Julieta Sagñay, experta en tratamiento de adicciones y líder del programa municipal Un Futuro Sin Drogas, hace énfasis en la necesidad imperiosa de formular cambios de las políticas públicas y modelos de atención para enfrentar la problemática de adolescentes y adultos con cuadros de dependencia.

Ella recuerda cómo hace catorce años conoció el caso del adolescente Juan Elías, de 13 años. Él fue derivado a un hospital guayaquileño, donde se lo atendió de manera ambulatoria con sueros, paracetamol y complejo, y lo mandaron a casa. A los pocos días, el menor se metió pastillas de psicotrópicos y murió. “Ese fue el primer caso que a mí me motivó a estar aquí, eso pasó hace catorce años y sigue sucediendo”, comenta.

En medio del drama que conviven hogares con miembros de su familia, sobre todo jóvenes que caen en el oscuro mundo de las drogas, Sagñay habla de un aumento preocupante del consumo y su relación con otros trastornos mentales.

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Solo el pasado martes, siete jóvenes murieron en un incendio suscitado en una clínica clandestina que ofrecía tratamientos de adicciones, en las calles 17 y la Q, suburbio porteño.

Tras el hecho, autoridades clausuraron el sitio y pidieron a los ciudadanos denunciar esta clase de lugares y asistir a la atención ambulatoria que se ofrece en unidades de salud y en centros de salud autorizados. En la Zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón) hay uno del cabildo porteño, pese a no ser su competencia, tres ministeriales y cuatro privados.

¿Cómo ve la situación actual de consumo? ¿Ha disminuido o aumentado?

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Está empeorando, hay un grave peligro porque nos estamos enfrentando a pacientes con dos situaciones. El adicto en este momento tiene patología dual, es decir, además de su adicción está teniendo problemas mentales, problemas psiquiátricos, trastornos muy severos; y además, el síndrome de abstinencia que no es tratado de manera adecuada. Encontramos que los chicos consumen H con pastillas, se llaman dormilón; H con cocaína, capuccino; H con marihuana, mariachi; y un sinnúmero de otras sustancias que se encuentran en las pruebas de droga, como metanfetaminas. Están mezclando drogas, esto ha abierto la ventana para las enfermedades mentales de alguien que sea vulnerable o esté predispuesto genéticamente a tener una enfermedad mental. Nosotros estamos atendiendo pacientes con muchos cuadros psicóticos y creo que pudo haber sido el caso de este centro (donde mueren siete personas). Están en un cuarto, el uno con un síndrome de abstinencia, un dolor, ansiedad e insomnio que no es tratado porque los dueños de estas clínicas no son profesionales, entonces está alguien con la desesperación y angustia; el otro, con alucinaciones, paranoia o agresividad; el otro, con una depresión fuerte con ideas de suicidio. Imagínate reunir a toda esa gente encerrada en un cuartito y tenerla encerrada, ¿qué te toca hacer? Quemar algo para llamar la atención de alguien que te abra la puerta.

El problema aquí es el modelo de tratamiento, lo están confundiendo y creen que todo es para todos

Julieta Sagñay

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Julieta Sagñay, psiquiatra de la clínica de la conducta, explicó que reciben al menos 80 jóvenes semanales para recuperación con el método de diez días de desintoxicación.

Es decir, ¿ahora la situación empeora por el uso de diversas drogas? ¿Qué consecuencias podría acarrear eso?

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Nos enfrentamos al policonsumo, de múltiples sustancias. Si alguien tiene la vulnerabilidad genética de tener un trastorno mental o tiene antecedentes en la familia, es posible que estas drogas detonen los cuadros psiquiátricos, las psicosis. Por ejemplo, la marihuana con un concentrado de THC muy alto, si tú eres muy joven y tu cerebro no ha terminado su desarrollo, te expones a presentar un cuadro de psicosis cannábica con paranoia, ideas de referencia, de que me hacen daño o me quieren mirar. La cocaína también genera mucha paranoia y celopatía; los cocainómanos pueden generar cuadros de agresión hacia las mujeres y lo mismo el alcohol... Antes era esporádico, y en este momento, ocho de cada diez pacientes que atiendo tienen un problema psiquiátrico, detonado por el consumo.

