamos. Esta es la terapia psicológica.

Para empezar, se requiere en primera instancia que el terapeuta haga una “alianza terapéutica” con el cliente. Es decir, que se establezca entre ellos confianza y seguridad para que el paciente pueda sentir que no es juzgado y que su vulnerabilidad puede ser expuesta con toda libertad.

Luego se abre un espacio en donde el paciente contacta con su historia, con sus problemas y el origen de estos e identifica cuáles son sus verdaderas creencias, razones o emociones que intervienen en su malestar. Cuando empieza a expresarlas, se da cuenta de cuáles son aquellas que debe transformar, salen a la luz sus lados ciegos, aquello que antes no había visto de sí mismo o que había evitado inconscientemente.

Se produce algo que se llama “insight” o el “darse cuenta”. Luego continúa un camino de crecimiento que por mi profesión tengo el privilegio de ver ante mis ojos en muchísimos momentos terapéuticos

Las nuevas respuestas que deben encontrarse suelen estar en el interior de cada uno. Ahí se albergan esa sabiduría y esas capacidades que deben ponerse en marcha para dar paso a nuevas y mejores formas de afrontar la vida.

Hemos sido llamados a ser felices, a vivir una vida en abundancia. El proceso terapéutico es un medio o un camino hacia esa plenitud, pero no es un “masaje” que funcione sin nuestra participación, o en pocos días o sesiones. Cada ser humano es un misterio que toma tiempo desentrañar. (O)