La novela El coleccionista de sombras es, quizá, la obra más personal e íntima del escritor ecuatoriano Javier Vásconez, tanto por la trama como porque es una viva reflexión sobre el sentido de la escritura, la lectura y la literatura. También sobre la ciudad donde habita y sus obsesiones como creador.

El nuevo libro del narrador quiteño, autor de títulos ya clásicos de la literatura ecuatoriana (El viajero de Praga, La sombra del apostador, entre otros), tiene como protagonista al propio Vásconez, quien recibe el encargo de hacer una crónica sobre una casa, lo que se convierte en detonante para que investigue no solo sobre aquella vivienda, sino sobre la vida de su propietario, el conde Aldo de Velasteguí, su esposa Denise y demás personas. Es el pretexto para que el escritor personaje indague, recuerde y tienda nexos con sus propias obras y con libros de otros autores, siempre a manera de homenaje, pues es un devoto de la gran literatura universal.

Javier Vásconez es el autor de 'El coleccionista de sombras'.

El escritor real Javier Vásconez nos propone esta vez un libro en el que Vásconez, el personaje de ficción, escribe y condimenta su escritura con recuerdos del Vásconez real. Es un juego literario.

La novela, de 218 páginas, fue editada en España por la editorial Pre-Textos. Trae en la portada una vasta biblioteca, una imagen que nos adentra en el mundo de los libros, de la palabra y de la incendiada imaginación. La obra transcurre en diversos planos: el que vive el solitario escritor personaje, que padece de insomnio y bebe whisky o café, coetáneo de los personajes que investiga y con los que se relaciona (es mucho lo que se imagina o intuye de ellos) y el de sus recuerdos, como los lejanos de su infancia. La ciudad, sus lugares nocturnos y el talante de una sociedad que se ha dejado permear por la corrupción, en la que habitan vampiros contemporáneos, que no beben sangre sino dinero, están descritos en este libro.

El coleccionista de sombras es una novela sosegada, en la que los acontecimientos más bien son lentos, y lo que destaca es esa capacidad del narrador personaje (y por puesto del autor del libro) de mirar, de recordar y de reconstruir y describir nítidamente lo vivido o lo imaginado. (O)