Durante casi toda su carrera, Cira Robinson, al igual que muchas otras bailarinas negras, ha realizado un ritual: pintar sus zapatillas de punta de ballet para que combinen con su piel.

Lo hizo por primera vez en 2001, cuando tenía 15 años, en un programa de verano de la Dance Theatre de Harlem en Nueva York. La compañía dijo que sus zapatillas tenían que ser color café, no del tradicional color rosa, pero ella no pudo encontrarlas en ninguna tienda, así es que usó pintura en aerosol. “Quedaron crujientes y… ¡asquerosas!”, comentó en una entrevista telefónica.

Años después se unió a la compañía Dance Theatre y empezó a usar maquillaje en vez de pintura. “Iba a las tiendas más baratas y compraba el maquillaje”, señaló, del tipo del que “nunca te pondrías en la cara ya que te la arruinaría. Uno que costaba algo así como 2,95 dólares”.

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Gastaba como cinco tubos a la semana y se lo aplicaba con esponja a doce o quince pares. Tardaba de 45 minutos a una hora en pintar un par, comentó, porque quería estar segura de que el maquillaje penetrara en cada grieta y cubriera cada trozo de la cinta.

¿Le molestaba hacer todo ese proceso? “No conocía otro”, dijo la bailarina, de 32 años.

Ahora Robinson es una artista de alto nivel en Ballet Black, una compañía británica, y ya no tiene que pintar su calzado. En octubre, Freed of London empezó a vender dos tipos de zapatillas de punta para bailarinas negras: unas marrones y otras color bronce.

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Freed no es la primera empresa que confecciona zapatillas de esos colores –la marca estadounidense Gaynor Minden ha estado fabricándolas durante más de un año–, pero su decisión de lanzar este tipo de calzado pone de manifiesto uno de los rituales más peculiares que tienen que realizar las bailarinas negras.

También es un recordatorio de que los bailarines negros son poco comunes en el ballet, en especial las mujeres. Aún tienen muy poca representación en los altos niveles, a pesar de algunas señales de cambio y una mayor conciencia de la necesidad de que exista diversidad en las escuelas donde se forman los bailarines profesionales.

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Las zapatillas no son la única parte del vestuario que recuerda la falta de diversidad en el ballet. En septiembre, Precious Adams, primera bailarina del Ballet Nacional de Inglaterra, planteó la cuestión de las mallas rosas. “En el ballet, la gente tiene ideas muy arraigadas sobre la tradición”, le comentó al periódico Evening Standard de Londres. “Creen que de alguna forma ‘es incorrecto’ que yo use mallas color café con un tutú”.

“Pero quiero lucir lo mejor que pueda en el escenario. No soy daltónica y creo que echa a perder la línea de mi cuerpo”.

Sin embargo, los bailarines no pueden hacer lo que quieran, añadió Adams. Los directores son quienes eligen la indumentaria, y a menudo el objetivo es la uniformidad.

En especial las bailarinas del cuerpo de baile tienen que mimetizarse con todo el grupo. Robinson, de Ballet Black, mencionó que las bailarinas negras no siempre pueden usar zapatillas o mallas color piel porque eso las hace resaltar.

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Comentó que había visto a una solista del Ballet Nacional de Inglaterra usar mallas y zapatillas marrones, en tanto que todos los demás vestían de rosa, “pero era la solista”. (Es diferente en Dance Theatre de Harlem y Ballet Black, compañías que están formadas mayoritariamente por personas negras).

“Queremos romper un poco con la tradición”, señaló Robinson, “pero hay cosas que no podemos cambiar”.

No obstante, las nuevas zapatillas han sido bien recibidas. “No se trata de las zapatillas, sino de quién es parte del ballet y quién no”, señaló en una entrevista Virginia Johnson, directora artística de Dance Theatre. “Es una señal de que el mundo se abre para ti”.

Los fabricantes especializados hacen las zapatillas de punta en forma personalizada para las bailarinas, y estas siempre tienen sus proveedores favoritos. La mayor parte de las bailarinas pasan cierto tiempo adecuando sus zapatillas, sea cual sea su color de piel. A quienes les gustan suaves, las azotan contra la pared varias veces o las aplastan. Hay quienes añaden pegamento para mantenerlas rígidas. También tienen que coser cintas en cada zapatilla para poder atarlas al pie, y en ocasiones tienen que añadir resortes para que se sujeten mejor.

Sin embargo, los rituales de la pintura son un paso más allá.

Johnson comentó que usó zapatillas rosas cuando comenzó a bailar en la década de los cincuenta y que no le dio importancia al asunto hasta los años setenta cuando Arthur Mitchell, fundador de Dance Theatre, decidió que las bailarinas debían usar zapatillas y mallas que combinaran con el color de su piel. Fue entonces cuando Johnson empezó a usar maquillaje para pintar sus zapatillas.

“Era maravilloso estar en el escenario y ser yo misma, el 100 por ciento de mi color”, expresó, “una sola línea, una sola forma, un color en su totalidad”.

Recordó que Capezio ofreció zapatillas color café para Dance Theatre durante un breve periodo, y que después las bailarinas de la compañía teñían sus zapatillas con un producto para zapatos de novia. “Evangeline Shoe Dye”, dijo Johnson. “No me había venido a la cabeza ese nombre en años”. Pero desde 2012, la mayoría de las integrantes pintan sus zapatillas con pintura acrílica, señaló Johnson. El maestro de vestuario de Dance Theatre mezcla colores para igualar el tono de piel de cada bailarina.

Algunas bailarinas de la compañía todavía usan maquillaje. Ingrid Silva ha publicado videos en YouTube dirigidos a las bailarinas jóvenes en los que demuestra la forma de pintar las zapatillas.

“Mucha gente se queja: es un proceso lento y costoso”, señaló Silva. “El frasco del color marrón ébano de la marca que yo uso, Black Opal, cuesta 11 dólares, y con eso puedo pintar tres zapatillas”. Como pintaba un promedio de dos pares de zapatillas a la semana, esto significa que gastaba 770 dólares al año en maquillaje para zapatillas, un monto significativo si se consideran los bajos sueldos de los bailarines. (Black Opal recientemente empezó a surtirle los productos gratis).

Silva, quien es brasileña, comentó que las nuevas zapatillas para bailarinas negras eran un avance positivo, pero que se necesitaban más tonos. No puede usar las zapatillas Freed porque no son de su color ni de su estilo, comentó. Esto se suma a las solicitudes en el mundo de la belleza de gamas más amplias de maquillaje que reflejen los tonos de piel. (El año pasado, Rihanna presentó Fenty Beauty, una línea de maquillaje que ofrece cuarenta colores para satisfacer esa demanda).

Las zapatillas solo representan uno de los problemas, afirmó Silva. “Hay muchas más cosas que el mundo de la danza tiene que aprender”, añadió, “empezando con que las compañías contraten más bailarines negros”.