Nunca he estado tan equivocado con mi percepción inicial con respecto a un restaurante, como esta vez. El nombre del lugar me parecía un sin sentido, la descripción que vi en Instagram cuando abrieron hace pocos meses, refería a un café, pub, con cocina nacional, internacional, bistro y de autor, es decir, una mezcla de todo, sin identidad. Pero fue un delicioso y agradable descubrimiento.

La última piedra (L.U.P.) es un pequeño y muy acogedor restaurante familiar en el centro comercial La Torre, en la avenida Samborondón. Lleva ese nombre en honor a la madre (Johanna) del copropietario y chef Miguel Yagual, quien es la última hermana de la familia Piedra. La cocina propone creaciones propias, basadas en platos ecuatorianos y de otras partes del mundo.

Su menú no es extenso, tiene algunas entradas para compartir y tan solo doce platos principales que los van cambiando cada dos meses. Eso sí, es bien variado, hay mariscos, pescados, carnes, risotto, costillas, tacos y hasta una variedad de hamburguesa. También cuenta con una amplia lista de cocteles y aunque pocos, buena selección de vinos por copa o botella.

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Comenzamos con el sango valdivia ($ 12), una porción de robalo bañado en una delicada salsa de maíz acompañado de camarones y croquetas de arroz. Es una ingeniosa y acertada mezcla de texturas con sabores locales y la receta italiana de arancinis, que pone al plato en otro nivel.

Luego probamos los camarones encocados ($ 13) y el risotto al funghi ($ 12,50). Ambos platos con un buen balance entre proteínas y carbohidratos. La salsa de coco sobre la que reposaban los camarones, tenía el protagonismo justo para no opacar el delicado sabor del marisco. El risotto servido generosamente con pollo al grill y acompañado de espárragos para generar una textura adicional.

Cuando esperábamos por los últimos platos, salió de la pequeña cocina donde lo habíamos visto, a través de una gran ventana, trabajar con su equipo, el joven (27 años) chef Yagual. El restaurante estaba lleno y pasó mesa por mesa saludando a los clientes y escuchando sus comentarios, lindo gesto que habla de la sencillez del cocinero y del agradable ambiente que se vive en el lugar.

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Llegó la costilla ($ 15), una muy bien lograda preparación que toma 15 horas de cocción y deja la carne que se deshace solo con verla. Viene acompañada de vegetales y una polenta, que pudiera tener mayor concentración de sabor, o estar mezclada con un queso fuerte para que tenga más presencia en el plato.

Al final el boeuf bourguignon ($ 12,50), otra cocción de algunas horas en vino tinto, que deja gran sabor y textura a la carne. Viene con papitas cocinadas y una rodaja de pan campesino con costra crocante y miga firme. Aunque entiendo que la idea es remojar el pan en los jugos de la carne, me parece que hay mucho carbohidrato en el plato.

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Pedimos dos postres, el mousse de chocolate ($ 4,50), que no fue lo que esperaba. Podría tener mayor porcentaje de cacao y sin la salsa de maracuyá que lleva encima. El otro postre estuvo bastante bien, un arroz con leche ($ 4,50), presentado de una manera distinta, como una esfera crocante que envuelve todos los sabores del tradicional dulce.

Fuimos gratamente sorprendidos por este lugar que ha logrado hacer platos muy bien elaborados, con excelente calidad de productos y a precios razonables. Les recomiendo que visiten L.U.P., pero vayan sin apuro, las buenas preparaciones toman algo de tiempo. (O)

savrozonn@gmail.com

 

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