Por Melissa Moreno

Con lágrimas, preocupación, sufrimiento y desesperación, decenas de familias que provienen de varios sectores de la ciudad o de otros cantones se encuentran en el piso con cartones, colchones, almohadas, sábanas. Algunos se sientan en una hilera de sillas alquiladas. Otros, familias completas inclusive, pasan recostados en el piso bajo carpas plásticas sostenidas por palos y piedras.

En ellos prima la solidaridad. Para armar una carpa, por ejemplo, cada uno aporta lo que tiene, así sea 25 centavos de dólar para la compra de plásticos y hasta colchonetas para colocar en el piso frío.

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El escenario está ubicado donde muere la calle Juan Montalvo y nace el cerro del Carmen, en las afueras del hospital Luis Vernaza. Decenas de personas pasan días y noches con esperanza de que sus familiares asilados en la cama del hospital se recuperen de diversas dolencias.

Miradas de incertidumbre se enfocan a la puerta del hospital con la esperanza de que salga alguna información positiva de sus familiares. Una cadena larga y un guardia de seguridad impiden la entrada a las instalaciones hospitalarias.

El guardia llama en voz alta con los apellidos y nombres completos del enfermo para que se acerquen los parientes.

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¡Ortiz Mite Pedro Esteban!, grita el gendarme. Una familiar corre desesperada a escuchar la información. Otros, cansados de esperar, desesperan.

Pero allí no solo hay solidaridad. También hay comerciantes y dueños de casa que aprovechan la presencia de los familiares y ven la forma de obtener dinero. Por ejemplo, alquilan sillas plásticas por 25 centavos la hora o un dólar por todo el día. El alquiler de un baño vale 25 centavos.

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Estas decenas de familias pasan días y noches en las calles con temor, porque a veces ven personas consumiendo estupefacientes en el mismo sector comercial, donde hay tiendas, farmacias, restaurantes y vendedores ambulantes.

Es 23 de diciembre y Sara Vera, habitante del Guasmo, se encuentra sentada en la acera junto a su cuñada y hermana, dialogando sobre el estado de salud de su familiar. Comentan que han pasado toda la semana en el exterior del hospital Luis Vernaza. La Navidad para ellas no será de felicidad sino de vulnerabilidad y nostalgia por su ser querido enfermo.

En la acera de enfrente se halla Virginia Encalada, proveniente del cantón Santa Elena. Estuvo dos semanas durmiendo en el piso ya que su papá esta en estado crítico por un problema en la columna. No planeó una cena de Navidad y tampoco sabe cómo será el recibimiento del Año Nuevo.

Aunque pasen en casa, “no será lo mismo al no tener la familia completa en la noche de Navidad, es una situación precaria que no le deseo a nadie”, refiere Diego Ortiz, quien tiene a su pariente asilado por un accidente de tránsito. Juan Olvera, otro familiar, pide que las autoridades del hospital o de la ciudad hagan algún albergue en esa zona para que allí puedan hospedarse quienes esperan noticias del hospital.

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Días atrás estaba en esa misma situación Rosa Vélez, habitante de Flor de Bastión, junto a su hermana, unidas con maletas de ropa y comida. Ellas pasaron siete días en el exterior del hospital Luis Vernaza, donde estaba internada su mamá que padece del hígado. Al ingresar a su mamá al hospital, ella tuvo que pagar $ 300 y se quedó con poco dinero. Mientras están en la calle, sus otros hermanos les traen comida y algunos dólares de apoyo.

En el nosocomio hay decesos cada día, a cualquier hora. Los familiares se desesperan porque incluso para retirar el cuerpo deben abonar cuentas por la estadía hospitalaria.

Una fuente del hospital aclaró que lo de los pagos no es real, pues cuando son pobres, el Ministerio de Salud asume los costos. Sobre la presencia de personas afuera del centro señala que estas esperan porque así lo desean, pues saben que tienen un horario de visitas establecido.

Semanas atrás, el Municipio decidió llevar a los familiares de pacientes con COVID-19 al hospital Bicentenario, donde se los aloja y toma pruebas del virus. (I)