Lo tenía todo, pero aún así no era feliz del todo. Es la experiencia de Belén Manrique, una joven española de 30 años misionera en Etiopía, que lo dejó todo para evangelizar.

“Siempre digo que la misión no tiene nada de aburrida. Es mil veces mejor de lo que podemos imaginarnos. Es una vida llena de sorpresas si uno se pone en manos del Señor”, señala Manrique a aciprensa.com.

“Vivo en Adís Abeba, la capital de Etiopía, y mi misión es ser testigo del amor de Dios allí donde Él me pone”, explica.

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Sobre su vocación relata: “La vida que llevaba no me llenaba, el plan que Dios tenía para mí era otro, y cuando descubrí que lo que quería era que yo llevase el amor de Dios a la gente que no le conoce no lo dudé, no me costó dejar el trabajo de periodista, ni dejar Madrid”.

La joven pertenece al Camino Neocatecumenal: “Gracias a este crecimiento de la fe, pude encontrarme con Jesús y darme cuenta de que es el único que da la felicidad al hombre.

“Etiopía es un 50 % de mayoría musulmana y un 50 % de mayoría cristiana, pero cristianos ortodoxos la mayor parte. La Iglesia católica no llega al 1 % de la población”, explica Belén sobre la realidad religiosa del país africano.

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Además, subraya que “no se trata de ganar adeptos, sino de ser testigos y de dar a conocer a Jesucristo”. (I)