He conocido a un joven que tiene muy bien planteado su camino, para no hablar de su talento. Desde los 6 años entró al Conservatorio Nacional de Quito porque ya entonces se adivinaba su aptitud y amor por la música, de donde se graduó a los 15 como bachiller técnico en piano. Luego de niñez y primera juventud dedicadas al piano, sintió que la creatividad se le estaba agotando y tuvo dudas sobre su vocación. Su madre le hizo entonces el mejor regalo, un acordeón pequeño, a ver si con un nuevo instrumento se renovaba el cariño por la música. Y en efecto así fue, amor a primera vista, creándose una conexión.

Pedro Saad Gamayunov entró a la UTLA a estudiar Composición musical, pero no lograba encontrar un maestro de acordeón en Quito, además  le urgía un ambiente nuevo, que lo inspirara culturalmente. Decide entonces viajar a Córdoba, donde ingresa a la UNC a cursar Licenciatura en Composición Musical.  

Pedro se inclina a dedicarse profesionalmente al acordeón por “el gran nivel de expresividad del instrumento, que no mucha gente ha explotado. Pocos le buscaron la vuelta como instrumento solista. Pianistas existen muchos, guitarristas existen muchos, pero con el acordeón hay que inventar cosas en el camino. Es un reto porque no existe una academia estable, es una selva virgen por explorar”, me dice Pedro. 

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Durante un festival de acordeón en Argentina, al que es invitado a tocar, conoce a Alexis Balanowski. En él encuentra por fin al anhelado maestro. Ahora aprende de Alexis, además de que enseña acordeón a niños y personas de la tercera edad en la escuela de música de su maestro, con lo que se ayuda a mantenerse como estudiante en una ciudad donde no tiene familia; además, el afinamiento de su instrumento es bastante costoso.  

“El piano me dio las herramientas básicas musicales, pero con el piano lo que importaba era el concierto, no lo disfrutaba como proceso, valía  que el resultado final fuera lindo. Con el acordeón el camino que transito es hermoso, sin importar tanto el concierto. No puedo esperar victorias como lo hacía con el piano. El aceptar el fracaso por haber iniciado tarde con el acordeón me hace enfocar en disfrutar el proceso sin concentrarme tanto en los resultados”.  

Pedro explica que el acordeón no es un instrumento de academia estrictamente, es más bien folclórico, a pesar de que en sus inicios se usara para interpretar música sacra. “Casi todos los países del mundo tienen en su folclor el acordeón, la única forma verdadera de aprender sabores y colores del instrumento es meterte en la mayor cantidad de folclores que puedas. Mi repertorio es eso, lo que implica ir a muchos países, a muchos folclores, sonoridades, ritmos”.

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Y Pedro es un poco como su acordeón, una mezcla rara de varias nacionalidades; la música que interpreta tiene rasgos de su crianza: madre rusa, padre ecuatoriano de abuelos de Guatemala y del Líbano.

Próximos shows: Quito: Café Libro (marzo 7, 20:00) y Casa Tomada (marzo 8, 20:00).