Un búho de tierna mirada y plumaje azul reposa sobre una rama junto a una colorida mariposa mientras un papagayo de imponente porte los mira de cerca. Más allá hay un escarabajo y también un ave cuya mirada se pierde en el espacio. Así se ven algunas de las 10 piezas de arte que decoran el parque de la manzana 118 de la ciudadela Urdenor 1, al norte de Guayaquil.

Cada trazo nació de las manos de Francesca Palma Terán, la estudiante de arte y muralista que prestó su talento para una meta mayor: revivir el espíritu de vecindad que alguna vez imperó en la ciudadela.

“La intención es que esto se sienta habitado; ahora se ven familias aquí, las personas que pasan se toman fotos”, relata Francesca. Samir, su padre, coincide: “lo nuestro es hacer un favor a la comunidad, pusimos pinturas y mano de obra porque así ayudamos a todos”.

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Mientras la familia Palma pinta, los vecinos se acercan, conversan sobre lo bien que se ven las obras y de allí la charla deriva al “¿cómo le ha ido?”, “¿qué es de la familia?”. De a poco llegan las bromas y risas, esas que cimientan la amistad que antaño sostuvo las ferias de comida típica, bingos, bailes, con que los vecinos se divertían y recaudaban fondos para mejorar sus espacios.

Recordar esas buenas épocas llevó a Miguel Ramírez a unir a sus vecinos en la tarea de revalorizar los parques. Este morador, que tiene 31 años en Urdenor 1, no solo encontró la colaboración de la familia Palma sino que ya entregó solicitudes al Cabildo para que se les permita mejorar otros dos parques de los siete que tienen en el área. “En el parque de la mz. 117, que sí tiene cerramiento, solicitamos se nos donen los juegos gerontológicos”, explicó Ramírez.

Otro plan es construir una concha acústica en el parque de la mz. 116 donde reciben misa cada domingo, desde hace 18 años. Asegura que ya cuentan con los recursos económicos y solo necesitan el permiso municipal para ocupar un terreno de 4 por 10 metros. Luego de ello, el objetivo será instalar cámaras de seguridad en las áreas de recreación. “Lo que nosotros queremos es que los vecinos hagan conciencia y asuman el compromiso de también cuidar los parques que fueron regenerados hace tres años”, señaló Ramírez.

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Para este grupo de vecinos vivir “encerrados”, sin conocerse y con miedo de tocar la calle por las noches, no es una opción. Lograrlo será una tarea no de unos cuántos, sino de todos. (I)