Tomarse una chicha de arroz refrescante entre familiares, pedirle a un fotógrafo una gráfica de recuerdo de su paseo por el malecón o disfrutar de un helado Ideal en medio de una calurosa tarde son parte de las costumbres que persisten con el paso del tiempo en Guayaquil. Muchos lo hacían de pequeños y ahora de grandes lo comparten con sus hijos e incluso nietos.

Detrás de estos negocios, esta urbe, que acoge a propios y extraños, tiene importantes personajes que mantienen vivas esas costumbres en medio de complejas adaptaciones a problemas y circunstancias.

Algunos trabajadores de estos oficios y emprendimientos han ido dejando esas labores, otros han fallecido, asimismo hay quienes persisten en esos trabajos y otros se van innovando conforme se dan ciertos cambios en el manejo comercial.

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Roberto Salazar, Ángel Barba con su esposa, Rosa Amendaño, y Vicente López son cuatro personajes que representan negocios que están en las calles en el día a día de esta ciudad y que llevan el sabor, las costumbres y el trabajo de quienes viven en Guayaquil.

Asimismo, en esta urbe, que cumple 202 años de independencia, ellos impulsan sus negocios con la creatividad para tratar de llegar a su público a través de nuevos medios y estrategias.

El helado Ideal de Roberto Salazar que se vende en cuatro carretas y aspira a llegar a centros comerciales

Roberto Salazar lleva su emprendimiento de helados ideal. Foto: El Universo

Roberto Salazar lleva 40 de sus 63 años con el negocio de venta del típico helado Ideal. Inicialmente, en los primeros 20 años, lo hizo con un triciclo y la otra mitad lo ha hecho con una carreta en varios puntos de la urbe. En los recientes años, su emprendimiento ha ido en crecimiento con cuatro carretas más y con ello da empleo a ese número de personas que se encargan de ofrecer el producto.

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En una vía del norte de Guayaquil, en ciertos días, Salazar, que suele usar guayabera, pantalón y sombrero, ofrece varias presentaciones de diversos sabores en cono y vaso por $ 0,50, $ 1 y $ 1,50. “Este es un helado tradicional, no tiene grasa, son naturales, sin químicos y pura pulpa de la fruta”, comentó el padre de siete hijos.

En medio de las medidas restrictivas de la pandemia, en años recientes él incursionó en las redes sociales para impulsar los pedidos de litros de helado a domicilio. Allí se hizo más conocido y actualmente sigue receptando solicitudes de clientes y adicionalmente lo llaman para que ofrezca sus productos en eventos sociales.

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Salazar se encarga personalmente de la elaboración del producto desde las 05:00 hasta las 10:30, luego distribuye las carretas y después se pone a vender en diversos puntos en la tarde. En otras ocasiones, él asiste a eventos donde lo contratan, como ferias y actividades particulares.

“Más que todo me he acomodado a las circunstancias y que no se pierda esta tradición; este es un helado de calidad”, dijo el hombre que muestra orgullo al manifestar que la herencia que les deja a sus siete hijos es la educación y eso le ha permitido este trabajo sacrificado.

La meta de este hombre es aumentar a diez de estas unidades y además incursionar con su propia isla o local en un centro comercial.

Ángel Barba y Rosita Amendaño pasaron de hacer chicha para sus vecinos a embotellar el producto

Rosita Amendaño entrega una botella de chicha a un cliente. Foto: El Universo

Hace más de tres décadas, Ángel Barba y Rosa Amendaño, originarios de la serranía, empezaron con su emprendimiento de elaboración de chicha resbaladera, también conocida como chicha de arroz.

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Inicialmente la ofrecían para su consumo propio y para dar de probar a sus vecinos y luego decidieron incursionar como negocio, conforme mejoraban la receta con las recomendaciones de sus primeros clientes. Tuvieron su primer local en donde vivían, luego se cambiaron a un sitio contiguo y ahora alistan su segundo local, en medio de adaptaciones.

Hace seis años, los propietarios del local Chicha Resbaladera La Tradicional, ubicado en 6 de Marzo y Gómez Rendón, consiguieron su certificación sanitaria para ofrecer la bebida en botellas con unidades en 360 ml, 500 ml hasta 1 galón, que se da a los clientes que piden para llevar a sus hogares.

Los precios varían desde $ 1 hasta $ 8. Cada día expenden unas 50 botellas en promedio y ha ido en aumento ese movimiento. Estas botellas fueron pedidas más en la pandemia, ya que muchos buscaban un producto cerrado para llevar a sus hogares.

