Cuando me siento incómodo, es natural buscar alivio. Mas en vez de tratar de escapar o evitar estos sentimientos, acepto la invitación que me ofrecen, llegar a la razón de por qué los tengo. La valentía para hacerlo es avivada cuando recuerdo que nunca estoy solo.

Dios es todo lo que existe, y yo soy parte de ese todo. Vivo y respiro en Dios, y Su presencia en mí me da la fortaleza para enfrentar y superar cualquier cosa. Si siento temor o enojo, tomo tiempo para aquietarme y preguntarme por qué me siento así.

Llevo mi conciencia al corazón y permito que el amor fluya por mi cuerpo con cada latido. Descanso y dejo ir la tensión producto de la resistencia. Encuentro el consuelo que busco cuando me dirijo a mi interior.

Publicidad

Isaías 41:10: Yo soy tu Dios. Yo soy quien te da fuerzas, y siempre te ayudaré. (F)