La película inicia en un tono lento, muy lento que a simple vista podría provocar no verla. Pero hay que darle oportunidad. Se trata del más reciente trabajo del afamado guionista y cineasta estadounidense Paul Schrader, quien se ha ganado respetables lugares gracias a Taxi Driver y Fascinación, ambas de 1976, de Martin Scorsese y Brian De Palma, respectivamente, o de La costa de los mosquitos (1986), de Peter Weir.

El reverendo (First Reformed) es un viaje espiritual tortuoso a través de la degradación y el autoengaño, teniendo varios elementos interpretativos, como el descubrimiento de un alma que había estado allí todo el tiempo esperando solo el reconocimiento. Esa alma en cuestión pertenece al reverendo Ernst Toller (Ethan Hawke), un ministro protestante que trabaja en el estado de Nueva York, en una iglesia cuya edificación se destaca por sus esbeltas agujas, legado de una época pasada del cristianismo estadounidense.

Él se desenvuelve en un orden cívico maltratado, en un pequeño mundo en el que el trabajo es duro, pero que trata de llenarlo con humildad y fe. A medida que se acerca el 250º aniversario de la consagración de la iglesia, algunos turistas –más bien pocos– visitan el templo que guarda mucha historia. Es cuando Toller también hace las veces de guía.

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Son muchas las angustias que lo aquejan. En gran parte por culpa de Abundant Life, la moderna iglesia matriz cercana que acoge a feligreses que transitan entre la fe y la recaudación de dinero para apoyar varias obras “benéficas”. Pero su lucha es también una respuesta a eventos externos. La contaminación y la corrupción que percibe no están solo en su cabeza. Se siente cada vez menos cómodo con el espiritualismo sonriente y de servicio completo de Abundant Life. Esto ha hecho que cada vez más se aleje de las creencias e instituciones que alguna vez lo fortalecieron. Encuentra algo de consuelo en la compañía de Mary (AmandaSeyfried).
Tanto molesta ese materialismo a Toller que lo lleva a decir “esta no es la iglesia a la que fui llamado”. Pasa sus noches en la rectoría en compañía de una botella de whisky y un diario, en el que registra sus pensamientos en un esfuerzo por dominar la angustia y la confusión que lo acosan. El cuaderno se convierte en un registro de su desintegración, mientras la melancolía contemplativa se convierte en desesperación.

Hay que agregar que la salud física de Toller se está deteriorando junto con su estado mental. En uno de esos días aparece Mary, quien le pide al reverendo que asesore a su esposo (Philip Ettinger), un activista ambiental recientemente encarcelado por causas ecológicas. Ella está esperando un bebé y su pareja no soporta la idea de criar a un niño en un mundo que cada vez está peor debido a los estragos medioambientales. La amabilidad y sabiduría de Toller, aunque sinceras, no son suficientes.

Se podría describir lo que pasa de muchas maneras. ¿Crisis de la mediana edad, un colapso psicológico, un despertar político o un reconocimiento religioso? Schrader no sugiere que estas sean opciones mutuamente excluyentes, sino que muestra cómo las tendencias de la experiencia del religioso atormentado se retuercen en una cuerda que lo ata y lo azota, hasta que las acciones extremas comienzan a parecer lógicas e inevitables.

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Schrader tiene 72 años y ha tenido una carrera larga y variopinta, pero definitivamente First Reformed es como un nuevo descubrimiento, una especie de epifanía, que le hace “ojitos” a Diario de un cura rural (1951) de Robert Bresson (1901-1999). Algo que es entendible ya que Schrader ha dicho ser un fiel seguidor y admirador del trabajo del legendario cineasta francés.

El actor

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El personaje de Hawke decide llevar a cuestas un estado de ansiedad. El actor texano compara a su pastor de ficción con John Brown, el abolicionista que recurrió a una insurrección armada para intentar terminar con la esclavitud en el siglo XVII en Estados Unidos; incluso en la película se ve a Toller optar por la violencia extrema. “Es extraño ser un jihadista en el lado correcto de la historia, que es lo que fue John Brown. De cualquier manera, él era un lunático en varios sentidos, pero era un lunático del lado correcto de las cosas. No me parece una coincidencia que Paul Schrader haya situado toda la acción en esta iglesia, que fue como un faro para ese ferrocarril subterráneo”.

A sus 48 años recuerda un episodio familiar que lo conecta con su Toller. “Nunca había interpretado a un sacerdote, pero cuando nací mi bisabuela se sintió absolutamente segura de que yo iba a ser cura. Ella acostumbraba decirme que yo tenía que escuchar el llamado. A mí el tema me petrificaba, porque no quería recibir el llamado para ser sacerdote. Yo quería relacionarme con las artes”. Hawke proviene de una generación en la que la familia de su padre era baptista, su mamá era episcopaliana y su padrastro, católico. “¡Estaba completamente rodeado por fanáticos!” (ríe).

En su juventud, Hawke tomó el fervor religioso que lo rodeaba y lo volcó al arte. “Esa fue la iglesia de mi elección: las películas, los libros, el rock and roll. Ahí es donde encontré la mayor sanidad”, asegura. (A. C. J.) (E)

Fuentes: The Guardian, NYT y agencias.

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