¿Cuál sería la solución ante esto?

Que las madres tengan la capacidad de llevar a sus hijos a un hospital a un área de desintoxicación donde sean evaluados y desintoxicados. Tenemos casos de sobredosis, intoxicación, crisis compulsiva, todo eso debe ser tratado en un hospital. Estas personas no tienen voluntariedad, un adicto no tiene voluntad para aceptar un tratamiento, cuando alguien consume cigarrillo tiene un problema pulmonar, un EPOC, un edema agudo del pulmón, lo llevas y punto, y le salvas la vida; asimismo, las madres tienen que tener esta alternativa de llevar a sus hijos a un área específica del hospital a que sea eliminada la droga del cuerpo, que lo valore el psiquiatra, el neurólogo, que descarte que no hay nada orgánico ahí, que lo valore el clínico, porque están teniendo problemas de HIV, tuberculosis, desnutrición. Luego de eso que la droga sale del sistema, que no toma más de diez días, buscar qué método le sirve, puede servirle el ambulatorio, una consulta, los grupos de apoyo de alcohólicos anónimos que son gratuitos, la terapia espiritual, no hay una sola fórmula, pero buscar ya con tu hijo sin drogas. Necesitamos darles una solución a estas mamitas que están desesperadas, están encadenando a sus hijos, que han abierto celdas en sus propias casas, y que son agredidas por ellos, son la población menos tomada en cuenta; ellas nunca dejan de amarlos, sabes lo que para ellas es reunir $ 200, $ 300 para poder salvar a su hijo y luego tener que retirarlo en un ataúd de un centro donde se supone tuvieron que haberlo ayudado. Nadie piensa en esta población y la cuestión está más grave porque los adictos están crónicos (...), para ellos es normal vivir con drogas y cuando intentan dejarlo es difícil si no hay una ayuda médica. Lo primero es lo médico.

Cuando se dan clausuras se ha manifestado que se presentan alternativas a los centros disponibles y hospitales para atención voluntaria, pero se aduce que la mayoría de veces no aceptan, ¿eso considera que se debería revisar legalmente?

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Debe haber un juez, así como hay de tránsito, niñez, de la mujer, debería haber especializados en adicciones. Ellos no tienen voluntad, pero debería haber una legalidad que te permita (hacer algo) como medidas de disuasión. En Portugal, por ejemplo, no es que es legal drogarse, simplemente no te vas preso, pero viene un equipo de disuasión que te dice si tú no coges tratamiento, tendrás que pagar tratamiento de tanto. Es bien complejo, hay que hacerlo de manera integral. En Estados Unidos funcionan mucho las cortes de droga, como padres tienen la opción de ir al juez, exponer el caso y que ordene un tratamiento ambulatorio, los grupos o un ingreso en un centro...

¿Cuál es el número de atención promedio?

Ha aumentado el número de atenciones. Estamos atendiendo 90 pacientes diarios solo en el Bicentenario, en la clínica móvil 40 a 50 y en Bastión también (el mismo número) más o menos. Estamos pasando por 200 pacientes que se hacen por consulta externa y podemos ingresar a los que más lo requieren, por ejemplo, los que están en situación de calle o tienen estas patologías psiquiátricas. En el hospital Bicentenario contamos con el área de desintoxicación, donde resolvemos estas emergencias y de ahí los mandamos al tratamiento ambulatorio. En los pacientes del campo, de Tarifa, Daule, Samborondón, Cerecita, Taura, parece que la mezcla (de drogas) es más fuerte y son los que más presentan problemas psiquiátricos, los de acá de Guayaquil se observa menos todavía.

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¿A esos 200 pacientes qué se les ofrece?

