Allan luce orgulloso su chaqueta del colegio San José La Salle, de Guayaquil. Él tiene 17 años, está en tercero de bachillerato y avanza en el proceso final para su titulación como futuro bachiller.

Ese es su objetivo cercano. Esto lo llena de muchos sentimientos encontrados, ya que este año lectivo fue el más complejo de su vida, cuando al iniciarlo le detectaron cáncer: una leucemia linfoblástica aguda.

Allan es uno de los 117 menores, de 0 a 18 años, a los que les fue detectada esta enfermedad catastrófica en el 2022. Y, pese a eso, Allan jamás perdió la fe y convicción de seguir estudiando y luchar contra la enfermedad de forma simultánea, todo por cumplir con sus estudios.

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Hoy, 4 de febrero, fecha en que se conmemora el Día de la Lucha Contra el Cáncer, se realizan diversas actividades para fortalecer la atención en hospitales y brindar esperanza a las decenas de pacientes que acuden tanto a Solca como a otros centros médicos.

Para Allan ha habido muchas motivaciones: la primera, sus padres, quienes desde los primeros síntomas que tuvo estuvieron al pie dándole todo el respaldo y fuerza para que iniciara los procesos de quimioterapia y darle lucha a esta enfermedad.

Su otro gran aliciente son sus amigos y sus maestros en el colegio San José La Salle, de Guayaquil. Él reconoce que, desde el primer diagnóstico que tuvo de leucemia, sus maestros, directivos y amigos estuvieron prestos a darle ánimo y facilidades para que pudiera seguir con el camino.

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Sus amigos han realizado cadenas de oración, homenajes y varios actos para acompañarlo en este proceso y que sienta el cariño. Foto: Jorge Guzmán

Patricia Núñez, vicerrectora del colegio, manifestó que Allan tuvo un año lectivo híbrido. El suyo fue el único salón que mantuvo las grabaciones de sus clases, que eran compartidas por medio de las plataformas, así como se hacía cuando no había presencialidad.

La docente resaltó el apoyo y gran cariño que hubo entre los alumnos del curso de Allan. Los maestros recordaron que cuando fueron las olimpiadas, y Allan no podía caminar con facilidad por sus recientes terapias, los jóvenes colocaron globos verdes durante el recorrido y luego los lanzaron al cielo.

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Allan comenta que este trayecto final de la graduación lo tiene entusiasmado, pero se mantiene atento, ya que le tocan tres sesiones fuertes; la siguiente viene con estudio medular incluido.

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Ahora la familia de Allan busca que continúe su tratamiento y que también se le conceda un carné de discapacidad, debido a que el índice de Karnosfky que tiene es de un 60 %. Esta medicación refleja la capacidad de los pacientes con cáncer de realizar tareas rutinarias.

“Él prácticamente es el motor de mi familia; él ha sido nuestro guía y profesor. Yo tengo 35 años; mi niño tiene 18: prácticamente cuando lo tuve a mi hijo era adolescente de 17. Solo ver a mi hijo a mi lado es todo lo que necesito. Lo amo mucho, pero tengo fe y esperanza en Dios de que todo saldrá bien en las quimioterapias”, dijo Diana Pinduisaca, la mamá de Allan.

En estos últimos meses, entre tantos complejos procesos, Allan confiesa que tiene una misión: poder ser médico y ayudar a los pacientes pequeños como él. Sabe lo difícil y complejo de esta lucha, pero con una sonrisa y muchas ganas va alcanzando sus sueños. (I)

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