Trece cuentos, escritos en 115 páginas, forman Pelea de gallos, de la ecuatoriana María Fernanda Ampuero, libro que desde su publicación en España, el pasado marzo, por la editorial Páginas de Espuma, ha logrado repercusión y se ha convertido en uno de los triunfadores del año que termina: consta entre los 10 mejores libros de ficción de 2018 en la lista elaborada por el crítico Jorge Carrión para The New York Times en español (en 2017 él destacó Humo, de Gabriela Alemán, entre los 40 mejores). También obtuvo el Premio Joaquín Gallegos Lara, que otorga el Municipio de Quito. Es el primer volumen de cuentos de Ampuero, guayaquileña radicada en España, y conocida, sobre todo, por su trabajo como cronista, que ejerce para medios de Ecuador y Latinoamérica. Antes había publicado los libros Lo que aprendí en la peluquería (artículos) y Permiso de residencia (crónicas).

Con Pelea de gallos Ampuero hace un inmejorable debut en la narrativa cuentística, rama que cultiva hace tiempo y que le ha deparado premios (consta, además, en antologías). Y ¿Cómo es este libro? La estructura de los cuentos es clásica. Contadas desde primera o desde tercera persona, las historias son realistas y tienen una narrativa fluida y directa. Tan directa como el título de cada cuento, que se compone de una sola palabra: Subasta, Monstruos, Griselda, Nam, Crías, Persianas, Cristo, Pasión, Luto, Ali, Coro, Cloro, Otra.

En estas narraciones las mujeres sufren violencia. Explícita casi siempre. O soterrada. El cuerpo femenino es un territorio vulnerado, vejado, explotado. Un espacio en el que, por obra y gracia de la violencia, se instala lo abyecto. Lo monstruoso. El dolor. El horror. En uno de los cuentos, por ejemplo, una mujer orina y hace caca sobre su cuerpo, en público, para así convertirse en monstruosa. Y de esta manera salvarse del abuso.

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Los de esta autora son cuentos contados sin remilgos. En ellos las cosas terribles no las hacen las personas terribles, ni desconocidas, ni extrañas, sino las personas en las que una cree, las queridas y cercanas: el padre, los amigos del padre, el hermano. O cualquiera. En estas historias se destruye la noción idílica de familia siempre armoniosa, compasiva, núcleo de la sociedad. O de infancia feliz. Se hacen notar las jerarquías sociales y raciales imperantes. El patriarcado. Los estereotipos. Se cuela en varios de los cuentos un cierto maniqueísmo. No sé si expresamente o sin proponérselo.

Jorge Carrión en su artículo para The New York Times decía que junto con Gabriela Alemán (quien en 2007 integró la selección Bogotá39) y Mónica Ojeda (Bogotá39 de 2017 y cuya novela Mandíbula fue escogida como uno de los 50 libros más destacados de 2018 por el suplemento Babelia, de El País), Ampuero encabeza la emergencia internacional de la literatura ecuatoriana, que tiene rostro de mujer. En los recientes galardones entregados por el Municipio de Quito, el Joaquín Gallegos Lara de novela y teatro también fue a manos de mujeres, al igual que el Premio Isabel Tobar Guarderas de Ciencias Sociales. En realidad, las mujeres escriben desde hace tiempo. Solo que ahora están más visibles. Y ganan premios. Enhorabuena. (O)

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