La soledad cotidiana de la mayoría de calles de Cisne 2 se vio agitada, las ofertas eran incesantes, en los portales de las calles esa tranquilidad que se observaba hasta hace dos años se vio estremecida por el fervor de la marea humana de fieles que llevaron sus súplicas al gigante monumento del Cristo del Consuelo.

Tradicionalmente, este sector tiene varios restaurantes, sin embargo, ayer decenas de familias se unieron a la oferta de comerciantes informales que se tomaron aceras y parte de las vías.

La familia Quiñónez Mina, bajo un techo con cañas y zinc, instaló su pequeño puesto de comida con sillas plásticas y fogones hacia la calle Once. Allí se voceaba la venta de pescado frito respetando la tradición católica de no comer carne.

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Unos ocho familiares despachaban y ofrecían de desayuno un plato de pescado frito con arroz desde $ 3 hasta $ 5 dependiendo la porción. “Ya hemos vendido diez platitos esperamos vender cien... esto nos ayuda económicamente”, dijo Norca Mina, que a diario vende ni la mitad de ese número.

En los portales muchos aprovechaban para alquilar los baños desde veinticinco centavos, y se vendían desde desayunos con bolones, bollos y más platos fuertes acompañados de botellas de agua.

Los arreglos eran también cotizados. Kevin Sánchez, que antes se colocaba en la anterior ruta que iba hacia la iglesia Espíritu Santo con su familia, elaboró cien ramos de bambú.

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En cambio, Mario Vera y su esposa, Teresa Quiroz, vendían rosarios y pulseras desde $ 0,50.    Martiza Sánchez se dio una pausa a sus oraciones y se hidrató con agua de coco. “Siempre vengo en familia, hemos caminado mucho”, dijo la fiel que además hizo uso de un baño.

Entre los chorros de agua echados por los bomberos para refrescar a los fieles en su interminable caminar, un joven de tez morena voceaba: “Agua de Quiñónez para tus riñones” y otra allegada ofrecía el baño. Los tendidos de artículos en las vías eran interminables, seguían con paraguas, dulces, platos, hojas de eucalipto y anteojos. (I)