Que se elimine la tabla de tenencia y consumo de drogas es uno de los pedidos que toma fuerza en las calles y en la función legislativa, donde asambleístas como Vicente Taiano y René Yandún buscan aquello desde el año pasado cuando presentaron sus proyectos de ley para reformar el Código Orgánico Integral Penal (COIP).

También está la legisladora Mayra Montaño, que espera el inicio del debate en la comisión respectiva (de educación), de su proyecto de ley para la prevención de la adicción a las drogas y rehabilitación.

Todos persiguen un fin: ayudar a niños, adolescentes y adultos que no pueden dejar las drogas y evitar que nuevas víctimas caigan en sus redes.

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Y aunque hay normativas, programas y planes estatales, las familias de chicos con adicciones a la H aseguran que son insuficientes, pues sienten que faltan espacios de internamiento o de recuperación gratuitos para la demanda actual.

En Ecuador, en los últimos diez años la prevención y tratamiento de drogas estuvo a cargo de dos entidades estatales. La primera fue el Consejo Nacional de Control de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas (Consep), que nació en 1990 con la llamada Ley 108 y que desapareció en octubre del 2015 cuando se creó la Secretaría Técnica de Drogas (Seted) con la Ley Orgánica de Prevención Integral del Fenómeno Socioeconómico de las Drogas.

Fue el Consep el que, en 2014, estuvo a cargo (con la vigencia del COIP) de la elaboración de la tabla de tenencia de drogas, con la que se sanciona su tráfico ilícito. Tras polémicas y por orden del entonces presidente Rafael Correa, en septiembre del 2015, el Consep presentó una nueva tabla.

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Aquella entidad pasó también a estar adscrita a la Presidencia de la República y aquello se mantuvo con la Seted, que en agosto del 2017 se llamó Secretaría Técnica de Prevención Integral de Drogas (Seted). El 23 de abril último, mediante decreto ejecutivo, el presidente Lenín Moreno la suprimió.

Ahora, las funciones que tenía la Seted están repartidas entre el Ministerio de Salud (tiene 16 atribuciones) y el Ministerio del Interior (6 atribuciones).

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Tres meses antes de la eliminación de la Seted, esta entidad y el Gobierno presentaron, en Guayaquil, el Plan Nacional de Prevención Integral de las Drogas 2017-2021, que indica que si bien en el pasado existió intervención del Estado en la problemática de las drogas, la misma “fue dispersa y aislada de una política nacional”, pues no se situaba a la “persona en el centro del actuar estatal”.

Se agrega que en 2015 hubo 8.693 fallecimientos relacionados al consumo de drogas en el país. Y que en 2016 se identificó que la edad promedio para el inicio del consumo de drogas está entre 14 y 15 años.

‘La venta de todas las drogas es constante, a pesar de los operativos’

En esquinas de barrios, como en el suroeste, los jóvenes tienen breves encuentros en los que intercambian dinero por drogas. (Ángel Aguirre)

Rosa, de 68 años, deambula por las calles de Los Vergeles, en el noroeste, detrás de sus dos hijos: un joven de 15 y una mujer de 17 años, adictos a la droga H. Cuenta que casi no paran en la casa. Ambos estudiaron en un colegio del norte hasta el 2016. Allí habrían conocido las drogas. “Desde allí solo pasan en la calle. Incluso muchas veces están enfermos y no tengo cómo ayudarlos porque los centros son muy costosos”, dice esta vendedora ambulante.

Confiesa que teme por la vida de sus hijos, pues en el barrio una joven falleció por sobredosis y a la hermana gemela de la víctima se la llevaron a Monte Sinaí para que se reúna con gente del barrio. Cuenta que no denuncian a los expendedores de drogas porque reciben amenazas. “Hay temor a que tomen represalias con nuestras familias, por eso ruego se guarde anonimato. La venta de droga es constante, a pesar de que se hacen operativos”, expresa.

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Detalla que los jóvenes esconden las drogas en las esquinas, en los filos de las señales de tránsito, en medio de los letreros, debajo de las piedras y espacios que separan las casas.

Rosa dice que ha ido a campañas en centros de salud y en hospitales públicos, pero son sesiones para asistir con los pacientes de manera constante, pero muchas veces no tiene para el pasaje o no los halla.

Sus hijos y otros jóvenes consumen la H a cualquier hora, aun en grupo, y deambulan por el mercado de Los Vergeles, callejones, avenida principal.

