Fue duro, durísimo aceptar que mi hija no iba a caminar nunca, que tenía células muertas en el cerebro como me lo explicó el doctor; le pedí fuerzas a Dios para asimilarlo rápido y seguir adelante, porque mi niña me necesitaba a su lado”, expresa conteniendo las lágrimas María Navas.

Ella es la mamá de Angie Borbor, joven de 20 años que nació con microcefalia´-anomalía que se trata de un desarrollo insuficiente del cráneo-, y que ahora integra la promoción de 36 estudiantes con capacidades especiales que hace una semana se graduaron como bachilleres técnicos en Servicios Hoteleros en la Unidad Educativa Fiscal Especializada Carlos Rafael Mora Peñafiel, en Socio Vivienda 2.

Angie tiene poca movilidad, casi no puede utilizar las manos debido a las malformaciones físicas que presenta, tiene poco control de la mandíbula y no habla, solo emite sonidos.

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Es alegre y muy participativa. Sonríe permanentemente y está atenta a lo que escucha, lo demuestra con sus gestos. Se comunica con los ojos, cerrándolos y abriéndolos según lo que se le pregunta.

Vive en El Fortín junto con su hermano mayor y sus padres. Para ambos, ella es su consentida. Es amante de las golosinas y le encanta escuchar música de todos los géneros.

María cuenta que le diagnosticaron microcefalia a su hija luego de hacerle unas tomografías cuando tenía un año. Desde ahí comenzaron las terapias físicas, luego las de lenguaje y las ocupacionales en centros de salud pública.

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“Nunca gateó, no tenía movimientos normales de su cuerpo, caminó solo hasta los 4 años, a paso lento y con ayuda, luego ya no pudo hacerlo más”. añade María.

Comenzó sus estudios en la UE Fiscal Especializada Carlos Mora, desde primero de bachillerato, luego de que la Unidad de Apoyo a la Inclusión (UDAI), del Ministerio de Educación, la contactara basándose en la información proporcionada por el distrito que lleva un control de casos de vulnerabilidad.

La institución funciona desde el 2016. Acoge a 199 jóvenes con alguna discapacidad física, auditiva, psicosocial o intelectual, que a través del programa grado 3, aplicado en el pénsum de inicial a segundo EGB, se adapta a las particularidades de cada caso.

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En esta institución aprenden actividades funcionales dentro del negocio de hotelería como conocer ingredientes para preparar alimentos, procesos de limpieza, actividades administrativas básicas, entre otras.

Angie asiste a la institución por las tardes, dos veces por semana. “Hace actividades prácticas con la ayuda de su mamá, ella se convierte en sus manos; se familiariza con colores, texturas, formas, así aprende a reconocer objetos”, dice Rosa Mejía, su maestra.

Esto se complementa con las terapias que recibe en el Centro de Equinoterapia, todos los viernes, desde hace un año. (I)

“Me siento feliz, orgullosa de mi hija que logró ser bachiller, estoy agradecida con Dios y sus maestros que la han ayudado tanto”, concluye María.