Menos de un año tomó la construcción de una de las torres más icónicas que se encuentran en Guayaquil y que está rodeada de historia. Ubicada en el corazón de la ciudad, diagonal al Municipio y dentro del Malecón Simón Bolívar, la Torre Morisca es uno de los atractivos turísticos que se impulsa.

Era 1930, cuando el Cabildo de ese entonces dispuso la construcción de una torre que albergara el reloj traído de Londres en 1842. Las obras arrancaron el 1 de agosto de ese año y estuvieron a cargo del ingeniero Francisco Ramón y del arquitecto Joaquín Pérez Nin y Landín.

A orillas del río se levanta la Torre Morisca o del Reloj Público que marca el ritmo de la urbe pujante

La inauguración se dio antes del mediodía del 24 de mayo de 1931 y contó con la asistencia de numeroso público, funcionarios municipales y autoridades en Malecón y Diez de Agosto.

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De acuerdos a datos municipales, en la década de los 30, el arquitecto Juan Antonio Orús Marinyá le dio a la torre el carácter morisco. Desde ese entonces la cúpula tiene detalles árabes en ventanas y otros ornamentos.

La estructura posee una campana de bronce, cuyo sonido se reanudó en 2013 para que los guayaquileños escuchen nuevamente la maquinaria construida por los ingleses.

La historia de aquella construcción inicia mucho tiempo atrás y está vinculado con el reloj. En el libro Crónicas del Guayaquil antiguo, del cronista Modesto Chávez Franco, se explica que los dominicos implementaron el primer reloj de sol, que tenían en el claustro del convento y era público en cierta forma, pues durante el día repetían las horas durante la mañana.

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Años posteriores, en la época colonial los corregidores llevaban relojes de agua o de arena para el horario de las faenas. Mientras que los pobladores se guiaban por las campanas de la iglesia en Ciudad Vieja.

A finales del siglo XVII, los jesuitas ubicaron en su convento una torrecilla con un pequeño reloj mecánico, este se encontraba en las actuales calles Clemente Ballén y Chimborazo, específicamente en la Casa de las Temporalidades.

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En 1783, según la reseña de Chávez, el cabildo encargó la construcción de una torre para este reloj al maestro Salvador Sánchez Pareja y se denominó Torre de la Campana.

El reloj municipal. Su andar marca la historia de Guayaquil. La Torre Morisca ya terminada en el Paseo de las Colonias en 1937. Foto: Cortesía

Para 1838, uno de los participantes de la independencia de Guayaquil, Manuel Antonio de Luzárraga, prestó el dinero para traer un nuevo reloj para reemplazar al antiguo que estaba descompuesto. Este llegó a la ciudad cuatro años depués desde Londres y se colocó en la Casa Consistorial.

En 1905, el objeto fue trasladado hacia la torre del mercado de la Orilla (actual Malecón) y quince años después se decidió mover el reloj a otra ubicación. En 1921 se dispuso construir una torre de hierro revestido de cemento y si bien se inauguró en 1923, pero fue demolida por fallas estructurales hasta que se dio la construcción definitiva.

La venta de la Torre

Una anécdota conocida por miles de guayaquileños ocurrió en 1980, tras una estafa que tuvo como protagonista a la torre del reloj. Fue cuando Dante Sigifredo Reyes Moreno, conocido como el Cuentero de Muisne, se aprovechó del desconocimiento de unos turistas suizos y les aseguró que era el dueño, que estaba desesperado por venderla.

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Según relató a la pareja, el reloj era suizo y la torre había sido una herencia. Finalmente pactaron el precio en 160 mil sucres, unos 6.000 dólares al cambio de la época. Tras haber entregado un anticipo, a la mañana siguiente descubrieron que fueron estafados. (I)