Los moradores de las manzanas 224 y 228 de la ciudadela Sauces 5, en el norte de Guayaquil y cuyas casas están separadas por una peatonal de 3 metros de ancho, se sentían perjudicados por el tránsito de sujetos extraños a la comunidad.

Sospechaban que cometían asaltos porque a veces los veían atravesar corriendo su sendero común, posiblemente huyendo luego de arranchar pertenencias; y si no los veían, el robo de llaves de agua, mangueras, maceteros, entre otros artículos, era indicativo de su paso por las noches y madrugadas.

“Dejaron las plantas botadas; ya el vecino puso de nuevo macetas, pero las tiene encadenadas”, manifiesta Félix Medina, vicepresidente del comité de moradores de las manzanas 224 y 228, en las que hay 36 casas.

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Esta peatonal está ahora cerrada con portones, luego del aporte de $ 70 de cada una de las 36 familias.

La puesta de portones en estos espacios e incluso en calles adoquinadas, como ocurre en Mucho Lote 1, en el norte, crece en Guayaquil para protección y privacidad de comunidades de menos de 50 familias.

Jorge Rodríguez, vocero del Municipio, remarca que el Cabildo avala la puesta de portones si todas las familias están de acuerdo, pero sostiene que han debido intervenir cuando surgen conflictos. “Si una persona se toma la atribución de decidir quién entra y quién sale, y a qué hora”, comenta.

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Cuatro años cerradas con portones lleva la peatonal que divide las manzanas 228 y 229 de Sauces 5. Obviamente cada familia tiene copias de las llaves y los jefes de familia están comprometidos con el pago de $ 10 para aportar con el sueldo de un guardia privado: Xavier Alberto Martínez, morador de El Limonal, quien asegura que como tal tiene 17 años de experiencia, ya que trabajó en empresas de seguridad.

Con escasas tres semanas a cargo de la custodia de esta peatonal, el hombre espera el suministro de un uniforme. El martes 2 utiliza vestimenta usada en sus anteriores trabajos. En su camisa verde oliva y gorra negra están cosidos pedazos de tela en la que se lee en mayúscula “Seguridad”.

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“Es provisional”, dice apacible, remarcando que cumple el perfil. Destaca la importancia del buen trato antes de indicar que tomó cursos de defensa personal y de tiro, que en un cuaderno lleva un registro de quién entra a la peatonal y a qué casa va, con horas de ingreso y salida..., y demás datos.

Mercy Arana sostiene que los $ 10 mensuales corresponden a una alícuota, como las que cobran los administradores de las ciudadelas cerradas. Y se muestra a favor de apoyar otras acciones en pro de la seguridad, como la de instalar cámaras.

Comenta que en una reciente visita a una familiar en la urbanización Villa España 1 debió dejar la cédula en la garita; documento que no le retuvieron, prosigue, cuando fue a casa de una conocida en el proyecto urbanístico La Romareda. “Ni que haya ido a visitar Samborondón”, menciona algo irónica. (I)

Ciudadelas

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En ciudadelas abiertas, como Urdesa Norte, hay sectores donde los vecinos tienen cuotas para pagar a un guardia, que suele estar en una garita. En otros sectores han instalado puertas eléctricas para que solo los vecinos puedan acceder a los condominios o abrir, con un dispositivo, desde sus casas.