En estos cuatro meses de emergencia sanitaria a causa del coronavirus COVID-19 varios sectores se han visto afectado por la cuarentena así por efecto de la enfermedad. Uno de estos son los taxistas de Guayaquil, quienes por la necesidad de llevar un sustento a sus hogares se vieron expuestos al virus y en algunos casos hasta contagiados.

Durante los tres primeros meses de emergencia (marzo, abril y mayo), la Unión de Cooperativas de Taxis del Guayas indicó que en Guayaquil hubo 125 defunciones entre taxistas y dirigentes.

El factor económico también se afectó en varios conductores debido a que este se había convertido en su único sustento y ante las medidas de restricción de movilidad se vio mermado. Estos son algunas de las historias que se vivieron en la Asociación Río Guayas:

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Carlos Alberto Tipanluisa: 'Todavía esto no ha terminado, sigamos usando la mascarilla'

Diariamente Carlos Alberto Tipanluisa, de 48 años, manejaba su unidad de taxis a lo largo de la ciudad durante doce horas diarias. A principio de año veía lejos la posibilidad de que llegue el virus al país y tan solo se enteraba por las noticias que llegaban de China.

Una vez que se conoció la circulación del COVID-19 en el país señala que pasaba en su cabeza qué podía suceder con la familia. En la primera quincena de marzo, apenas sintió dolor de cabeza, fiebre, pérdida del olfato y del gusto, dolor de extremidades, cansancio, sueño no se imaginaba que pudo haberse contagiado del virus aunque lo asociaba a las noticias que se veía a diario. Ante esta situación guardó la cuarentena por lo que estuvo sin trabajar alrededor de tres meses y por consejos de amigos doctores siguió el tratamiento recomendado, así como bebidas naturales.

En su vivienda, su esposa estuvo con la misma sintomatología. Alberto cuenta que se imaginó que se iba a morir pese a no tener síntomas respiratorios e incluso ya se había preparado por si la situación pasaba.

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"Para mí yo creo que algunos compañeros y yo nos confiamos un poco porque no le tomamos asunto y seguíamos trabajando (antes que decreten el estado de excepción)", explicó.

El factor económico lo tenía preocupado porque no producía y llegó momentos donde no tenían qué comer ni a donde acudir. Cuando se autorizó la salida de los taxis por determinados días, aprovechó para hacer algo de dinero para la comida en su hogar, aunque ya no cumplía su turno de doce horas.

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"Ya se escuchaban las bajas de los compañeros que habían trabajado cuando estaba el brote y da la casualidad que uno a uno iban cayendo. Yo conversaba con mi esposa y le decía tenemos que esperar unos días más a ver qué pasa, a ver si se va todo esto y allí nos la buscábamos para ver qué hacíamos", señaló.

Ante la falta de recursos y la implementación de las clases virtuales, su hija estuvo a punto de dejar de estudiar este año lectivo, pero por la intervención de uno de sus hermanos que con sus ahorros se pudo matricular. Sin embargo, el pago de pensiones aún no lo ha podido hacer ya que la situación económica no ha mejorado.

Cuenta que en dos ocasiones le ha tocado llamar la atención a pasajeros por sacarse la mascarilla en el interior del vehículo.

"Todavía esto no ha terminado, sigamos usando la mascarilla, sigamos previniendo el contagio, lavémonos las manos y usemos el gel, el protector para no contagiar en un caso de alguien que sea portador y no llevar el virus a las casas... Ese monstruo que no vemos, pero allí anda", recalcó.

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Alfredo Drouet: 'Un amigo, un familiar o un conocido esta pandemia se llevó de nuestro entorno'

"El conductor taxista vive del día a día, es propio jefe, propio dueño de sus propias horas y lo que puede hacer para su economía", de esta manera califica el guayaquileño de 46 años, Alfredo Drouet Arias.

Antes de la pandemia del coronavirus la rutina que había mantenido no se modificaba, sin embargo, esta situación cambió todo.

"Entre mi esposa y yo nos pusimos un poco asustado porque no sabíamos qué había pasado... Ya tomé conciencia que estábamos en peligro fue cuando las autoridades comenzaron a hablar", explicó.

La primera semana de emergencia dejó de laborar, pero luego lo hizo dos veces con semana con miedo ya que no podía reunir el dinero para la comida ni para el arriendo que la dueña de casa que arrendaba le solicitaba.

"Me desmoralicé, yo nunca le conté a mi esposa que los tres primeros días (de la segunda semana de cuarentena) me dio fiebre, yo cogía y me abría de ella para que no se vaya a preocupar y vaya a caer en la desesperación. Me bloqueé mentalmente, psicológicamente", contó.

Alfredo explicó que pese a no realizarse la prueba está seguro que fue contagiado por el virus ya que tenía la misma sintomatología que se indicaba y dos de sus familiares también presentaron síntomas.

El factor económico también afectó a esta familia, con lo que lograba recolectar solo se permitía abastecer de alimentos, en el primer mes la dueña de casa entendió la situación aunque ya en el segundo mes fue menos flexible. Gracias al apoyo de sus suegros les dieron un espacio en su vivienda en el sur de la ciudad.

Sus ingresos se disminuyeron en más del 50%.

"Esta pandemia ha tenido dos cosas buenas para mí: la primera que muchos hogares se restablecieron y se unieron de nuevo porque estaban a punto de terminar la relación y lo malo, es que si no fue un amigo, un familiar o un conocido esta pandemia se llevó de nuestro entorno", expresó.

Un cuñado, amigos de la infancia y conocidos de barrio murieron por el coronavirus, según cuenta. Además hace un pedido en la ciudadanía.

"Hagamos conciencia que esto no es un juego, que esto es algo que realmente es de temerle, es muy riesgoso y protejámonos en el día a día con la mascarilla, alcohol, gel, con lo que podamos", manifestó. (I)