Si busca en Twitter #Homero2019, rápidamente podrá darse cuenta del movimiento que Pablo Maurette, uno de los invitados a la Feria Internacional del Libro de Guayaquil, ha iniciado en esta red social. Cientos de usuarios participan activamente en la lectura del autor de La Odisea  y  se acompañan virtualmente mientras lo comentan con esta etiqueta. 

“La primera mitad del año, leímos La Ilíada (un canto por semana). Desde el 1 de julio se lee La Odisea, también un canto por semana. Vamos por el canto 12”. En una entrevista con La Revista, días antes de su llegada a Guayaquil, Maurette explica cómo nació esta estrategia literaria en redes sociales. 

Maurette participará este jueves 26 de septiembre en un coloquio sobre su obra, a las 20:00. Y, el sábado 28, participará en la mesa ‘Literatura y redes sociales’, a las 17:00, junto con María Paulina Briones y Miguel Muñoz.

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Te uniste a Twitter en 2017 y, en 2018 arrancaste con la lectura de los clásicos, ¿abriste tu cuenta con ese objetivo específico? 

Sí, me uní en 2017. Había tenido cuenta de Twitter antes y la había cerrado porque no encontraba sentido en la red social y me parecía una pérdida de tiempo. Anticipando la publicación de mi segundo libro, La carne viva, en 2018, y alentado por mi editora, volví a Twitter. Pero no fue con la idea de armar lecturas colectivas. Eso pasó de manera totalmente espontánea, cuando a fines de 2017 anuncié que empezaría el 2018 leyendo La divina comedia a razón de un canto por día y la propuesta se viralizó.

Ese efecto de ‘segunda pantalla’ suele darse con eventos televisivos masivos (la gente sintoniza cierto programa y lo comenta en su celular), ¿cómo surgió la idea de trasladarlo a los libros?

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La idea era que una o dos personas se sumaran, nunca imaginé que serían miles en todo el mundo hispanoparlante. Creo que funciona porque a muchísima gente le gusta compartir una lectura con otros y comentar en grupo. Sobre todo con los clásicos, que muchas veces intimidan, la gente siente que, acompañada, puede leer mejor. Las redes sociales permiten la creación de comunidades a distancia. Y las relaciones generadas a partir de lo virtual no son menos intensas, menos afectivas, menos tangibles que las relaciones que surgen de conocerse en persona.

Algunos titulares de noticias y casi todo el contenido de redes sociales están diseñados para lograr un clic fácil de los usuarios. En oposición a todo esto, tú decidiste lanzar una estrategia con clásicos literarios, que muchos solo leyeron ‘por obligación’ en su juventud. ¿Qué motivó esta elección?

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 Soy profesor de literatura y me dedico a la promoción de la lectura en general, pero de textos del pasado (incluso del pasado remoto) en particular. Hubo gente que propuso lecturas colectivas de textos contemporáneos. Si bien me parece perfecto y aliento toda iniciativa de lectura, a mí me interesa más la promoción de los clásicos porque considero que se leen cada vez menos y que mucha gente les tiene miedo, los cree inaccesibles. Estas lecturas colectivas demuestran que, si son clásicos, es porque son perfectamente accesibles y porque lo han sido a través de los siglos.

¿A qué factores atribuyes la respuesta positiva de miles de usuarios que se sumaron a esta lectura colectiva?

En primer lugar: la necesidad, muy humana, de compartir el placer estético y la discusión de lecturas. No hay que olvidar que la literatura nace como actividad comunal, gente reunida alrededor del fuego contando cuentos. En segundo lugar, se trata de textos que todo el mundo conoce de nombre, pero muy poca gente leyó enteros porque les tiene miedo, porque, sola, le da pereza. Pero en grupo, funciona.

¿Cuáles fueron los personajes, o momentos más comentados, por ejemplo, en El Quijote o en La Divina Comedia?

