El 26 de septiembre se cumplirá el primer año del fallecimiento del escritor Eliécer Cárdenas Espinoza, uno de los grandes narradores ecuatorianos surgidos en la segunda mitad del siglo XX. Un lugar común entre los lectores y entre un sector de la crítica ecuatoriana ha sido considerar a Polvo y ceniza como la única obra señera de este autor cañarense. Incluso en ocasiones se cataloga a la pieza que narra la historia del bandido Naún Briones como el inicio de la trayectoria novelística de este creador.

Pero antes de Polvo y ceniza (1979), Eliécer Cárdenas publicó la novela Juego de mártires (1976), con el aval del Departamento de Difusión Cultural de la Universidad de Cuenca. En la contraportada de la obra, de 171 páginas, se menciona que la escribió entre 1972 y 1973, “amalgamando el multitudinario desencanto de la experiencia populista ecuatoriana en un medio semirrural, con la tradición agónica de la religiosidad dentro de un marco de caciquismo cantonal encadenados por el juego visionario de una niña epiléptica”.

En la década de los 70 surgieron nuevos narradores en el Ecuador, entre los que se cuenta el autor cañarense, en tanto que en el mundo de habla hispana resonaban los autores del boom latinoamericano. ¿Cuál es el juego que plantea Juego de mártires, la primera novela escrita por Cárdenas cuando apenas se instalaba en la veintena de años? Son infinitos los interrogantes que genera la lectura de esta obra, en la que se entrelazan distintas temporalidades, con lo cual, a la par que se narran individualidades, se presenta un abanico amplio de la idiosincrasia de los habitantes de un territorio y acaso de la sociedad ecuatoriana, en el que no están ausentes el poder usado a conveniencia, el clasismo y el peso de la tradición.

Leí Juego de mártires con ocasión de un homenaje que se alista para Eliécer Cárdenas, bajo la dirección del doctor Fausto Aguirre. Se trata de la lectura crítica de la extensa obra literaria del autor ecuatoriano, fallecido en 2021. Una tarea tan profunda como necesaria en un país que poco reconoce a sus escritores.