“Cuando se busca recomponer algo, no significa que el original no fuera suficientemente bueno. Significa que te interesa tanto que te sumerges en la pieza y aprendes mucho más sobre ella de lo que sabías antes. Y creo que eso enciende la cabeza de un compositor para que desee recomponer una partitura”, comentó el músico Ólafur Arnalds al referirse a las motivaciones que, en 2012, hicieron que el compositor alemán Max Richter se atreviera a recomponer e reinterpretar las famosas Cuatro estaciones del artista barroco Antonio Vivaldi.

“Max ha tomado elementos claves de la pieza. Algunos permanecen intactos y otros han sido completamente destruidos, pero lo hizo todo con el respeto que merecía y por eso accedí a colaborar con él”, agrega el violinista Daniel Hope, quien también aparece en el documental sobre este proceso creativo musical y que fue dirigido por George Scott.

“Hay muchas palabras para describirlo y el verbo recomponer se ha empleado por siglos. Vivaldi fue el primero en reciclar para sí mismo Las cuatro estaciones. Bach y Handle también lo hicieron con otras piezas”, explica Richter, quien hoy reside en Berlín después de vivir varios años en Inglaterra. Su lenguaje posclásico para este trabajo obtiene inspiración de la música electrónica, punk y el rock psicodélico y se ha esforzado por dejar claro que su objetivo nunca fue vulnerar o violentar el trabajo de Vivaldi, sino simplemente verlo bajo una nueva luz creativa. Su proyecto nace de la admiración que cultivó desde su infancia hacia el músico italiano.

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Max es uno de los compositores contemporáneos más celebrados y también uno de los más prolíficos, pues ha creado ballets, óperas, obras, instalaciones en video y varios álbumes.

La razón para ‘recomponer’

¿Cómo llegó a concebir este proyecto? De acuerdo con el compositor, varios factores se juntaron. Richter había pasado algunos años meditando en lo que define como ‘la naturaleza problemática de Las cuatro estaciones’.

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Por un lado, dice, es una pieza maestra revolucionaria y maravillosa de la cual se enamoró cuando era niño, pero también la escuchaba sobre todo en los lobbies, en el teléfono, en la televisión, en los centros comerciales, y eso lo decepcionaba. “Así que pensé que tal vez era el momento correcto de reclamarla, de redescubrirla para mí mismo y de llevarla por un nuevo camino en el paisaje musical que todos conocemos”.

Entonces, inició con un proceso de remix, pero pronto se dio cuenta de que sería imposible reinventarla bajo esa técnica y que tendría que reescribirla.

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“Muchos de mis colegas músicos entendieron mi impulso de revisitar este material. Y en cuanto a la audiencia, algunos lo aman, otros lo odian, pero no puedo tomar responsabilidad por sus opiniones”, dijo Max en el programa Insight Germany.

Ese es también un aspecto relevante de este trabajo: los efectos que provoca en quien lo escucha, pues la memoria del oyente cae en un juego al querer apegarse y revivir la melodía original, pero de repente es testigo de cosas inesperadas que pueden disgustarlo o encantarlo.

Sin embargo, está claro que la esencia de la música de Vivaldi permanece. “Tal vez tiene que ver con mi actitud hacia la partitura original, yo amo la composición original y quise que ese universo se sintiera reconocible, así que todo el ADN de Vivaldi permanece intacto: la idea de una composición dinámica y las hermosas melodías siguen allí, solo que tal vez están reconfiguradas y traducidas a mi propio lenguaje musical”.

Richter lo compara con un experimento: introducir moléculas de Vivaldi en un tubo de ensayo, agregar muchos otros elementos y esperar la explosión. En este proceso descubrió que la música de Vivaldi es modular, que tiene patrones y que guarda una conexión con el movimiento contemporáneo minimalista del cual él se siente parte.

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Aunque existen varios elementos digitales y electrónicos, los cuales eran inexistentes en la época de Vivaldi, la recomposición de Richter demostró que también puede ser interpretada fuera de un estudio de música para audiencias en vivo. Su primer concierto fue en el Centro Barbican de Londres, junto al ensamble Britten Sinfonia, bajo la dirección de André de Ridder.

“Si este trabajo lanza a la audiencia a la composición de Vivaldi con unos nuevos oídos, entonces he cumplido mi plan: me complazco de que se reenamoren nuevamente del original”.

Vivaldi y sus estaciones

Le quattro stagioni (en italiano) es un grupo de cuatro conciertos para violín escrito en 1721. Fueron publicados cuatro años después en Ámsterdam junto con varios poemas que evocan acontecimientos de la naturaleza y que intentaban explicar aquello que el compositor quiso transmitir en cada una de las partituras. Cada soneto se divide en tres secciones que corresponden a un movimiento en el concierto.