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El infierno de Dante fue intensamente comentado. En especial los episodios de Paolo y Francesca, los amantes asesinados por el marido de ella. O el episodio de Ulises. En el Quijote se habló mucho de Sancho, el personaje favorito de los lectores. De todos modos, la participación fue y es siempre bastante sostenida. 

Como educador e investigador, ¿qué conclusiones has podido tener de este ejercicio social/cultural/virtual? 

Lo que más me interesa de estos experimentos es la posibilidad de salir de la Academia. Las lecturas colectivas muestran que hay miles de personas con inquietudes literarias, culturales, y que no están en la universidad y no se dedican a estas cosas. La posibilidad de llegar a un público masivo con grandes obras compuestas hace cientos, o miles de años, me parece absolutamente genial. 

Revisando el hashtag noté que la narrativa abandonó en cierto punto el libro y los usuarios compartieron además memes e ilustraciones. ¿De qué manera crees que estos elementos enriquecen el texto original y la conversación?

Me encanta ese aspecto multifacético de la lectura. Cada uno participa a su manera. Hay quienes suben ilustraciones, música, videos, memes, GIFS. Cerrarse a esa variedad sería absurdo y empobrecería la experiencia. Hay usuarios que hacen cosas geniales con los memes y los GIFS, que son manifestaciones muy ricas del ingenio popular y que muchas veces transmiten intuiciones muy profundas sobre ciertos personajes o situaciones en la obra en cuestión.

¿Qué le dirías a quienes sienten que los clásicos son una lectura ‘pesada’ o ‘difícil’, ¿de qué se están perdiendo?

Les diría que hagan el esfuerzo. Que nada bueno en la vida viene sin esfuerzo. Y que van a ser recompensados. Porque los clásicos, los hayamos leído o no, han configurado la cultura occidental de la que todos participamos. Conocerla, o reconocerla, enriquece considerablemente la experiencia en general.

¿Cuál será tu participación en la Feria del Libro de Guayaquil? 

Participaré de una mesa redonda sobre precisamente este tema y voy a hablar de mis libros de ensayos, La carne viva (2018) y El sentido olvidado (2015). 

Los ensayos de Maurette

Por Cecilia Ansaldo

El ensayo es pura literatura. La voz que en otros textos narra, dialoga, revela, en el ensayo piensa, medita, comparte con lucidez el producto de una etapa reflexiva. Poco a poco se ha venido situando en el gusto lector, al punto de que monografías de graduación y tesis académicas están en el origen de esta clase de libros. Ensayos son los dos títulos de Pablo Maurette, saludado el primero por el maestro y filósofo Burucúa como plataforma de “ideas robustas con elegancia literaria”.

Es que El sentido olvidado. Ensayos sobre el tacto acusa una originalidad pasmosa. Pasea una mirada conceptualmente armada para demostrar que el mundo proviene de un dominio del ojo sobre los demás sentidos y que posterga al tacto al último lugar. Por eso rastrea en huellas de la cultura los testimonios de lo táctil, desde los poemas homéricos hasta en las actividades manuales que podrían hacer pensar en una ocasional preminencia de ese sentido, como en la filosofía de Epicuro. Pero quien dice tacto, dice piel, sensibilidad de todo el cuerpo. El capítulo dedicado a la historia del beso parte de antiguo, descubre textos renacentistas para terminar demostrando que “la piel determina la psiquis”. Los ensayos se eslabonan en una sola cadena, pero se pueden leer de manera independiente. Y una vez precisado que somos “carne viva”, Maurette pasa a su segundo libro titulado así precisamente, para abarcar en cinco trabajos depuradísimos el afán de recoger cómo se ha contestado a la pregunta de qué da y quita vida a la carne, y cómo ese afán explica, para algunos,  los conceptos de alma y espíritu. Por sinécdoque, si “allí donde no había nada de pronto aparece algo”, tal vez podamos entender la creación artística. 

La figura de Maurette como impulsor de la lectura digital, es otra cosa. Como escritor, este par de libros lo representa brillantemente.