Incansable defensor de los refugiados, el papa Francisco brindó su apoyo ayer a familias sirias e iraquíes exiliadas en Bulgaria, antes de concluir su visita a este país con un encuentro por la paz prácticamente ignorado por la Iglesia ortodoxa. En el perímetro de la plaza Nezavisimost de Sofía coinciden una iglesia ortodoxa, una católica, una sinagoga, una mezquita y una iglesia armenia.

“En este lugar, durante siglos, los búlgaros de Sofía pertenecientes a diferentes grupos culturales y religiosos se concentraban para reunirse y discutir. Que este lugar simbólico represente un testimonio de paz”, dijo el papa.

“Con el fuego del amor, queremos derretir el hielo de las guerras”, añadió Francisco, clausurando su viaje de dos días a Bulgaria en esta plaza, en la que seis niños prendieron antorchas representando a las diferentes religiones.

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En la plaza transformada en marea de paraguas, los medios buscaron en vano a algún representante ortodoxo, pero, como estaba previsto, la religión mayoritaria ignoró prácticamente la ceremonia, con la excepción del coro de niños que cantó una oración ortodoxa.

El papa también visitó el centro de refugiados de Vrajdebna, en las afueras de Sofía, donde unos cincuenta refugiados, entre ellos muchos niños pequeños, lo recibieron un poco intimidados.

Soad, una iraquí madre de siete hijos albergada en esta escuela reconvertida desde 2013 en centro de refugio temporario para demandantes de asilo, dijo que era “difícil” vivir “sin estatuto”. Pero, “el papa puede hacer todo y cambiar todo, porque ayuda a todo el mundo, especialmente a los refugiados”, manifestó

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Francisco aprecia los encuentros simples e informales con los exiliados de todas las nacionalidades con los que se reúne habitualmente en sus viajes.

En el campamento que visitó ayer, y que alberga a familias de Irak y Siria, un pequeño coro de niños entonó dos canciones en búlgaro y ofreció luego al papa dibujos en colores.

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El canto de los niños “aporta alegría en vuestro camino lleno de dolor de haber abandonado vuestra patria para buscar la integración en otra patria”, dijo Francisco.

La experiencia de muchos refugiados en Bulgaria se parece más bien al camino del combatiente en ese país, donde no existe plan de integración de los demandantes de asilo, solo asistidos por voluntarios y un puñado de asociaciones.

Si la importante minoría turca (cerca del 10% de la población) que creció bajo la larga dominación otomana sobre Bulgaria, está integrada y representada políticamente, la llegada de musulmanes de Oriente Medio es rechazada tanto por el Gobierno de derecha y sus aliados nacionalistas como por la oposición socialista. Incluso la Iglesia ortodoxa ve en ello una “amenaza a la estabilidad del Estado” y al “equilibrio étnico”. 

 Comunión a niños 

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Si la importante minoría turca (cerca del 10% de la población) que creció bajo la larga dominación otomana sobre Bulgaria, está integrada y representada políticamente, la llegada de musulmanes de Oriente Medio es rechazada tanto por el gobierno de derecha y sus aliados nacionalistas como por la oposición socialista.

Incluso la Iglesia ortodoxa ve en ello una "amenaza a la estabilidad del Estado" y al "equilibrio étnico".

El domingo, en su primer discurso en tierra búlgara, Francisco había pedido al país mostrarse "hospitalario" con "aquellos que huyen de la guerra o la miseria".

El jefe de Estado Roumen Radev, cercano a los socialistas, había asegurado que "la sociedad búlgara no tolera el racismo".

Pero en 2017 una familia siria albergada en la comuna de Béléné (norte) por iniciativa de un sacerdote católico tuvo que partir bajo la presión de manifestantes nacionalistas, que amenazaron de muerte al cura.

Otra comunidad recibió este lunes el apoyo del papa: se trata de la ciudad de mayoría católica de Rakovski, excepción en este país ortodoxo en el que los seguidores de la rama del cristianismo representada por el Vaticano representan menos del 1% de la población.

En una catedral repleta de gente, el papa dio personalmente la comunión a 245 niños.

Unas 10.000 personas salieron a las calles para saludar al cortejo papal en esta ciudad de 17.000 habitantes y situada e 160 kilómetros de Sofía.

"Mi marido es católico, soy ortodoxa. Pero ambos somos cristianos y creemos en Dios, ¿no es cierto?", dijo Sonya Naumova, presente en Rakovski.

El número de migrantes llegados a Bulgaria bajó de manera considerable desde 2016 con la desaceleración del flujo procedente de Turquía y la instalación de una alambrada de 274 kilómetros de largo en la frontera entre los dos países.

Las autoridades búlgaras, que aseguran haber impedido el ingreso de unos 5.000 migrantes en 2018 y casi la misma cifra en lo que va de este año, son criticadas de manera regular por sus violaciones de los derechos de las personas demandantes de asilo. (I)