Desde su niñez Anthony Cuenca iba a las presentaciones de su madre, Edith Loor, como cantante del mariachi Huaxteco. Él tenía 11 años cuando ya acompañaba con su voz a su progenitora en varias de las melodías que presentaban en diversos sectores de Guayaquil.

En principio, el joven que desciende de una familia de músicos la observaba, pero con el paso del tiempo le surgió la curiosidad de también cantar ante el público. “Escuchaba las canciones y las repetía, a veces me gustaban otras del mismo género, las aprendía y cantaba”, cuenta Cuenca mientras rememora sus inicios en la música.

Ahora, él ya es un joven de 18 años que comparte el canto de manera fija con su madre Edith, desde hace tres años, en todas las presentaciones del mariachi Huaxteco.

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Él es parte de las voces de la tradicional calle Gómez Rendón, donde suelen ubicarse los grupos de mariachis, que le cantan a mamá en este venidero Día de la Madre, una de las fechas más importantes en el movimiento de los músicos.

En un bazar situado en la calles Los Ríos y Gómez Rendón, centro de la urbe, Edith se encarga de organizar el cronograma de las presentaciones que tendrán con el mariachi y constantemente responde mensajes que le llegan sobre consultas de tarifas. Allí, ella recuerda que incluso hay clientas que lo cargaban a Anthony en los brazos cuando lo llevaba de pequeño a las presentaciones.

Entre tantas anécdotas, Anthony volvió a ver a una señora que lo había tenido en los brazos cuando era un niño. En esta segunda ocasión, luego de varios años, él le cantó y generó tal emoción en la señora que terminó llorando conmovida al presenciar el desarrollo de su faceta de cantante.

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El joven de 18 años lleva tres años como integrante fijo del mariachi. En cada Día de la Madre, él gusta de observar la emoción de las madres al escucharlo cantar las canciones y le alegra poder transmitir la importancia del cariño de los hijos a sus padres.

Anthony, como otros músicos, resalta que a las familias que comparten con el mariachi siempre buscan transmitirles la importancia de la unión entre los seres queridos. Aquello, dicen, se refleja en los agasajos cuando están reunidos los seres queridos para festejar a las madres.

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“A los hijos, que aprovechen a la madre porque no somos eternas, llegará el momento de partir y el mejor legado que podemos dejar a nuestros hijos es que ellos tengan con qué defenderse. Como madre le puedo pedir a mi hijo que siga siendo obediente, trabajador, luchador, así lo crié de muy chiquito, para que a futuro tenga con qué defenderse, la mejor herencia son los estudios”, dice la mujer.

Aparte del canto, en el conservatorio Antonio Neumane el joven lleva diez años estudiando como trompetista, otro de sus roles en el mariachi, y sigue cursando el segundo trimestre de Administración de Empresas. “Esto yo nunca lo voy a dejar”, comenta Anthony, quien considera a futuro seguir con el legado de su madre. A diferencia de las dedicatorias musicales, él procura llevar otro tipo de detalles, como chocolates o flores, a su progenitora.

Otra de las voces que emocionan a las madres es la de Lourdes Loor, quien comparte el canto del mariachi Mexcal con Enrique Contreras.

Lourdes Loor (i) durante una presentación del mariachi Mexcal Foto: Cortesía

Hace 22 años ella llegó a Guayaquil. En ese entonces, Loor, que viene de una familia de músicos de Chone, comenzó cantando rancheras y pasillos en las unidades de transporte público de líneas como la 3, 40, 55 y la 7, además en paralelo integró orquestas y fundó el mariachi. Con esas actividades ha podido culminar dos carreras en Ciencias Naturales y Comercio Exterior y ha ejercido la docencia colegial.

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Ella resalta que le agradan las emociones positivas que se presentan en las madres cuando reciben la sorpresa de los mariachis. Allí, ríen, cantan y bailan, aunque también hay quienes lloran en medio de los recuerdos.

“Cada serenata es diferente, la mamita del Guasmo, la de la Alborada, la del Batallón, son diferentes expresiones, eso a uno le gusta mucho. Siempre procuramos motivar la unión entre familiares. El cariño tiene que ser todos los días, que no se pierda la costumbre de llevar a la mamá un detalle como el mariachi que tiene mayor valor que algo material, lo material se queda, el día que se vaya lo único que se lleva son las vivencias”, comenta Lourdes, quien a raíz de la pandemia abrió un local propio de bebidas, piqueos y helados en la calle Gómez Rendón.

Ella dice que procura mantener buenas acciones hacia su madre, como ayudarla en sus actividades o entregarle un detalle como una rosa. Incluso, recomienda a los clientes que aprovechen para dar en vida algún homenaje a sus madres y no cuando ya fallezcan.

En la tradicional calle Gómez Rendón también se encuentra Félix Olaya, del mariachi Oro de México. A sus 22 años incursionó en el mariachi Guadalajara y luego instauró su propio grupo, en el que lleva más de dos décadas como trompetista y cantante.

Así como Loor y Cuenca, este músico califica como una alegría poder volver a los hogares y otros espacios para compartir con las madres y sus familiares, luego de la disminución de casos y muertes por COVID-19 en estos más de dos años de pandemia.

Los mariachis afinan sus repertorios para salir a cantar a las madres en jornadas que arrancarán desde el viernes; precios de presentaciones oscilan entre $ 100 y $ 120

Félix Olaya, músico del mariachi Oro de México. Foto: Cortesía

“Siempre el mensaje es el agradecimiento de los hijos hacia su mamita, todo homenaje que se hace es en vida, de muerto no vale nada. Siempre tiene que ser en vida”, remarca el músico peruano de 50 años.

Cuando su madre, María Medina, estaba viva, él solía viajar a Lima, de donde es oriundo, cuando eran fechas especiales, como el cumpleaños de ella. “Siempre me acuerdo de ella y me da un poco de nostalgia”, comenta sobre el recuerdo que se le viene a la mente cuando comparte el canto para otras madres. (I)