Tres personas de Samborondón hablan sobre sus mejores amigos y lo que para ellos significa la amistad, a propósito de que este viernes se celebra el Día del Amor y la Amistad.

Luigi Passano, propietario de Riviera: Como amigo se dice todo, uno tiene mucha confianza

“Él sabe cómo tengo los calzoncillos, ja, ja, ja. Así que él sabe todo de mi”, dice Luigi Passano, propietario del restaurante italiano Riviera, para referirse a su amistad con Eduardo Espinoza, administrador de Riviera, con locales en Urdesa y Samborondón.

“Está exagerando”, responde Eduardo mientras ríe y permanece sentado junto a Luigi.

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(Luigi Passano -izquierda- y su amigo Eduardo Espinoza, quien además es su mano derecha en el restaurante Riviera)

Se conocen desde hace 33 años. “El entró como conserje en una compañía que teníamos, que se dedicaba a la venta de productos médicos. Yo no tenía el restaurante, tenía una dulcería. De ahí él pasó a la dulcería y en 1993 cuando se hizo el restaurante, él nos ayudó. Entonces ya no era más el empleado, era el amigo que seguía con nosotros”, cuenta Luigi.

Añade que Eduardo seguía ganando un sueldo, pero además era su amigo, parte de la familia cuando abrieron el restaurante. “Cuando uno dice amigo, es otra cosa, que no es como la relación con la esposa, con los hijos, con los nietos, por eso decía que él conoce hasta mis calzoncillos, porque como amigo se dice todo, uno tiene mucha confianza, la tranquilidad, la amistad es algo grande”, dice Luigi con su acento italiano.

Eduardo añade que la amistad es algo invaluable. “A este señor lo conozco tantos años, parece mentira, pero yo sé casi qué decisiones va a tomar, por eso es que a veces una mirada y ya sabemos qué decir, qué hablar. Entonces nos conocemos mucho. En todos los años que ha habido esta amistad ha sido con respeto, porque a veces hay personas que abusan de la amistad”, dice Eduardo y añade que no tutea a Luigi, pero por respeto y costumbre “siempre le digo don Luigi”. Recuerda que su amigo estuvo en su boda y ha estado a su lado cuando nacieron sus hijos.

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“Fue en Roma donde concibieron el primero (hijo de Eduardo)”, dice Luigi. “Es que fuimos de viaje a Italia con mi esposa”, cuenta Eduardo y añade con humor que no escogió a su amigo como padrino de bodas porque ‘era mucho abuso’.

“Él ha estado en los momentos más felices de mi vida y en los más duros, porque falleció un hermano mío. Esa es la amistad: estar en las buenas y en las malas, en la alegría y la tristeza”, anota Eduardo.

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Son tan amigos que Eduardo le puso su nombre a su último hijo Luigi Paolo, por su amigo y el hijo de este.

Patricia Ayala, directora del Liceo Panamericano: Nosotras fuimos amigas de la macateta, de saltar con soga

(Patricia Ayala -izquierda-, directora del Liceo Panamericano, y su amiga Pilar Adell)

“Teníamos doce o trece años cuando empezó nuestra amistad, hace más de 50 años, y hasta ahora la hemos mantenido”, dice Patricia Ayala, directora general del Liceo Panamericano, de Pilar Adell Mata.

Cuando se conocieron estudiaban en el colegio La Asunción, en el mismo curso, y ambas vivían en el centro de Guayaquil y tomaban el mismo expreso. “Nosotras compartíamos el recreo y te puedo decir que era el momento más increíble, para ponernos al día de todo lo que pasaba en el colegio, de los chicos que nos empezaban a gustar, inclusive aprovechábamos para tomar el sol. Creo que en esa época nos podíamos conocer más de lo que se conocen los chicos hoy en día, porque nos veíamos las caras, no era por pantallas”, comenta Pilar, quien es psicóloga y coach.

