Por: María Inés Plaza Lazo, desde Corea del Sur

Fronteras que dividen a Corea en dos regímenes completamente polarizados son muchas. Sin embargo, son estas la base que construye diálogos entre la dictadura de Kim Jon-un en el norte y el sufragio universal de la democracia liberal pluripartidista en el sur. Es esta última una república ejemplar en Asia Oriental que promueve un dinamismo internacional para el arte contemporáneo, los estudios académicos respectivos y la inclusión de estos en la agenda pública, tanto local como turística.

Lo dicho así, aquí todo tiene su puesto. El panorama urbano abraza el tráfico sin estrés, los rascacielos silenciosos ofrecen mil zonas de wifi a las que uno se puede conectar automáticamente, cientos de líneas de buses y procesiones folclóricas de soldados rodean las fachadas de los palacios de la dinastía Joseon. El aire de las ciudades mezcla el ajo blanco y las flores de otoño definen el aire de la península y sus tres mil islas a su entorno.

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En medio de toda la acumulación que la vida turística coreana produce, levitan las megaexposiciones de arte; estructuradas con presupuestos equitativos otorgados por el gobierno, más la ayuda de patrocinadores internacionales. Mediacity de Seúl, Busan Biennale y Gwangju Biennale son fundaciones autónomas que hilvanan capas de significado para el estado geopolítico actual del país, en donde la producción de obras y discursos de arte demuestran ser más que un simple aporte al embellecimiento local.

Lo impresionante dentro de estos encuentros resulta ser la solvencia con la cual hablar de fronteras no se reduce al trato estético o simbólico del problema real, sino más bien un intercambio acompasado entre el proceso gubernamental y el curatorial. Los diálogos necesarios para el estudio y la introspección del mundo son así otorgados a través de exposiciones. Esta procesión a lo largo de templos, mercados informales y condominios rascacielos que nunca duermen, empieza en la ciudad desde donde se puede cruzar el mar y despertar en Japón, la metropolitana y sus seis playas: Busan.

Mapa psicosomático de Corea

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Al mediodía de un sábado, en el mercado de Jagalchi, donde cientos de pulpillos se venden a la mano, se ven pescadores tajar tentáculos para ser comidos con aceite de ajonjolí, arroz y aromáticas hojas de shiso, mientras los pedazos invertebrados aún se mueven.

El largo pasaje de vendedores y sus desbordantes montones de pescados, conchas y moluscos dan una imagen alucinantemente distópica, como si en el mar se haya quedado sin habitantes. Y es aquí, en esta lúgubre y cándida versión de intensa proximidad, donde la alienación humana y la relación visceral con el mundo resultan catapulta para referirse a la bienal de Busan. Su base conceptual se asienta en territorios (de)formados como resultado de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, manifestando trastornos en la subjetividad humana.

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Piense en Godzilla, en los sueños de fuga hacia martes, espías rusos o la bomba atómica: es a través de estas figuras de la ciencia ficción y fantasías engendradas en regímenes totalitarios que se convierten en los dos pastiches en los cuales se desarrolla un hilo conductor para la exposición curada por los críticos e historiadores de arte Cristina Ricupero y Jörg Heiser. Junto con 66 artistas de todo el mundo se ensanchan en Busan las diversas confrontaciones de territorios divididos.

Figuras mutantes como en el video de Hayoun Kwon, playas tóxicas como en el filme manga del dramaturgo Phil Collins y comportamientos patológicos son abordados tanto a través de obras comisionadas a artistas como a través de obras de otras generaciones, como lo son las de Hito Steyerl (quien dedica su obra a desmantelar corrupciones del mundo y del arte), Chantal Akerman (artista que documenta desde los años a retratos cinematográficos a la clase obrera europea) o Javier Téllez (y sus contemplaciones que reconstruyen y deconstruyen procesos psicoanalíticos a través de ficciones).

Con la serie de trabajos en serie llamada Psycho-Mappings (Mapas de psiquis), Jan Svenungsson produce predicciones no intencionales de desarrollos geopolíticos, basados en mapas actuales. Psycho-Mapping East Asia (2018), la última iteración en este ciclo de trabajos, es una serie de 30 dibujos especialmente producidos para Busan Biennale. El método es engañosamente simple y fundamentalmente analógico. Al seleccionar el mapa político de Corea del Sur, la primera imagen de la serie es una representación fiel del mapa original, utilizando las herramientas necesarias para evitar cualquier error. Sin embargo, la segunda, tercera, cuarta y treintava imagen son cuidadosas copias consecutivas hechas a mano. La distorsión de dichos mapas se convierte en unidades subconscientes.

Divididos Estamos

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Ricupero y Heiser son expertos en teorías de las megaexposiciones. En la universidad de las artes de Berlín (Universität der Künste, UdK) Heiser dirige un programa de maestría titulado Arte y contexto, y es aquí donde nacen las primeras reflexiones acerca de cómo generar un tema específico para una bienal internacional como la de Busan.

Ricupero, portuguesa establecida en París y docente en varias universidades del mundo, como el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), consideró entonces participar en la convocatoria lanzada por el Museo de Arte de Busan, con una propuesta que pudiese ser descrita como antitemática: Divididos estamos (Divided we stand) trata, política e históricamente hablando, sobre territorios divididos.

La lista es, precisamente, muy larga. Con tan solo mencionar el orden mundial después de la Segunda Guerra Mundial, están las divisiones entre India y Pakistán, Sudán, Alemania, antigua Yugoslavia, la antigua Unión Soviética, China y Taiwán, Vietnam, Israel y Palestina, y no menos importante, Corea.

Teniendo en cuenta que las bienales de Seúl y Gwangju arremeten directamente contra fronteras establecidas por conflictos, tanto sociales como ideológicos, la bienal de Busan se concentra, meticulosamente, en adentrarse a los estados mentales de sociedades actuales.

El objetivo de la exposición no es servir como una mera ilustración o comentario al tema principal de los territorios divididos. En cambio, los artistas participantes abordan el tema general desde diferentes ángulos.

La interminable fila de bandas de nailon y metal, como las que utilizan para entrar a migración, asientan 50 metros de instalación hecha por Eva Grubinger, que uno debe cruzar para ingresar al salón de exposiciones, donde directamente los primeros trece minutos del largometraje Europa de Lars von Trier se ha editado como comentario a la política de extrema derecha de países como Alemania, Austria, Francia o Italia.

La Guerra Fría y su renacimiento en el orden geopolítico actual es el enfoque de esta muestra, y pretende, sin mayores pretensiones, funcionar como barómetro social para las artes. La obra de Sunah Choi se basa en observaciones sutiles de los barrios desaparecidos de Busan, Ming Wong relata a través de post-its y apuntes personales una cronología de íconos orientales globalizados como las geishas y karatecas.

Todo lo mencionado se mezcla meticulosamente en instalación a gran escala de Minouk Lim, quien reconstruye un set de televisión, armando un archivo alrededor del sistema de comunicación, de supervisión y sus elementos físicos. On Air (Al aire) reactiva el talk show de los años ochenta que se tomó 453 horas de transmisión televisiva dedicado a juntar

–en vivo– a personas divididas por la frontera, quienes buscaron a través de esta forma de encontrar a quienes no vieron, en vida, nunca más.