Y el Óscar es para... Green Book. Así concluyó el pasado 24 de febrero la ceremonia de los premios de la Academia. Y es una decisión que no ha estado libre de polémicas, no solo porque había un puñado de películas de calidad superior (La favorita, BlackKklansman, Roma, Vice), sino también por la ligereza con la que se toca un tema tan delicado y actual como el racismo.

Pero empecemos por el principio. Green Book está basada en la historia real del pianista y compositor Don Shirley (Mahershala Ali) y Tony Vallelonga o Tony Lip (Viggo Mortensen) en el viaje que compartieron juntos por el sur de los Estados Unidos durante una gira del músico. Cuando lo conocemos, Tony es un “supermacho” que trabaja en un club nocturno, que se las ingenia para conseguir dinero extra y ve con cierto recelo a los negros. Esto queda en evidencia cuando llega a su casa y unos trabajadores se están despidiendo, su esposa les ha brindado un vaso de agua y él bota los vasos a la basura luego de que los hayan usado. Cuando el club en el que trabaja cierra por reparaciones, le ofrecen el trabajo de ser el chofer de Shirley, un hombre culto, excéntrico, negro y gay. Todo lo contrario de Tony. Aunque al principio lo rechaza, termina aceptándolo y juntos empiezan un viaje que los cambiará a ambos.

La comunicación entre ambos no es fácil, pero las situaciones por las que pasan los hacen tomar conciencia de que tienen en común más cosas de las que creían y que al final los dos son simplemente seres humanos. Por ejemplo, Tony le enseña a Shirley a comer pollo frito, juntos escuchan a Little Richard y Aretha Franklin, y Shirley ayuda a Tony a escribir las cartas que regularmente le envía a su esposa.

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Aunque la película dirigida por Peter Farrelly (sí, el mismo detrás de comedias como Loco por Mary y Tonto y Retonto) es entretenida y busca transmitir este sentimiento de “buena onda”, se queda en lo superficial de la relación entre los dos hombres. Más interesante es la hipocresía reflejada en la sociedad de blancos cultos que por un lado aplauden al pianista y disfrutan con su música, pero por el otro le impiden comer en los mismos restaurantes que ellos o usar el mismo baño. Una vergüenza histórica pero real. Tony es testigo de esto y le tiende la mano a Shirley. No quiero caer en el spoiler del resultado final de esta pequeña odisea entre los dos...

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Afortunadamente, Green Book cuenta con dos grandes actores al frente, que llevan el peso de la película con una naturalidad y química envidiable. Ali ganó el Óscar por su actuación y Mortensen también estuvo nominado por su papel. Mientras uno está viendo la película, la relación entre ambos personajes es creíble y entrañable, pero cuando uno sale del cine y piensa en el filme con cabeza fría, se da cuenta de que ha visto sí, una película bonita pero superficial.

El triunfo de Green Book en la pasada entrega del Óscar tiene un sabor agridulce. Como cuando la Academia decidió premiar a Crash sobre Brokeback Mountain o Driving Miss Daisy sobre Do The Right Thing. Parece que después de todo, Hollywood no es tan progresista como parece. (O)