La última vez que escribí sobre esta serie fue en su estreno en el 2018. Habiendo lanzado su continuación este 22 de abril, la segunda temporada de Luis Miguel (interpretado por Diego Boneta) está lista para nueva crítica.

¿Qué le digo al que no quiere spoilers? La caracterización de todos los involucrados continúa siendo excelente y el protagonista se mantiene generando simpatía, ayudado por los saltos caleidoscópicos entre dos líneas de tiempo en la vida de la estrella. A pesar de eso los primeros dos episodios son aburridos y del tercero en adelante el interés sube en una curva pronunciada hasta la culminación donde te deja deseando por más.

De aquí en adelante se somete a los spoilers. Han sido advertidos. En los primeros dos episodios el gran misterio de la madre con lo que nos dejaron en ascuas la temporada pasada quedó prontamente en fuertes sospechas y hasta ahí nomás. Al presentar los elementos correspondientes a esta nueva etapa estuvieron de fríos a tibios.

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Todo cambió cuando la hija Michelle Salas entra a la historia, tanto en sus momentos de niña (interpretada por Valery Sais) como de adulta (por Macarena Achaga). La química importa hasta para los desacuerdos incomodos, y tanto Boneta como Achaga les pegaron a todas las notas.

Un más alto crescendo se da con la muerte del manager Hugo López (Cesar Bordón) en el quinto episodio, que transformó las capas de grises de muchos de los personajes en puñales listos para atacar al Sol mientras está vulnerable. Él tampoco es ningún santo y la temporada termina con el peso de sus propias decisiones sobre sus seres más cercanos.

Al principio sentía fuertemente la ausencia de la malvada presencia del Rey, la interpretación de Óscar Jaenada del padre del protagonista, pero con esos amigos ¿Quién necesita un solo villano?