“Realmente este es un lugar para recordar amigos, vienen familias y pasan bonito con esta bebida, muchos recuerdan sus años de niñez, incluso un cliente una vez me dijo: ‘Voy a comprarme algo que de niño no me compraban, así que ahorita que tengo (dinero), tenga (entregaba dinero)’. Eso es muy hermoso para nosotros, es una bebida familiar”, dijo la señora.

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A partir de un inconveniente, en el 2014, usaron su ingenio para enfrentar el problema de la instalación de un paradero y prohibición de estacionamiento en la acera de su negocio. Por ello, tres trabajadores de ellos, principalmente jóvenes, empezaron a ofrecer servicio directamente al carro.

Cada cliente les indicaba lo que quería, ellos mismos cobraban al pie del automóvil y llevaban lo requerido para que se lo lleve el cliente. “Ayudamos a los chicos que colaboran aquí, les damos trabajito, para que se mantengan ocupados y no tengan malos pensamientos y puedan trabajar más adelante en otra cosa”, comentó Rosa.

Esa iniciativa ahora se sigue practicando pese a que el paradero ya fue removido a una cuadra de distancia y se permitió el uso de los puestos de automóviles. Incluso, en la pandemia, esta práctica de atención fue bien acogida, puesto que los usuarios preferían mantener el distanciamiento social y evitar estar aglomerados en el local.

Este negocio tradicional ya alista para el próximo año otro local en Villavicencio entre Maldonado y Gómez Rendón, cerca de su sucursal.

“Mi esposo es bien emprendedor, nunca se queda, ve la forma, muy emprendedora; vemos de pronto videos para ver cómo hacen y mejoran otras personas, y nosotros también vamos mejorando, trabajando en conjunto con la familia”, comentó Rosita, quien también espera incursionar más en redes sociales para llegar más a sus clientes.

Vicente López, fotógrafo que ofrece imágenes al instante y las pasa por WhatsApp

Vicente López ofrece las fotografías al instante en el malecón Simón Bolívar. Foto: El Universo

Vicente López lleva colgada una cámara digital mientras enseña ejemplos de las fotografías que ha tomado con el fondo de la palabra ‘Guayaquil’ junto al Hemiciclo de la Rotonda, en el Malecón Simón Bolívar. Allí, en la tarde y noche del jueves anterior, varios grupos familiares accedían a ser captados por él.

Él gustoso tomaba las fotografías, escogía las mejores e inmediatamente llevaba la tarjeta de memoria de la cámara a una impresora, donde salían las imágenes en cuestión de segundos. Finalmente las ponía en una funda y recibía su pago inmediato de los clientes complacidos.

Adicional a ello, este fotógrafo suele ofrecer a los clientes un “enganche”: les manda las imágenes por WhatsApp para que las tengan en sus teléfonos celulares. Ello, dice, fideliza a sus clientes para que le sigan pidiendo sus servicios cuando estén de visita con otros familiares o amigos. Asimismo, él se muestra orgulloso de darles un buen trato a los turistas que también le requieren sus gráficas con las letras.

El fotógrafo López, que tiene ascendencia manabita con más familiares que hacen este oficio, trabaja con su cámara, que antes era de rollos, desde hace 25 años. En sus inicios, él recordó que le tomaba mínimo tres días entregar una imagen que captaba en un evento o sitios tradicionales de Guayaquil.

Antes, en ciertas ocasiones, él tenía inconvenientes, ya que cuando les llevaba las fotografías ya no las querían o no los encontraba a sus clientes. Por ello, perdía dinero y tiempo en los traslados y finalmente tenía que deshacerse de esas imágenes. “Por eso yo adopté por lo digital”, contó el hombre.

Hace unos siete años, él empezó a recorrer puntos de la ciudad, como el parque de las iguanas, el Malecón y otros sitios de importante movimiento de ciudadanos. Actualmente, él se ubica en varios sitios del paseo al pie del río Guayas con su cámara digital y una impresora. Antes, principalmente, se dedicaba a ir a eventos de toda clase.

“Ahora sale con su esposa y de una, el buen guayaco siempre le regatea, a nosotros nos ha favorecido mucho lo digital; esta era es de tecnología”, dijo el ciudadano.

Él asiste todos los días a las calles, aunque en algunos se ausenta por cuidar a su madre. Cada semana se turna con otros siete compañeros entre varios puntos del Malecón, donde tiene permisos desde hace un año. (I)