Apenas Antonio Palacios sacó sus pertenencias: un colchón, ollas y sacos con ropa, un tractor desbarató en pocos segundos la estructura de caña, palos y hojas de zinc bajo la cual se cobijaba con la esposa e hijos desde hace algún tiempo.

“Estaba trabajando y tuve que venir a sacar mis cosas, sino todo me dañaban ahí”, contó el hombre con tristeza al pie de lo que había sacado. Un poco distante, su cónyuge Del Pilar Ibarra se veía contrariada.

Esa escena se reflejó ayer en otras familias que desde hace tres meses se asentaron en un predio rústico del sector conocido como Renacer de Dios, en la zona de Ciudad Victoria, noroeste de Guayaquil.

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Según la Secretaría de Asentamientos Humanos Irregulares, alrededor de tres mil estructuras de este tipo se han levantado en una zona considerada de seguridad. Por ello, desde la semana anterior la entidad ejecuta operativos en los cuales se han desalojado unas mil viviendas en el sitio.

“Vamos a socializar con la ciudadanía que aquí se encuentra prohibida la construcción. Y obviamente vamos a poner bastante énfasis en la detención y captura de los traficantes de tierras”, mencionó Ricardo Nicolalde, titular de la Secretaría de Asentamientos Irregulares.

En medio del lamento por haber perdido su casa, Antonio Palacios comentó que había gastado $ 200 para levantar la estructura. La mitad de ese valor se la prestó un familiar y aún no termina de pagar, puesto que no tiene trabajo estable.

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“Yo soy obrero nomás, trabajo en construcción cuando me salen por ahí cachuelitos”, dijo él y agregó que llevaría a su familia a vivir donde su madre en Flor de Bastión.

Mientras el tractor avanzaba había quienes pedían a los militares y al operador de la máquina les dejen desbaratar a ellos mismos sus casas para salvar los materiales.

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Con barretas, martillos y la colaboración de vecinos, Mónica Rodríguez desclavó las paredes de la vivienda de su hijo Jonathan Vera, quien se encontraba trabajando. “Por lo menos para salvar el gasto que él ha hecho en estos materiales”, citó.

Unos metros más adelante, Juan Alvarado veía con nerviosismo los restos de la casa que levantó con ayuda de sus hermanos y amigos. Él padece de párkinson desde hace dos años y vivía solo en el sector.

“Era de madera (casa), pero era bien bonita”, refirió al tiempo que indicó que hace poco había construido un baño de cemento con el apoyo de un compadre albañil.

La mayoría de gente pidió ser reubicada. Se considera estafados por los traficantes de tierra a quienes, dijeron, pagaron por los terrenos que ocupaban.

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La Secretaría de Asentamientos los direcciona con el Plan Casa para Todos. (I)