Al inicio de cada año se suelen mencionar propósitos para los meses venideros. Sin embargo, hoy quiero evocar la vida de una narradora singular, que nos legó hermosas páginas de la literatura en portugués: la escritora brasileña Nélida Piñón, quien falleció el pasado 17 de diciembre, a los 85 años.

Nació en 1937, en Brasil, de padres españoles. Estudió Filosofía en la Universidad de Río y, posteriormente, en las universidades de Columbia y John Hopkins. Fue la primera mujer en presidir la Academia Brasileña de las Letras. En 1995 obtuvo el Premio Juan Rulfo y en 2005 el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Era una intelectual, una creadora, un ser memorioso, que siempre tuvo en su cabeza sus orígenes gallegos. Lo narra en la imprescindible novela La república de los sueños, que es la historia de la migración de sus ancestros españoles a Brasil. “Ningún otro libro está tan íntimamente asociado a mi origen, a mi familia. No lo podría haber escrito si no hubiera nacido en una familia española y gallega, si no hubiera tenido un abuelo llamado Daniel que me ofreció Brasil en el momento de irse a aquella tierra a finales del siglo XIX, si no hubiera atravesado el Atlántico con 13 años y una familia que me regalaba el imaginario americano con el que tendría que convivir el resto de mis años; una familia que me ofreció la lengua portuguesa para expresar la vida, los sentimientos, las carencias”, dijo en un coloquio. Esta declaración puede leerse en el libro Nélida Piñón, la seducción de la memoria, un volumen que pertenece a la colección Cuadernos de la Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey, editado en 2006.

A finales de 2011, Nélida Piñón vino a Quito, invitada a una feria del libro. Estuvo en una sala enorme, conversando con el escritor Javier Vásconez. Esa tarde granizó. La gente se guardó en sus casas. Pocas personas oyeron su participación. Traigo a la memoria la entrevista que le realicé esa fría tarde quiteña y la calidez que descubrí en esta mujer devota de los afectos y de Machado de Assis. Lamento su partida. Celebro su legado literario y humano. (O)