El Big Boss se despidió oficialmente de los escenarios ecuatorianos. Anoche, en Quito, ofreció su segundo concierto en Ecuador como parte de la gira La Última Vuelta World Tour. Al igual que se hiciera en Guayaquil, sin que esto signifique tener el mismo caos en exteriores, los accesos al estadio Olímpico Atahualpa se abrieron desde las 15:00.

“Yo sí estaba esperando desde que lanzaron la noticia del concierto, incluso tuve la idea de comprar sin importar el precio. Compré para la localidad Gasolina Golden, y eso que por suerte encontré esta. Fue un proceso medio denso, porque no teníamos mucho tiempo para comprar: solo diez minutos. Sí fue una espera larga. Tuve que hacer muchas cosas para conseguir una entrada, pero lo logré”, dijo el quiteño José Arroyo.

Fanático de Daddy Yankee desde la adolescencia, Arroyo cuenta además que el proceso de intercambio de entradas digitales a físicas no fue del todo grato. “Yo entiendo la parte logística y todo, pero algo que no me gustó es que, cuando fui a hacer el canje de mi entrada, me dijeron que había un error en la imprenta de las mismas, y me hicieron ir dos veces hasta el lugar de canje; y, a la final, el segundo día que fui, me dijeron que las estaban entregando en el estadio. Pero, bueno, al final la ventaja fue haber comprado una entrada cara, porque la fila estaba corta. Yo no escatimé nada de precios ni nada, porque decía: ‘Daddy Yankee es de mis artistas favoritos’”, expresa Arroyo, quien lo sigue desde sus 15 años. “Él tiene una forma distinta de hacer música, por eso se le considera el máximo exponente de todo”, agregó.

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Consciente de la masiva asistencia que habría para el espectáculo, Arroyo tomó las precauciones respectivas para evitar complicaciones a su arribo al estadio. “Salí casi unas dos horas antes del inicio del concierto. Fue bastante clave que estuvieran nombradas las entradas; en redes habían puesto las puertas de cada localidad, y superchévere la experiencia de haber entrado por otro lado que no es generalmente por el que entras por el estadio, pero fue superchévere, porque había una rampa que te mostraba el escenario”, relató.

Arroyo, quien es diseñador de experiencia de usuario (UX), también contó que esperó cerca de dos horas y media hasta que apareció en escena el intérprete puertorriqueño. “Pensé que se iba a presentar otro artista, pero creo que, si se hubiera presentado otro, definitivamente no hubiera disfrutado tanto el concierto. Yo ya más o menos vine viendo las canciones que iba a tocar, porque sí había visto videos de otros conciertos de la gira para conocer el repertorio. Por eso, sabía que debía ahorrar batería para grabar la que más me gustaba”, indicó.

“Fue superchévere el concierto. Las canciones me hicieron recordar, como digo, gran parte de mi etapa de colegio, de mis amigos. Ha pasado mucho tiempo, pero fue chévere”, sostuvo.

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Arroyo también destacó que no se registraron mayores incidentes a la salida del espectáculo y que se llevó un gran recuerdo de esta cita. “Por un momento pensé vender la entrada, pero, al ver que no se vendía, me fui, me fui solo; y las otras dos que había comprado las vendí. Todo fue chévere: el escenario, la temática... Todo bien pensado”, sostuvo. (I)