En el acceso al taller, los especialistas y colaboradores del Instituto de Neurociencias hacen fila para hacer sus pedidos de los panes que realiza Andrés, joven en rehabilitación, con la orientación del terapeuta vivencial Fernando Velasco.

En el interior, Andrés, de 28 años, va repartiendo en fundas los pedidos con la guía de Velasco. Sus clientes se van gustosos con las porciones de panes, que suelen disfrutar en sus desayunos o incluso de merienda, al retornar a sus hogares.

Andrés es el primer joven participante en el proyecto de panadería que se inició hace pocas semanas en Neurociencias, como parte del programa de reinserción laboral interna.

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En estas semanas, él ha aprendido sobre la elaboración de panes; ahora la práctica a diario y la considera como opción de trabajo o de emprendimiento, una vez que salga de recuperación.

“Uno es muy activo y está en un proceso de recuperación que conlleva muchas responsabilidades. Extrañas mucho a tu familia. El estar activo y útil es muy satisfactorio”, comenta Andrés, quien considera que varios hábitos los empieza a reaprender en este tipo de proyectos.

Conforme avanzan en sus tratamientos, los residentes pueden conocer nuevas destrezas y pueden aplicarlas al salir del periodo de tratamiento. Con ello se busca que adopten la responsabilidad, disciplina, manejo del dinero, relaciones interpersonales y que desarrollen el aprendizaje de distintos oficios, según sus intereses, menciona Diana Murillo, jefa de la Unidad de Conductas Adictivas del Instituto de Neurociencias.

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Fernando Velasco, terapeuta vivencial, que lleva 31 años en el centro, es quien entregó como donativo varias máquinas, hornos y mesas para un taller que se armó en una de las salas del centro. Durante varios años, él tuvo su propia panadería, pero debió cerrarla.

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Ahora, Fernando guía y supervisa el trabajo de Andrés para la realización de unos 500 panes que se expenden a bajo costo a los colaboradores y también al área de cafetería, donde se elaboran sánduches.

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Para el futuro se espera que se puedan ofrecer más unidades a distintas dependencias de la Junta e incluso a la empresa que se encarga de los almuerzos en el sitio.

Las labores de Andrés y Fernando se inician desde la noche anterior con la preparación de la masas, que se dejan en reposo para, al siguiente día, desde las 05:00, pasar al horneado y venta. Con los ingresos se autosustenta el proyecto y también se reconoce simbólicamente al residente, cuenta Murillo.

En una pausa de las labores, Velasco comenta que busca ayudar a los chicos residentes para motivarlos a salir del problema de adicciones, como Andrés, quien estuvo inmerso en las drogas durante nueve años. “Se los ve emocionados; quieren seguir. Dañan la masa, pero tienen que hacerlo para aprender”, dice el instructor, que espera que con este proyecto puedan tener mejores oportunidades laborales.

Profesionales del Instituto asisten a comprar panes al taller donde se realizan. Foto: El Universo

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Actualmente, la Unidad de Conductas Adictivas tiene 16 varones y 7 mujeres en el programa de tratamiento, que dura seis meses.

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En la última etapa del proceso, entre el cuarto y quinto mes, conforme evoluciona el paciente en su tratamiento se determina si está apto para ingresar al programa de reinserción laboral interna, acota la psicóloga clínica.

Actualmente, la Unidad de Conductas Adictivas tiene dos usuarios en el área de cafetería, uno en panadería y dos en el lavado de vehículos. El primer proyecto se inició desde hace varias semanas, mientras que los otros dos se retomaron luego de la tendencia a la baja de la incidencia del COVID-19 en el país.

“La idea es diversificar las opciones que tengan los usuarios y usuarias para adquirir herramientas relacionadas con hábitos, conocimientos, destrezas y habilidades relacionadas con el ámbito laboral; y que ellos puedan implementar estos conocimientos en el ámbito social, comunidad y familiar”, menciona Murillo.

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En paralelo, un panificador asiste periódicamente para dar talleres de panadería y repostería a todos los usuarios y usuarias, para que ellos vayan adquiriendo los conocimientos cuando ellos retornen a su entorno social.

Según la estadística mundial, tres de cada diez que ingresan se recuperan del problema de drogas y el resto persiste en la espiral de la adicción. (I)