Mayber toma a su bebé de seis meses con un brazo y con el otro acaricia sus pies y cabeza para que se duerma. Lo pasea por la casa de su abuela, en la isla Trinitaria, sur de Guayaquil, hasta que concilie el sueño y luego lo pueda acostar sobre uno de los sillones o cama.

Ella cumplió 16 años en enero e ingresará, en el próximo año lectivo, a segundo de bachillerato. Mayber se enteró de su embarazo cuando tenía ocho semanas y aún no cumplía los 15, pero no dejó de estudiar.

Lejos de sentirse frustrada, asumió el cuidado de su hijo con el apoyo de su familia. El colegio al que asiste en Socio Vivienda 1 le permitió tener un horario especial de 12:00 a 16:00. Esto también le ayuda a distribuir su tiempo entre el estudio, la lactancia y los quehaceres del hogar.

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Sin embargo, asegura que, aunque sí responde por su hijo, siente que no lo hace del todo por la edad que tiene. “Es como una niña que cuida a un niño. (...) A veces siento que no puedo con todo, se hace difícil”, dice.

La inscripción del bebé no pudo hacerla sola, la hizo junto a su mamá, quien se ocupa del él mientras ella está en clases o realiza deberes. El niño tiene sus apellidos

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Los gastos de pañales, frutas para las coladas y comida para ella y su otra hermana (Mercedes), quien también es menor de edad (17 años) y está embarazada de ocho meses, los asume su mamá que es no vidente.

La familia subsiste con un poco más de $ 100 mensuales, que resultan de la sumatoria del Bono de Desarrollo Humano que recibe la madre y lo que dejan los trabajos temporales del padre.

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Parte del anhelo de Mayber es continuar sus estudios universitarios y empezar a trabajar apenas cumpla la mayoría de edad para asumir la completa responsabilidad del bebé y costear sus gastos. Ella quiere ser parvularia.

En el hospital Alfredo Paulson de la Junta de Beneficencia de Guayaquil entre 2021 y 2022 se atendió a más de 150 menores de edad embarazadas. Foto: Jorge Peñafiel

Expertos aseguran que, así como el caso de Mayber, la responsabilidad de criar un hijo de menores de edad cae en el grupo primario familiar; es decir, padres y abuelos.

El psicólogo Christian Arias, director de la Asociación de Bienestar Infantil (AEBI), explica que, usualmente, se forma una red de apoyo familiar en ese proyecto de crianza que está conformada por la adolescente, padres y personas cercanas al núcleo familiar.

De esta manera, asegura, se crean estrategias para no estancar el aprendizaje y el desarrollo de la menor que se convirtió en madre. “Asumen el proyecto de crianza (los menores), pero no solos”, afirma.

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De hecho, desde el periodo de gestación se observan casos en los que los padres, tíos, hermanos o personas externas toman responsabilidad sobre el bebé en camino, aseguran doctores.

El embarazo en adolescentes supone, además, un riesgo elevado durante el parto, tanto para la madre y para el niño. Se realizan controles más continuos para captar riesgos que se puedan presentar durante el periodo de gestación.

En el 2019, un estudio del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) reveló que cada día 5 niñas menores de 14 años y 136 adolescentes de 15 a 19 años se convertían en madres en Ecuador. Las causas están asociadas a múltiples factores, entre ellas situaciones de violencia sexual.

Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2012, 8 de cada 100 adolescentes menores de 14 años quedaron embarazadas de personas mayores de 30 años o más y el 80 % de embarazos en esa edad fueron resultado de violencia sexual.

Glenda Ayala, médica tratante de consulta externa del hospital Alfredo Paulson de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, explica que a las consultas se les solicita a las menores que acudan con un adulto.

En este hospital, entre 2021 y 2022 se atendió a 158 menores embarazadas entre los 12 y 17 años.

Es allí, indica, cuando se observa que todas las preguntas sobre el bienestar del bebé, e incluso lo que debe de hacer la adolescente durante y después del parto, son asumidas por los acompañantes que, usualmente, son los padres.

Mercedes es una adolescente de 17 años que tiene ocho meses de embarazo. Foto: El Universo

Sin embargo, el director de AEBI señala que no hay que dejar de lado un tema importante y que es frecuente: la deserción de la función parental. Es decir, que otras personas asuman la responsabilidad de la crianza en lugar de los padres biológicos.

“Ese niño no debe de criarse viendo a su madre como hermana y a su abuela como mamá. Se da una inversión de roles que incide en que el niño en crecimiento no tenga una figura de autoridad”, afirma.

En ese sentido recomienda que los familiares deben acompañar ese proceso de crianza, pero no asumir todo el protagonismo.

Pero, existe otra arista que no se aborda: los hijos de aquellas adolescentes embarazadas que han sido víctimas de violencia sexual y que han sufrido abandono de su núcleo más cercano.

María Fernanda Beltrán, directora de Casa Elizabeth -un hogar para adolescentes embarazadas-, dice que en esos casos nadie responde por esos niños.

“Detectamos que esas niñas y adolescentes tienen padres, pero los padres tampoco son responsables ni de sus hijas y mucho menos van a ser responsables del niño que trajo al mundo su hija”, detalla.

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La mayor parte de mujeres que llegan a la casa hogar son derivadas por los juzgados o juntas cantonales de todo el país. Son jóvenes que han sido víctimas de violencia sexual o física. El resto son jóvenes que se encuentran solas.

Beltrán manifiesta que se detectan niveles de inmadurez y de educación muy bajos por parte de los padres de las menores.

Esos son factores que inciden para el desapego hacia las hijas para evadir responsabilidades y apoyo que deberían recibir. “Para algunos padres es mejor que las hijas estén institucionalizadas porque les dicen: ‘Yo no puedo sostenerte a ti, ni a tu hijo’”, relata.

En la casa hogar, señala Beltrán, se les instruye a las chicas a pensar un poco en el futuro. Por ejemplo, concienciar que el bebé va a nacer y pasará por etapas y retos más grandes.

Sin embargo, consideran, que es complejo porque los adolescentes no tienen mucha conciencia del futuro al ser algo propio de la edad.

En ese sentido, expertos señalan que la educación dirigida a niños y adolescentes en salud sexual y reproductiva es prioridad para mermar el índice de embarazo adolescente. A esta recomendación se suma la planificación familiar, adecuada y oportuna, con información clara sobre métodos anticonceptivos. (I)