Acogiendo las medidas de bioseguridad dispuestas por la pandemia del coronavirus presente en Ecuador desde febrero del 2020, decenas de personas se aprestan a visitar en los camposantos a sus familiares fallecidos en el marco del Día de los Difuntos, que se conmemora cada 2 de noviembre.

Muchos les llevan flores, otros encienden velas y comparten momentos de oración por el descanso de sus seres queridos. También hay quienes llevan serenatas a las tumbas, bóvedas o nichos.

Entre enero y agosto de este año, a nivel nacional, hubo 76.595 defunciones (por todas las causas), según la Dirección General de Registro Civil, Identificación y Cedulación. Mientras, durante el periodo 2020 la cifra fue de 115.598 muertes.

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Hay quienes aún en medio del dolor de haber perdido a un familiar recientemente se preguntan: ¿qué significa la muerte y qué viene después de ella? Este Diario planteó esas interrogantes a cuatro representantes de las filiaciones religiosas más predominantes en el país, con el propósito de conocer las perspectivas de cada una. Todas basadas en la fe.

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El arzobispo de Guayaquil, monseñor Luis Cabrera; la pastora evangélica Rebeca Torres, integrante del Centro Cristiano de Guayaquil; Fernando Brito, portavoz nacional de los Testigos de Jehová; y elder David Benalcázar, Cuórum de los Setenta, de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Último Días, conversaron con este Diario sobre el tema planteado.

Según una muestra del Instituto Nacional de Estadística y Censos del 2012, en el país el 80,4 % pertenece a la religión católica, el 11,3 % a la evangélica, el 1,29 % a los Testigos de Jehová y el 6,96 % a otras.

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Monseñor Luis Gerardo Cabrera, arzobispo de Guayaquil

«Para el cristianismo, en general, y los católicos, en particular, la muerte no es más que ese paso de la vida temporal a la vida eterna, de tal manera que no hay una ruptura, sino una continuidad. Y eso lo decimos a partir de nuestra fe en Jesucristo. Jesús, como la resurrección y la vida, dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, resucitará, tendrá la vida eterna”.

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»Entonces, a partir de esa afirmación de Jesús es que nosotros tenemos esa convicción de que hay una unidad entre la vida temporal y la vida eterna. Por eso es que propiamente no hablaríamos de una muerte, no. Quizás es una muerte más biológica, física, pero a nivel espiritual eso no ocurre, porque hay una fe en este Cristo resucitado.

»Esa es la gran novedad del cristianismo, que nuestra fe está basada en la resurrección del Señor (...). Nos referimos a la muerte biológica, que es un proceso normal, por una enfermedad, por ejemplo, o por ancianidad, por accidente, por muerte violenta.

»Biológicamente es una muerte física; “se acabó la vida”, decimos nosotros, porque la persona, su cuerpo como tal se vuelve inerte, pero desde la fe sabemos que esa vida continúa. Eso es lo importante, esa es la fe.

»Pero es una fe basada en Jesús, o sea, no es en el aire, no es en la imaginación o fruto de mi pensamiento, de mis percepciones, no, no. Es simplemente partir de Jesús».

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Rebeca Torres, pastora evangélica del Centro Cristiano de Guayaquil

«Partiendo del cristianismo como tal, nosotros entendemos que hay una muerte física y una muerte espiritual. Si nos estamos refiriendo, de pronto, al Día de los Difuntos, que se celebra en muchas comunidades, nosotros creemos allí en una muerte física, porque creemos que esta muerte física fue producto de un castigo por la desobediencia del primer hombre y la primera mujer, Adán y Eva.

»”Por la desobediencia entró la muerte —como dice la Biblia— a este mundo”. Romanos 6: 23 dice “porque la paga del pecado es la muerte más el regalo de Dios es vida eterna”. Entonces, la muerte es un castigo, un castigo que realmente simboliza lo que ya sucedió con el pecado: es separación de Dios. La muerte es una separación de Dios, el hombre vive sin Dios y finalmente se consolida con una muerte física que es como el fruto de toda esa separación.