“Nosotras fuimos amigas de la macateta, de saltar con soga, de jugar la rayuela, jugar el elástico (saltar con un elástico)”, dice Patricia con entusiasmo al recordar los juegos que compartía con su amiga durante la etapa colegial.

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“La amistad ha cambiado en sus dimensiones comunicacionales, es decir, ahora hay una brecha muy grande porque no hay esa conexión afectiva que produce el encuentro físico, el abrazarse, el saludarse, el estar cara a cara, y en ese sentido puede ser muy fría la relación de ahora”, añade la directora del Liceo Panamericano.

Ambas coinciden en que son afines en valores y eso es lo que las ha mantenido unidas, que su amistad está basada en el respeto.

“Yo no podría ser amiga de Patricia si ella no tuviera los mismos valores que tengo yo, los valores universales que no se encuentran en los libros de Psicología, como la lealtad, responsabilidad, honestidad”, dice Pilar.

Ambas cuentan que como amigas se han apoyado en la crianza de sus hijos, con consejos, y que se conocen tanto que solo con el tono de voz ya saben cuál es el estado de ánimo de la otra.

Dicen que además siempre han sido directas y auténticas entre ellas. “Si nos tenemos que decir algo que yo sé que a Patricia no le va a gustar, veo el momento y las palabras precisas para decírselo con cariño, porque ella me interesa; cuando una persona te interesa, estás presente en su vida, pero cuando no te interesa, te puedes dar media vuelta e irte”, señala Pilar de la relación.

Jorge Saade, violinista y diplomático: A los hermanos uno no los elige, pero a los amigos sí

(Jorge Saade -izquierda- con Vicente Auad, su amigo desde la infancia)

Una mañana cuando Vicente Auad Se despertó, vio que en su cama estaba durmiendo su amigo Jorge Saade. Sorprendido le dijo: ¿Qué haces tú aquí?

La noche anterior Jorge, quien ahora es un famoso violinista guayaquileño, se había ido de farra hasta la madrugada y al llegar a su casa su papá le dijo que no se le ocurriera faltar a la universidad, así que durmió unas horas, luego se vistió, pero no se fue a clases, sino a la casa de su amigo a continuar durmiendo.

Jorge y Vicente recuerdan con mucha gracia esta anécdota, para hacer alusión a la gran amistad que los une desde que eran niños y jugaban por horas en la casa de Jorge con los muñecos de Gi Joe y con pistas de carros. El músico cuenta que pudo entrar al dormitorio de su amigo porque la empleada lo conocía, porque era como de la casa, tanto que a los padres de Vicente los llamaba tíos.

“A los hermanos uno no los elige, pero a los amigos sí”, señala Jorge mientras fuma un cigarro, después de haber almorzado con Vicho, como le dicen a Vicente, en el Bankers Club, donde suelen reunirse para hablar de carros, que es una pasión que comparten. También de los viejos tiempos y las travesuras que hicieron, de la familia, de negocios, menos de música.

“Yo me subo en el carro y le cambio la música, porque estoy hasta aquí de la música clásica (se señala la frente), porque cuando teníamos 8 o 9 años, yo iba a la casa de él para ir al cine, que antes era dos de la tarde la vermú, y la tía me decía: No, primero tiene que ensayar (el violín). Yo me tenía que aguantar las tres horas para que le dieran permiso”, cuenta Vicente y enseguida añade casi a dúo con su amigo que solo son afines con la música de José José.

Jorge es violinista, concertista, catedrático y diplomático. Graduado como concertista con la Medalla de Oro en el conservatorio Antonio Neumane, licenciado en Música de la escuela Frost de la Universidad de Miami, Florida y máster, realizó estudios con Ruggiero Ricci en el prestigioso Instituto Mozarteum de Salzburgo, Austria; en tanto Vicente es importador y empresario.

Pese a ser grandes amigos sus padres nunca dejaron que estudiaran en los mismos colegios, para que no se descuidaran de los estudios. Ambos fueron testigos en sus bodas y además son compadres, y nunca se han peleado.

(fotos: Cecilia Robalino) (E)