Msc. Rafael Montalván Barerra
Especialista en lengua y literatura

El teatro leído es reconfortante. Y más cuando toca una temática que es actual en estos días de consumismo extremo y afanes por parecer generosos, así sea con el aporte material de otros. 

‘La dama meona’ (Premio Nacional de Teatro, 1976), de Martínez Queirolo, toca el asunto: un llamado de atención contra quienes, so pretexto de socorrer a personas vulnerables, hacen caridad con dinero ajeno. Se trata de una pieza cuya “estructura dramática se caracteriza por una crítica social irreverente”, como reza parte del veredicto que la declaró ganadora.

Publicidad

Parece una historia recién escrita, allí encontramos a personajes que poco se diferencian de los de ahora. En la actualidad, dentro de la fauna hipócrita que se identifica por hacer caridad con dinero ajeno, está la vinculada a ciertas instituciones educativas, cuya visión no es clara en estos casos cuando se aproximan las fiestas de diciembre y quieren agasajar a los niños pobres, a las madres solteras, a los hijos sin techo, a los padres sin diezmos, a los abuelos desamparados, a los cocineras sin utilidades de su patrón, a los conserjes desposeídos, a los guardias privados explotados,…, en medio de una parafernalia exagerada y ridícula, donde permiten que algunos de sus colaboradores pretendan aparecer como dadivosos.

Claro, presionando, de una u otra manera, a los ingenuos y bienintencionados alumnos para que donen aunque sea un pan: “¡Caridad es virtud que debemos/ practicar siempre en todo lugar!/ En el aire, en el mar, en la tierra:/ caridad, caridad, caridad!”, como se lee con sarcasmo en ‘La dama meona’. Su lectura nos permite enfrentar a los meones y su manipulación.  (O)