Desde la época colonial, Guayaquil ha sido devastada en varias ocasiones por incendios. Es conocido que, junto a los ataques piratas y pestes, el fuego ha amenazado con acabarla.

Pero por la valentía y coraje de los porteños la ciudad ha resurgido en sus horas más sombrías. Una de las instituciones que representan el espíritu altruista, solidario y guerrero del guayaquileño es el Cuerpo de Bomberos.

En los primeros años en que se asentó Guayaquil en el Cerrito Verde (hoy Santa Ana), los pobladores se daban formas para luchar contra los incendios que se generaban.

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Ellos, de forma voluntaria y para salvaguardar sus pertenencias, actuaban ante las llamas. Se los denominó, en esa época, “apagafuegos”.

Estas personas utilizaban “capachos”, que eran baldes de cuero con una capacidad de 2 litros. El balde era llenado con agua y los apagafuegos formaban una cadena en la que se pasaban el capacho de mano en mano. El último de ellos echaba el agua hacia el fuego.

En el siglo XVII se implementaron campanas para anunciar algún incendio que esté ocurriendo en la ciudad.

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Ante la necesidad de conformar una entidad especializada en combatir los incendios, en 1835 el entonces presidente de la República, Vicente Rocafuerte, decidió crear el nuevo Cuerpo de Bomberos.

Tres años después en la ciudad operaban 5 compañías, y en 1840, se construyeron 88 pozos de agua para incendios.

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En esa época, para combatir las llamas los bomberos usaban guimbaletes, que hacían labores de bombeo por succión, y también bombas a vapor.

Uno de los más grandes incendios de los que se tenga registro en la ciudad fue el del 5 y 6 de octubre de 1896.

Martín Cucalón de Ycaza, actual primer jefe del Cuerpo de Bomberos, explicó que la entidad en esa época tenía 19 estaciones. Aunque intentaron combatir el incendio con bombas de vapor, el poder de las llamas era superior.

“En el incendio grande de 1896 todos los cuarteles de bomberos de la ciudad desaparecieron, todos los objetos se quemaron y tuvieron que arrancar de cero nuevamente”, manifestó Cucalón. Algunas de las estaciones que desaparecieron fueron Independencia, Aspiazu, Guayas, y otras.

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Cuando la ciudad se recuperaba de esta tragedia, otro incendio grande la azotó. Fue en el año 1902. Se quemaron más de 1.000 viviendas.

“El 1 de enero de 1905 se inaugura la planta proveedora de agua, que se construye con el aporte de Eloy Alfaro, presidente en esa época. Con ese dinero se construye la planta, los piques de agua, se colocan los cien hidrantes en Guayaquil, que funcionaron hasta los años 70”, expresó Cucalón.

Esa planta estaba situada donde hoy funciona el Museo del Bombero Félix Plata Luque, entre el callejón Cornelio Vernaza y la avenida Malecón.

En 1930 tomó la denominación de “benemérito”.

Hoy en Guayaquil operan 49 estaciones de bomberos. “Vale indicar que muchas estaciones que existían antiguamente fueron cerradas por encontrarse muy cerca la una de la otra. Los cuarteles todavía existen desocupados o cerrados”, dijo.

La institución está conformada por 520 bomberos pagados y 1.850 bomberos voluntarios, manifestó Cucalón.

Cada 10 de octubre, y desde el año 1926, se conmemora el Día del Bombero, celebrado con el tradicional resello.

Cucalón explicó que en la historia de esta institución existieron jefes que dejaron huella y trabajaron para su crecimiento y desarrollo. Entre ellos: Geo Chambers Vivero, Genaro Cucalón, Félix Luque Plata, Asisclo Garay.

Actualmente, los miembros de la casaca roja se mantienen operando en diferentes divisiones y se han especializado para atender distintas catástrofes. Una de ellas, el terremoto que azotó a Manabí y Esmeraldas, en abril del 2016.

Con su abnegación y disciplina seguirán escribiendo la historia de esta institución. (I)