Angustiado por la escasez de insulina en Venezuela, Tomás Calzadilla decidió viajar hacia Ecuador con el fin de conseguir empleo para así adquirir ese medicamento, además de proveer de alimentos y dinero a su madre y su sobrino.

Tomás es ingeniero en petróleos, y su experiencia, méritos, cursos realizados y trabajos llena siete páginas de su hoja de vida. Tiene 35 años y sufre de diabetes hace once.

Manifestó que tomó la decisión de venir a Ecuador para que su familia pudiera tener mejores días, y también para conseguir insulina, pues debido a su enfermedad tiene que inyectarse diariamente cuatro dosis, y por la escasez de ese medicamento en su país corría el riesgo de perder la vida.

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Tras pedir un préstamo de 100 dólares a una amiga emprendió su viaje hasta suelo ecuatoriano. Al llegar al puente Rumichaca, en la frontera colombo-ecuatoriana, Tomás se quedó con poco dinero.

Sus compatriotas, que colman diariamente aquel lugar, lo ayudaron haciendo una colecta para que pudiera comprar un pasaje a Guayaquil.

Llegó a la terminal terrestre local, donde durmió cinco días. Estaba enfermo. No tenía las medicinas para su diabetes, pero sí una faringitis que lo terminó de tumbar. Unas jóvenes venezolanas que llevan comida a la terminal para sus compatriotas vieron su caso y trataron de ayudarlo.

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Pepita de Zevallos, directora de la Fundación María Gracia, se enteró de la situación del hombre porque una amiga le preguntó si le podía conseguir medicinas para la diabetes. Ahí le indicaron que el hombre había llegado grave a Guayaquil.

Enseguida, contó la mujer, fueron a la terminal. Era el lunes 23 de abril. Un mensaje de Pepita en Twitter bastó para que los guayaquileños y algunos venezolanos se ofrecieran a brindar su ayuda.

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Uno de ellos es un desempleado que había alquilado un taxi para trabajar y lo puso a disposición para movilizar al venezolano, que necesitaba atención médica urgente.

La solidaridad ciudadana hizo que Tomás pudiese recibir también su tratamiento para la diabetes, un albergue temporal, donde le dan desayuno y cena, y unas donaciones que ha podido enviar a su mamá, quien tiene una discapacidad, y a su sobrino.

Tomás vende por el momento cartucheras y globos en la Alborada, en el norte. Es el trabajo que ha podido conseguir. Ahora espera lograr un empleo estable que le permita pagarse una habitación para traer a su familia, ayudar a otros venezolanos en similares situaciones y costearse por su cuenta su tratamiento para la diabetes. Indicó que puede trabajar en lo que sea.

Pepita de Zevallos agradece la solidaridad de los ecuatorianos, pero también invita a otros a ponerse en los zapatos de quienes están en otra nación, sin familia y pasan por necesidades. Lo dice a quienes cuestionan su labor.

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Los venezolanos somos gente trabajadora. Estoy superagradecido con muchos ecuatorianos, porque han sido gente de buen corazón que me han apoyado en todo momento”.Tomás Calzadilla, Venezolano

(I)