La crisis global creada por el coronavirus nos ha tenido sitiados por todo un año. Durante este largo periodo hemos tenido que adaptarnos y someternos a toda clase de limitaciones, necesidades y pérdidas (de libertad, de trabajo, de oportunidades, de seres queridos). El temor al virus ha desconfigurado nuestras vidas. Nos hemos acostumbrado a vivir bajo continuo estrés, a que las reglas del juego cambien de un día para otro, a que la inseguridad y la incertidumbre sean componentes básicos de nuestra vida diaria y de nuestra visión sobre el futuro.

Hemos sobrevivido a esta primera etapa de la guerra con muchos miles de bajas y a un altísimo costo económico. Para la siguiente fase se supone que vamos a estar mejor preparados físicamente, con la vacunación. El enemigo, por su parte, ya se fortaleció y seguirá mutando, esa es su forma de sobrevivir. ¿Es así como será nuestro futuro? ¿Un eterno juego de gato y ratón? El estrés sería inmanejable. Y sabemos que el estrés debilita el sistema inmunológico, nuestra principal defensa natural contra el virus. Seguiremos en el combate por medio de la ciencia, pero además debemos utilizar una cualidad que es exclusiva del ser humano y que es inmune al virus: la capacidad de fortalecer nuestra mente y así, mediante el control mental, neutralizar el estrés.

El primer paso es pensar positivamente, realistamente, sensatamente; no dar espacio a pensamientos pesimistas, debilitantes o exageradamente críticos. Esto no quiere decir que hay que llenar la mente de fantasías y utopías sino siempre tratar un tema por el lado en que podría resolverse con más beneficios que agravios. Además, ser mentalmente fuertes no significa negar los sentimientos; reconocer nuestras emociones, aun aquellas que nos entristecen, nos ayuda a enriquecer nuestro mundo interior y nos prepara para desarrollar solidaridad hacia nuestros semejantes, algo tan necesario en estos difíciles momentos.

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Finalmente, nuestras acciones deben ser concordantes con nuestros procesos internos, de tal manera que exista una continua coherencia entre nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar, proporcionándonos más seguridad, autoconfianza y determinación. Una mente fortalecida, clara y creativa, guiada por el sentido común, es el mejor apoyo defensivo que le podemos ofrecer a nuestro organismo. (O)