‘No me gustaba, pero llegué a prostituirme por la droga’

Álex quiere dejar la adicción a la droga H. (Jorge Peñafiel)

De contextura delgada, Álex, de 18 años, está en proceso de rehabilitación tras cuatro años de consumir drogas. A los 14 años probó la H en la parroquia rural Taura, donde residía.

“Empecé por curiosidad. Cuando iba al río y me iba a bañar llegó un amigo que vivía aquí en Guayaquil y fue allá durante las vacaciones. Me dijo: ‘ven, toma’, y yo decía: ‘¿qué será eso?, ¿qué se sentirá?’, y la probé, pero no sentí nada porque me tiré al agua”, relató.

Dos semanas después, el mismo joven fue a la casa de unos amigos en común y le volvió a ofrecer la sustancia.

“Me dio una cantidad más grande en ese momento, y estaba que me dormía, que me ahogaba, me sentía muy mal, me sentía débil, me dormía, me caía en cualquier lugar, y no iba a mi casa porque mi mami podía sospechar”, recordó Álex.

El efecto de la droga le duró cerca de 4 horas. Tiempo después se mudó hacia Guayaquil, pero llevó consigo la adicción.

Buscaba la forma de encontrar droga, de juntarse con otros consumidores y proveedores.

“A los 17 años empecé a dormir en la calle y es horrible. El dinero que tenía era para comprar mis sustancias, y no me quedaba para el pasaje de regreso a mi casa en el Guasmo”, recordó el joven, quien contó que se prostituyó varias veces para conseguir la droga.

Estos episodios lo llenaron de vergüenza y lo motivaron a pedir ayuda profesional. Con su mamá comenzaron a acudir a subcentros de salud para comenzar con la recuperación. No le gustó el trato recibido, así que buscó otros especialistas.

Luego fue a un centro de rehabilitación. Ahí dice sentirse mejor con las atenciones recibidas. Su batalla es diaria.

“Cuando estoy en abstinencia me duelen los huesos, se me despeluca el cuerpo, me siento muy débil, es horrible. Y tengo que consumir para estar otra vez normal”, dijo. Él quiere ayudar a su hermano, que también es consumidor de H.

‘No puedes andar tranquilo en la calle porque te ofrecen las drogas’

Josefina abraza a su hijo Andrés, quien tiene 21 años y busca salir de las adicciones a las drogas. Él quiere lograr un trabajo. (Jorge Peñafiel)

Andrés anhela conseguir un empleo para ayudar económicamente a su madre y sentirse útil. Tiene 21 años y en el tiempo que estuvo “perdido por consumir drogas” su madre sufría por sus acciones, dice.

La primera vez que experimentó con una droga fue a los 18 años, por compañeros del colegio que lo incitaron a consumir marihuana. Ahí tenía problemas en casa. En su sector, en las calles 14 y García Goyena, la presencia de expendedores de droga es constante, afirma.

“Por allí venden cada tipo de droga. Tú ves en cada esquina, en cualquier parte droga. Tú no puedes andar tranquilo en la calle que enseguida te ofrecen, te llaman”, manifiesta Andrés.

Tras consumir marihuana, experimentó con heroína y luego empezó a fumar polvo. En ese lapso, hurtó artículos de su casa para comprar droga.

“Lo peor que hice en mi casa fue robarle las cosas a mi mamá. A veces salía, pedía plata, engañaba a la gente. Tú manipulas a la gente y ellos te dan (...). La gente te miraba mal, otros te sacaban en cara lo que hacías, hasta que decidí decir ‘basta ya’. Pensaba solo en mi madre, porque ella no estará aquí para siempre, y cuando no la tenga ¿qué voy a hacer?”, expone.

Andrés cuenta que lleva seis semanas sin consumir drogas. Entró a terapias para superar la adicción y para que su cuerpo pueda desintoxicarse.

Su mamá, Josefina, lo ayuda. Ella está también tratando de superar aquellos días en los que los problemas con Andrés eran cotidianos, tanto que a veces lo encadenaba para que no saliera a drogarse. “Mi papito es ciego, y cada vez que yo salía a trabajar lo dejaba con Andrés. Yo me estaba volviendo loca”, dice.

Ahora Andrés quiere ayudar a su madre. “Tengo un hermano menor, no quiero que siga en los pasos que yo estuve, (quiero) enseñarle a él lo que está bien y lo que está mal”, expresa.

El joven anhela conseguir un empleo, seguir con sus estudios. Y no recaer. También agradece a su madre por apoyarlo. (I)