La ceniza volcánica consiste generalmente en partículas sólidas de roca cristalina y vidrio de unos pocos milímetros, que se crean cuando se fracciona el magma. Además, las erupciones liberan grandes cantidades de dióxido de carbono y azufre, que se condensan, junto con el polvo, en espesas nubes negras de humo.

El polvo de ceniza puede causar una tos seca, dificultades al respirar, ojos llorosos y enrojecidos, picazón en la nariz y frecuentes estornudos.

Entre más pequeñas, más peligrosas

Cuanto más pequeñas son las partículas liberadas, más dañinas son las cenizas. Las partículas más grandes pueden causar tos cuando se inhalan, pero no penetran más en el cuerpo porque son atrapadas antes por la membrana mucosa.

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Las partículas más pequeñas pueden penetrar en los bronquios. Desde allí, son transportadas nuevamente hacia arriba, a través de los pequeños pelillos del llamado epitelio ciliado, y se expulsan con la tos. No obstante, partículas más pequeñas, por debajo de los 4 micrómetros, podrían penetrar profundamente en los alvéolos y causar daños duraderos a los pulmones.

Las personas con problemas pulmonares o asmáticas deben tener especial cuidado. Sin embargo, no se esperan daños graves en adultos sanos. Eso sí, se recomienda evitar pasar mucho tiempo al aire libre y, en esos casos, usar una máscara.

Incendios forestales en Australia: "peligro inmenso"

Según las autoridades sanitarias, el aire contaminado por los incendios forestales en Australia también ofrece motivos para inquietarse. El humo acre es particularmente irritante para el tracto respiratorio superior e inferior. "Las membranas mucosas pueden irritarse de manera aguda porque el humo contiene altas concentraciones de polvo fino y gases tóxicos", explica el neumólogo Leif Sander, del hospital universitario Charité, en Berlín.

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Los pacientes pueden sufrir de tos y eventual falta de aliento, secreción nasal y ojos llorosos. Dependiendo de qué tan intenso sea el fuego y qué tan cerca estén las personas de él, también puede tener lugar una intoxicación por humo.

Probablemente por el efecto de estos factores de intensidad y distancia, expertos predijeron rápidamente que el humo de los incendios que afectan Australia y que se visualizó en Chile y Argentina la semana pasada, no generaría efectos nocivos para la salud de sus habitantes.

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Particularmente peligrosas considera el médico berlinés las partículas con un tamaño de menos de 2,5 micrómetros, pues podrían ingresar a los alvéolos y, posiblemente, también a la sangre, desde donde pueden causar daños a largo plazo.

Se sabe, por las regiones del mundo donde todavía se cocina mucho a fuego abierto, que las personas allí desarrollan enfermedades similares a las personas que están expuestas a cargas de tráfico muy altas o que fuman cigarrillos.

Riesgo para embarazadas, niños pequeños y asmáticos

En adultos sanos, se supone que los pulmones pueden regenerarse con el tiempo tras una exposición aguda al humo, aclara Sander. Pero "recomendaría que las mujeres embarazadas y las personas con niños pequeños se alejen del área si es posible", acota. Los adultos, especialmente aquellos con enfermedades pulmonares crónicas, deben usar respiradores especiales que los protejan contra el polvo fino.

En tales situaciones, los asmáticos pueden sufrir ataques con falta de aire. También corren riesgo los pacientes con EPOC o enfermedades pulmonares obstructivas crónicas (como bronquitis, enfisemas o fibrosis pulmonar), así como pacientes con enfermedades cardiovasculares crónicas.

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Además del humo, el calor extremo también afecta a las personas en Australia. El humo sumado al calor constituye "un inmenso peligro para la salud", advierte Sander: "Las temperaturas extremas son una carga adicional, especialmente para pacientes con enfermedades crónicas". (I)