Si tiene el apoyo de la familia más que nada se le da tratamiento en casa, con medicación, vigilancia en dos fases. Los primeros cinco días en los que se revisan sus síntomas y luego los segundos cinco días, el paciente regresa y dice ‘no me sirvió la medicina, deme más’, o que no pudo dormir, eso va a depender de qué calidad de droga consumió. Se monitorea presencial o por redes. Al décimo día se le hace la prueba de drogas y ahí comienza el programa. Se le asigna un psicólogo, dependiendo del sector donde viva, y la terapia de grupo, familiar, y terapia por Zoom todos los días, además de actividades, ocupaciones y monitoreo siempre con pruebas de drogas. Este modelo lo están tratando de hacer otras alcaldías en Samborondón, Salinas, Pasaje, en el Oriente, han venido a revisar este modelo de tratamiento para ver si se puede multiplicar. Que no es un tratamiento integral, porque nosotros tenemos un tratamiento primario: desintoxicamos. El tratamiento integral lo hacemos un año de forma ambulatoria, pero hay pacientes que requieren un tratamiento residencial a largo plazo. Hay pacientes de calle que nos ayudamos con la fundación Reza, chicos que han vivido por años en la calle y sus familias los han dado por muertos. Es un modelo que no está completo porque no es competencia municipal, sin embargo, no damos el alta hasta que el paciente no cumple un año, y comprobado con pruebas. Al año les buscamos talleres y cursos del Municipio y a algunos los hemos podido reinsertar a la fase de empleo y reinserción escolar. Algunos trabajan para Ambiensa, vendiendo casas.

Luego de ese año llega la fase de empleo...

Exacto, necesitamos que la empresa privada se anime a emplearlos. A cambio seguimos monitoreando a su empleado, seguimos haciéndole pruebas de droga, seguimos citándolo a las terapias grupales, no lo vamos a dejar. Esta es una enfermedad para el resto de la vida. Esperamos que más empresas se sumen.

¿En las atenciones a nivel municipal qué resultados han visto de recuperación?

La primera fase de desintoxicación el 60 % la pasa, luego queda un 30 % que se queda en el tratamiento del año y los que pasan del año (en etapa de reinserción) son un 20 %. Como programa municipal llevamos 10.000 jóvenes atendidos, de los cuales unos 3.000 se mantienen en el proceso de seguimiento.

Ahora las autoridades hablan del tráfico de drogas como una de las motivaciones del aumento de casos de violencia, mientras persiste la clausura de sitios clandestinos. Ante este escenario, ¿qué se podría hacer?

Aquí hay dos cosas, las drogas refuerzan la capacidad antisocial que te lleva a delinquir y el hambre por la droga te lleva a hacer lo que sea. Las personas que tienen problemas duales mentales son más influenciables a entrar a bandas, a sicariatos. No tratar esta situación va a incrementar el índice delictivo, asimismo, las agresiones y femicidios, como decía, el que consume cocaína se vuelve paranoico y celópata. Entonces, ¿cuál sería la solución? Una atención integral, pero el paciente debe ser evaluado y diagnosticado de manera intrahospitalaria. Las clínicas de recuperación no son hospitales, no tienen un médico 24/7, no están preparados, ellos te tienen que enseñar a vivir, a cómo manejarte, en la fase de deshabituación. Por otro lado, si no hacemos políticas de prevención serias con evidencia científica es luchar contra la corriente, la solución es abrir políticas de prevención científicas no como se ha hecho hasta ahora y revisar los modelos de tratamiento, no es uno solo el que le sirve al adicto. Son múltiples modelos: las comunidades terapéuticas, las casas de acogida, de medio camino, los centros de 28 días... no a todos les sirven todos. Se tienen que individualizar los tratamientos, no se puede tratar a todos en el mismo saco de la misma forma. Aquí no se debe tratar solo la parte médica, sino también la persona, el ser humano, la familia. (I)