Por más de dos décadas algunos de estos locales se mantienen ofreciendo comida árabe a los comensales porteños. Han posicionado bocados como el shawarma, que los expenden como comida saludable y de fácil digestión. Solo en la calle Guayacanes de Urdesa hay cerca de una decena.

Allí, desde el mediodía la carne de cordero o pollo se asa en una torre giratoria para conquistar el paladar de clientes que llegan a almorzar entre amigos o familia, los deportistas que salen del gimnasio. La jornada se alarga hasta la noche con jóvenes que salen de bares o las universidades.

Mientras ese trajín de ir y venir de comensales continúa con normalidad en Guayaquil, al otro lado del continente, en Europa se ha desatado un debate sobre el uso de fosfatos en la carne de kebab (en turco) o los shawarma, como se conoce a este platillo en otros países.

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Los eurodiputados de la Comisión de la Sanidad del Parlamento Europeo rechazaron el martes 4 de diciembre una propuesta de la Comisión Europea para permitir el uso de fosfatos en carne de kebab (shawarma). Todo por los “posibles riesgos a la salud”, recogió el diario El País de España.

Ese aditivo se utiliza para mantener jugosa y llena de sabor la carne. En toda Europa unas 200 mil personas laboran en ese negocio de los shawarmas, agregó The Guardian.

Los kebab que hoy se consumen en la UE no deberían usar fosfatos, a pesar de que algunos productores alemanes reconocen usarlo como aditivo.

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Ante ese escenario que se discute en Europa, los dueños de los negocios de Guayaquil defienden la calidad y origen natural de los ingredientes que usan en la elaboración del shawarma y afirman que están alejados de elementos químicos.

El pollo y cordero, los condimentos naturales y salsas son de primera calidad, dicen. Otros alegan que son productos que en su mayoría provienen de Líbano.

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A diario unos locales se abastecen con unos 50 kilos de pollo y cordero, sin preservantes, como en el establecimiento El Arabito, de propiedad de Sujel Boulzamdam y ubicado en Víctor Emilio Estrada.

Como en otros establecimientos, la carne se la aliña con comino, vinagre, cebolla, tomate, pimiento y aceite de oliva.

“Aquí todo es sano no puede haber ningún químico, nunca ha habido alguien con enfermedad, a los que preguntan les decimos qué lleva cada producto”, agrega Ali Swidan, administrador de El Arabito, situado en la calle Guayacanes.

El libanés aclara que en Europa se usa otro tipo de aliños y pan. Conoce allegados residentes en Alemania e Inglaterra dedicados al mismo negocio y descarta que ellos usen fosfatos en la carne.

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Para     Boulzamdan, de El Arabito, esa idea de introducir fosfatos para mantener el sabor y retener agua en la carne puede ser una campaña “mal intencionada” de cadenas de comida chatarra.

El uso de fosfatos se regula en ese tipo de comida.

Ibrahim Hassan, administrador de La Turkita, ratifica sus preparaciones sanas y de fácil digestión. Cuenta que gran número de sus 400 pedidos diarios son clientes que llevan shawarmas congelados a sus viajes, ya que en otros países tienen otras maneras de elaboración. “En Europa, hay bastante personas de todas partes del mundo, no es como aquí... hay personas que van a Estados Unidos y me dicen que allá es malo”, sostiene. (I)