»Según la Biblia, después de la muerte viene el juicio, este juicio implica que la persona que muere con su fe depositada en Jesús alcanza vida eterna. Y la persona que rechazó en vida la salvación que Cristo ofrece en la cruz tiene vida eterna, pero lejos de Dios. Es como que el hombre que vivió lejos de Dios en su vida física también vivirá lejos de Dios en su vida ya espiritual, una vez que muera (...). La Biblia dice que, una vez que el hombre muere o está en el seno de Abraham, en el hades, o está en el paraíso».

Fernando Brito, portavoz nacional de los Testigos de Jehová

«La Biblia a menudo compara la muerte con un sueño profundo (Juan 11: 11-14; Hechos 7: 60). Quien duerme profundamente no se entera de lo que pasa a su alrededor. Del mismo modo, los muertos no están conscientes de nada. La Biblia dice: “Los vivos tienen consciencia de que morirán; pero en cuanto a los muertos, ellos no tienen consciencia de nada en absoluto” (Eclesiastés 9: 5). Así que cuando alguien muere, deja de existir. Los muertos no pueden pensar ni actuar ni sentir.

»Eso fue lo que pasó cuando murió Lázaro, el amigo de Jesús. La Biblia dice que, para Jesús, Lázaro estaba durmiendo. Y ahí es cuando hace este milagro y lo resucita. La gente dijo que estaba muerto y él les dijo “está durmiendo, se pondrá bien”, pero en realidad estaba muerto.

»Dios le ha dado a Jesús el poder de resucitar a los muertos (Juan 11: 25). Y Jesús utilizará ese poder para levantar a “todos los que están en las tumbas conmemorativas”, devolviéndole a cada uno su propia identidad, personalidad y recuerdos (Juan 5: 28-29).

»La mayoría de las personas que resuciten vivirá en la tierra convertida en un paraíso, gozarán de un cuerpo de carne y hueso, sano y sin defectos (Isaías 35: 5-6). Por otra parte, un pequeño grupo de personas resucitará para vivir en el cielo. Estos reciben un “cuerpo espiritual”, es decir, se convierten en seres espirituales que gobernarán con Jesús desde el cielo (1 Corintios 15: 42-44)».

Elder David Benalcázar, Cuórum de los Setenta, de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

«Existe un plan de felicidad para cada uno de nosotros, un plan perfecto para ser felices que nos permite venir a esta tierra, nacer en ella y tomar un cuerpo físico (...). Cuando nuestro tiempo termina en la tierra, llega la muerte, que es la separación del cuerpo físico del espíritu, el cuerpo se queda en la tierra y el espíritu regresa a Dios, para esperar la resurrección.

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»La resurrección llegará a todos, porque es una bendición incondicional, un don gratuito para todos los hijos de Dios que hayan nacido. Y es gracias a la expiación de Jesucristo que la obtenemos, sin importar lo que hayamos llegado a ser y hacer en esta tierra.

»¿Para qué resucitamos? Pues, para comparecer en este cuerpo, nuevamente reunido el espíritu y el cuerpo, ante nuestro Dios; para ser juzgados por nuestros pensamientos, por nuestros hechos, por nuestras intenciones, pero sobre todo, por el tipo de persona que llegamos a ser. Entonces y solo entonces sabremos si aprovechamos de buena manera nuestra vida o simplemente la vivimos por vivir. Vivir es ser feliz, y ser feliz es seguir al Señor Jesucristo.

»El nacimiento es parte del plan de salvación, pero la muerte también. A veces no entendemos, porque pensamos que la muerte es el fin, pero ahora podemos decir que en el plan de salvación y gracias a la expiación de Jesucristo todo final es un nuevo comienzo. Hacemos una invitación a todos a venir a Cristo, que es la fuente de salvación y vida eterna». (I)