Enrique Parra, de 46 años, lleva 50 botellas de entre 4 y 6 litros amarradas en dos grupos. Las lleva en la espalda y recorre las calles céntricas para venderlas a $ 0,25.

Sus principales clientes son los trabajadores de locales de pinturas, quienes usan estos envases para colocar diluyente y venderlo al público.

Esta labor que Enrique realiza por seis años es una de las actividades que se hacen a menor y gran escala en Guayaquil y de la que dependen cientos de familias, expresa el ambientalista Xavier Salgado.

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“Yo recorro la calle Aguirre, la Portete. Salgo de mi casa en el norte a las 07:00 y regreso 20:00”, detalla Enrique, cuya actividad contribuye a evitar la contaminación del medioambiente, cuya fecha clásica se recuerda hoy.

Sara, propietaria de un local de pintura en la calle Aguirre, dice que compran tanto botellas como tarros de leche para poner diluyentes o pinturas.

Enrique dice que esas botellas se las regalan o las encuentra tiradas. Sin embargo, en este tipo de oficio también hay quienes rompen fundas y dejan sucios los espacios.

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El ambientalista expresa que lo ideal sería organizar a los recicladores informales para que hagan una labor responsable que no afecte.

Ayer, alumnos de la Unidad Educativa Giovanni Antonio Farina, en el suburbio, recolectaron botellas, y expusieron obras hechas con tapas.

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Ellos buscan que en los exteriores de su institución ya no se haga reciclaje irresponsable porque el lugar se muestra sucio. “Hay problemas con chamberos, hacheros, ensucian lo que limpiamos”, dice un operario de Puerto Limpio, encargada de la limpieza.

En otras instituciones también harán actividades.(I)