El olor a palo santo comenzó a percibirse en el coliseo de la Unidad Educativa Olmedo, en Portoviejo. Estudiantes del colegio Velasco Ibarra iniciaban así la preparación de su participación en el tercer festival de chigualos, que se desarrolló en este plantel.

Trajes vistosos, típicos de la ruralidad manabita, lucían los jóvenes que trataban de emular una celebración de al menos 150 años, y que se mantiene viva en pocos sectores de esta provincia.

“Es una fiesta de la alegría, la Navidad manabita”, dijo Julio Villacreses, uno de los activistas culturales que cree que esta celebración debe estar en un espacio potencial dentro de los saberes intangibles del país.

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Juan Yépez, coordinador del festival, señaló que son tres las fechas claves de esta celebración. Así, por ejemplo, se inició el 16 de diciembre con una procesión que incluyó danzas.

La segunda es el 6 de enero, en la denominada bajada de Reyes y la última el 2 de febrero, en la culminación con las fiestas de Las Candelarias.

Si las comunidades se acercan y dicen que es una manifestación viva, la cual tiene vigencia, entonces es nuestro deber ver todas las maneras y mecanismos para protegerla”. Fabián Bedón, analista del INPC

“La característica de esta fiesta es que hay danza, teatro, alabanza, acompañada con coplas, versos y amorfinos alabando al Niño Jesús, una fiesta que en sí es la unificación o un ensamble intercultural montuvio”, expresó Yépez.

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“Saliendo de la iglesia me encontré un tesoro, la Virgen de Plata y el Niño de Oro”, es uno de los versos que jóvenes entonaron frente a la representación del pesebre de Belén, que fue aplaudido y acompañado por quienes aún recuerdan esta fiesta.

Villacreses indicó que la realización de esta festividad es única en Ecuador, por las características que conlleva y se diferencia de los festejos de chigualos de Esmeraldas porque en Manabí es en alusión al nacimiento de Jesús, mientras que en la provincia norteña son cantos a los niños recién fallecidos.

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El desarrollo de las fiestas, según Villacreses, da espacio a artes escénicas, pues a más del canto de villancicos, las décimas, amorfinos, el contrapunto también se encuentran detalles populares como gallardetas, el pesebre elaborado con materiales reciclables y se suma a ello el aporte gastronómico, como huevos mollos, rompope y platos elaborados con gallina criolla.

“Como toda fiesta manabita tiene que haber el plato fuerte, la generosidad y los juegos, rondas infantiles, y esto no se encuentra en el Pase del Niño, en novenas del Niño Jesús; es única, por eso apoyamos la iniciativa del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) de que en el 2019 esta fiesta sea declarada patrimonio intangible del Ecuador”, dijo Villacreses.

Esos pasos, según este activista cultural manabita, ya se están dando, pues se realizan investigaciones e inventarios de actividades que se desarrollan por ejemplo en Picoazá, Jipijapa y zonas rurales de Bolívar y Chone.

Hermes Cedeño, rector de la Unidad Educativa Manuel Inocencio Parrales y Guale, indicó que en Jipijapa es común que haya concursos intercolegiales de chigualos. (I)

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Tradición

Fabián Bedón, analista de Patrimonio Cultural de la zonal 4 del INPC, indicó que se han tenido contactos con poblaciones que mantienen actividades ligadas a la tradición oral manabita. Dijo que hay un interés por salvaguardar esta y otras actividades relacionadas con la oralidad manabita. Agregó que se procurará realizar los procedimientos adecuados y las normativas legales.